Letra 15. Revista digital
Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo» de Madrid - ISSN 2341-1643

Breve antología de Benito Pérez Galdós, en su centenario

 

Selección a cargo de

Jesús Diéguez García

 

 

1. Biografía breve

Benito Pérez Galdós (Las Palmas de Gran Canaria, mayo de 1843 – Madrid, enero de 1920) es un sobresaliente representante de la novela realista española del siglo XIX. A Galdós le ocurre lo mismo que a Cervantes: conocemos más su obra literaria que su vida, en parte porque, solterón empedernido, era muy celoso de su intimidad y de sus amistades.

Tras superar el bachillerato, se traslada a Madrid para estudiar Derecho. Pronto comienza a asistir a tertulias de artistas y de intelectuales y a colaborar en los periódicos La Nación y El Debate.

Viaja por Europa como corresponsal de prensa, y se relaciona con autores, sobre todo franceses, del realismo y el naturalismo. Académico de la Real Academia Española desde 1897, fue propuesto para el Premio Nobel en 1912.

En política se afilia al Partido Progresista y consigue un puesto como diputado en las Cortes. A principios del siglo XX ingresa en el Partido Republicano y en las legislaturas de 1907 y 1910 es diputado a las Cortes por Madrid y, en 1914, por Las Palmas.

Retrato caricatura de Galdós académico, en Guía del Madrid galdosiano (García-Posada, 2008).

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2. Su obra literaria

Galdós es uno de los autores españoles más prolíficos, tanto en novela como en teatro. En 1872 inicia la primera serie de sus Episodios Nacionales, que se irán completando con cinco series que contienen cuarenta y seis novelas históricas redactadas hasta 1912 y que recogen hechos históricos del siglo XIX. En 2005 se ha publicado el texto crítico de sus Obras completas (24 volúmenes). Cuatro años más tarde ha aparecido su producción dramática en cuatro tomos y, en 2013, se ha publicado el volumen de cuentos.

Entre las novelas no históricas han tenido gran éxito las que llevan por título Marianela, Fortunata y Jacinta, Miau, Tristana, Misericordia, El abuelo, Nazarín, etc., etc.

 

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3. Actos previstos en el centenario, pero…

El 20 de enero de 1919, casi un año antes de su muerte, se inauguró en el parque del Retiro de Madrid, en el paseo de Fernán Núñez, un monumento en su honor erigido por suscripción pública. Galdós, prácticamente ciego, pidió ser elevado para palpar la obra creada por Victorio Macho, un escultor joven que no había cobrado por su trabajo. La escultura sigue en su situación original y ha sido el lugar elegido para el primer acto de su centenario, celebrado el día que se cumplía un siglo desde su fallecimiento. El Ayuntamiento de la capital se adelantó, a finales de 2019, al recordar la relación de Galdós con Madrid otorgándole el título de Hijo Adoptivo.

El alcalde de Madrid, acompañado por la delegada de cultura y algunos otros concejales y familiares del escritor, depositó, junto con uno de los descendientes directos de Galdós, una corona de laurel a los pies de la estatua, situada en la esquina en la que acaba tradicionalmente la Feria del Libro de Madrid. Fue un acto sencillo sin acompañamiento musical ni elogios fúnebres. Sí se colocaron algunos ejemplares de sus obras literarias para que puedan ser usadas por los visitantes del parque.

Por su parte, la Comunidad de Madrid y el mismo soleado sábado 5 de enero, se concentraba en la calle de Alcalá y repartía gratuitamente y en poco tiempo, más de mil ejemplares, en una edición del Instituto Cervantes, del tercero de los Episodios Nacionales, que recuerda las gestas del levantamiento en Madrid, el 2 de mayo de 1808, contra la ocupación de las tropas napoleónicas francesas.

A lo largo del año 2020 el Ayuntamiento y otras instituciones habían previsto festejar el centenario de la muerte del escritor con una serie de actos culturales: mesas de debate, conferencias, paseos literarios, obras de teatro y de cine… Pero la enfermedad que nos asola, provocada por el coronavirus, está retrasando o suprimiendo muchos de ellos. El ciclo de conferencias programadas bajo el epígrafe Galdós es Madrid ya ha sufrido algunos retrasos y, se supone, podrá organizarse el 13 de junio, si la pandemia lo permite.

Tres trayectos se han previsto para los Paseos literarios o visitas guiadas, acompañadas por la dramatización de actores por algunos escenarios de las novelas galdosianas situadas en Madrid. El primero, con el título De paseo con Fortunata y Jacinta, previsto para viernes y sábados de marzo y abril ha sido aplazado, al igual que la visita gratuita de edificios históricos de Madrid que se había previsto realizar durante mayo, por ahora se retrasa hasta mediados de octubre. En los meses de julio y agosto, se recreará la época de la Restauración a fines del siglo XIX, con un itinerario por el Parque del Retiro, con tintes románticos. Otro de los recorridos tendrá por fin conocer algunos de los lugares emblemáticos madrileños relacionados con Galdós y su literatura, como el Ateneo, la sede de la Real Academia de la Lengua española o la plaza Mayor.

Otra buena sugerencia es elevar a la comisión que organiza los Premios Nobel una petición para que se conceda póstumamente a Benito Pérez Galdós dicho premio, ocupando alguno de los años en que quedó desierto (por ejemplo en 2018) ya que hubo un boicot de los conservadores españoles que se opusieron a esa concesión.

 

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4. Algunos fragmentos literarios de Galdós situados en Madrid

Aquel correr continuo, aquel entrar por diversas puertas, aquel saludar en la calle a cincuenta personas y preguntarles por la familia era su vida, y todo lo demás era muerte. Plácido no había nacido para el presidio de una tienda. Su elemento era la calle, el aire libre, la discusión, la contratación, el recado, ir y venir, preguntar, cuestionar, pasando gallardamente de la seriedad a la broma. Había mañana en que se echaba al coleto toda la calle de Toledo de punta a punta, y la Concepción Jerónima, Atocha y Carretas.

(De su novela Fortunata y Jacinta).

Primera edición de Fortunata y Jacinta de 1887, en la Biblioteca Digital Hispánica.

Dos caras, como algunas personas, tiene la parroquia de San Sebastián... mejor será decir la iglesia... dos caras que seguramente son más graciosas que bonitas: con la una mira a los barrios bajos, enfilándolos por la calle de Cañizares; con la otra al señorío mercantil de la plaza del Ángel. Habréis notado en ambos rostros una fealdad risueña, del más puro Madrid, en quien el carácter arquitectónico y el moral se aúnan maravillosamente. En la cara del sur campea, sobre una puerta chabacana, la imagen barroca del santo mártir, retorcida, en actitud más bien danzante que religiosa; en la del norte, desnuda de ornatos, pobre y vulgar, se alza la torre, de la cual podría creerse que se pone en jarras, soltándole cuatro frescas a la plaza del Ángel. Por una y otra banda, las caras o fachadas tienen anchuras, quiere decirse, patios cercados de verjas mohosas, y en ellos tiestos con lindos arbustos, y un mercadillo de flores que recrea la vista.

(De su novela Misericordia).

En el populoso barrio de Chamberí, más cerca del Depósito de Aguas que de Cuatro Caminos, vivía, no ha muchos años, un hidalgo de buena estampa y nombre peregrino; no aposentado en casa solariega, pues por allí no las hubo nunca, sino en plebeyo cuarto de alquiler de los baratitos, con ruidoso vecindario de taberna, merendero, cabrería y estrecho patio interior de habitaciones numeradas.

(De su novela Tristana).

A las cuatro de la tarde, la chiquillería de la escuela pública de la plazuela del Limón salió atropelladamente de clase, con algazara de mil demonios. Ningún himno a la libertad, entre los muchos que se han compuesto en las diferentes naciones, es tan hermoso como el que entonan los oprimidos de la enseñanza elemental al soltar el grillete de la disciplina escolar y echarse a la calle piando y saltando. La furia insana con que se lanzan á los más arriesgados ejercicios de volatinería, los estropicios que suelen causar a algún pacífico transeúnte, el delirio de la autonomía individual que a veces acaba en porrazos, lágrimas y cardenales, parecen bosquejo de los triunfos revolucionarios que en edad menos dichosa han de celebrar los hombres...

(De su novela Miau).

El coche partía de la extremidad del barrio de Salamanca, para atravesar todo Madrid en dirección al de Poza. Impulsado por el egoísta deseo de tomar asiento antes que las demás personas movidas de iguales intenciones, eché mano a la barra que sustenta la escalera de la imperial, puse el pie en la plataforma y subí; pero en el mismo instante ¡oh previsión! tropecé con otro viajero que por el opuesto lado entraba.

(De su cuento La novela en el tranvía).

Esquina de las Descalzas. Dos embozados, que entran en escena por opuesto lado, tropiezan uno con otro. Es de noche.

Embozado primero: ¡Bruto!

Embozado segundo: El bruto será él.

—¿No ve usted el camino?

—¿Y usted no tiene ojos?... Por poco me tira al suelo.

—Yo voy por mi camino.

—Y yo por el mío.

(De su novela Tormento).

El 2 de enero de 1871 vimos entrar en los Madriles al monarca constitucional elegido por las Cortes, Amadeo de Saboya, hijo del llamado re galantuomo, Víctor Manuel II, soberano de la nueva Italia. En las calles, alfombradas de nieve, se agolpaba el pueblo, ansioso de ver al príncipe italiano, de cuyo liberalismo y caballerosidad se hacían lenguas los amigos de Prim, que le habían buscado y traído para felicidad de estos abatidos reinos. Como los españoles no habíamos visto, en lo que iba de siglo, Rey ni Roque a la moderna, más arrimados a la Libertad que al feo absolutismo, ardíamos en curiosidad por ver el cariz, el gesto, la prestancia del que nos mandaba Italia en reemplazo de los en buen hora despedidos Borbones.

(De su novela Amadeo I).

Madrid, 1866. Mañana de julio seca y luminosa. Amanecer displicente, malhumorado, como el de los que madrugan sin haber dormido... Entonces, como ahora, el sol hacía su presentación por el campo desolado de Abroñigal, y sus primeros rayos pasaban con movimiento de guadaña, rapando los árboles del Retiro, después los tejados de la Villa Coronada... de abrojos. Cinco de aquellos rayos primeros, enfilando oblicuamente los cinco huecos de la Puerta de Alcalá como espadas llameantes, iluminaron a trechos la vulgar fachada del cuartel de Ingenieros y las cabezas de un pelotón desgarrado de plebe que se movía en la calle alta de Alcalá, llamada también del Pósito.

(De su novela La de los tristes destinos).

La casa de huéspedes de la tía Chanfaina (en la fe de bautismo Estefanía), situada en una calle cuya mezquindad y pobreza contrastan del modo más irónico con sus altísono y coruscante nombre: calle de las Amazonas. Los que no están hechos a la eterna guasa de Madrid, la ciudad (o villa) del sarcasmo y las mentiras maleantes, no pararán mientes en la tremenda fatuidad que supone rótulo tan sonoro en calle tan inmunda, ni se detendrán a investigar qué amazonas fueron esas que las bautizaron, ni de dónde vinieron, ni qué demonios se les había perdido en los Madroñales del Oso.

(De su novela Nazarín).

Edición de Nazarín de 1933 en la Biblioteca Digital Hispánica.

In diebus illis (octubre de 1841) había en Madrid dos niñas muy monas, tiernas, vivarachas, amables y amadas, huérfanas de padre, de madre poco menos, porque esta andaba como proscripta en tierras de extranjis, con marido nuevo y nueva prole, y aunque se desvivía por volver, empleando en ello las sutilezas de su despejado entendimiento, no acertaba con las llaves de la puerta de España. Vivía la parejita graciosa en una casa tan grande, que era como un mediano pueblo: no se podía ir de un extremo a otro de ella sin cansarse; y dar la vuelta grande, recorriendo salas por los cuatro costados del edificio, era una viajata en toda regia.

(De su novela Los Ayacuchos).

 

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