Letra 15. Revista digital
Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo» de Madrid - ISSN 2341-1643

Sección ARTÍCULOS

Galdós y el género chico

Juan Etayo Gordejuela

Juan Etayo Gordejuela

Licenciado en Geografía e Historia y experto en biblioteconomía, ha ejercido como documentalista en varios Ministerios y en la Comunidad de Madrid, así como en la Imprenta Municipal de Madrid. Actualmente trabaja en la red de bibliotecas públicas del Ayuntamiento de Madrid. Lleva años investigando sobre el género chico, siendo autor de una edición crítica del sainete El bateo.

jymetayo@gmail.com

Miguel Etayo Gordejuela

Miguel Etayo Gordejuela

Profesor de Geografía e Historia del Instituto Beatriz Galindo, miembro del Grupo de Trabajo 930423 UCM La aventura de viajar y sus escrituras, ha publicado numerosos artículos y algunos libros relativos a la ciudad, sus artes visuales y el teatro musical, así como traducciones de textos de artistas. También ha impartido varios cursos de formación para el profesorado de Secundaria.

jymetayo@gmail.com

Resumen / Abstract / Résumé

Resumen.

Galdós, cuya producción literaria coincide en el tiempo con el ciclo del género chico, reflexionó sobre este moderno tipo de teatro en artículos de prensa, lo evocó en su obra novelística, lo inspiró y prestó temas, personajes y situaciones, y recibió reiteradamente el homenaje a su obra y su persona desde los escenarios. Este trabajo recoge ejemplos de todo ello.

Palabras clave: Galdós, género chico, teatro, música, artículo, novela.

Galdós and the «género chico»

Abstract.

Galdós, whose literary production coincides in time with the cycle of the género chico, reflected on this modern type of theatre in press articles, evoked it in his novelistic work, inspired it and lent it themes, characters and situations, and he repeatedly received the homage to his work and his person from the stage. This paper gives examples.

Keywords: Galdós, «género chico», theater, music, article, novel.

Galdós et le «género chico»

Résumé.

Galdós, dont la production littéraire est contemporaine du cycle du género chico, a réfléchi sur ce type moderne de théâtre dans des articles de presse, l’a évoqué dans son œuvre romanesque, l’a inspiré et a prêté des thèmes, des personnages et des situations, et il a reçu à plusieurs reprises l’hommage à son œuvre et à sa personne depuis les scènes. Ce travail donne des exemples de tout cela.

Mots-clés: Galdós, «género chico», théâtre, musique, article, roman.

 

 

1. Interés de Galdós por el teatro lírico

Nada mejor que ceder la palabra a don Benito Pérez Galdós para que nos describa aquel fenómeno teatral que hizo de España, en el tránsito del siglo XIX al XX, el país europeo con más funciones teatrales, con más estrenos, con más actores y público, con más libretistas y músicos, con más teatros y localidades por habitante (Salaün, 2011: 175-189). El paso del tiempo nos ha ido convirtiendo inevitablemente en extranjeros de nuestro pasado, y la idea que tenemos del género chico, por más que hoy se siga representando, se va volviendo borrosa: acaso creamos que su único tema fueron los tipos populares madrileños y hasta lleguemos a confundirlo con la zarzuela. Traducimos lo que Galdós contaba a los franceses en 1904 en Le Temps, un diario de París: 

Existe en Madrid un sistema de representaciones teatrales que, según creo al menos, no tiene equivalente en ninguna otra gran ciudad del mundo. Consiste en la división del espectáculo en cuatro partes.

Todas las piezas representadas tienen un solo acto, dos como mucho, a las que se puede asistir separadamente.

El precio de las localidades está igualmente fraccionado. El espectador asiste a las piezas que le convienen, a una sola si quiere. Durante los entreactos, la sala se vacía para llenarse de nuevos espectadores.

[…] Seis u ocho teatros de esta clase funcionan en Madrid durante la temporada de invierno y casi todos explotan el género cómico y lírico, la zarzuela en un acto […].

[…] Los dos grandes teatros [el de Apolo y la Zarzuela] consagrados al género chico, e incluso los pequeños, montan sus piezas con todo el cuidado artístico posible, desde el punto de vista del decorado, el vestido y los accesorios.

Figura 1. Cartel del Teatro Eslava, el el que se anuncian las cuatro funciones del día (1877). BNE.

El sainete, su subgénero más caudaloso, lo protagonizan personajes de las clases bajas. Llama la atención la proliferación en la cartelera madrileña de estas piezas cuando en París, en la misma época, apenas si había obras de teatro protagonizadas por obreros: solo el 2% entre 1880 y 1914 (Lebel, 2001: 354). Galdós, muy consciente de esta peculiaridad, apunta en Prim, refiriéndose a la gente de los barrios bajos de Madrid:

Era un pueblo que, en sus miserias, sus disputas, sus dichos picantes, hacía la historia que no se escribe, como no sea por los poetas, pintores y saineteros.

(Pérez Galdós, 1986 4: 30)

Pero había otros subgéneros (Espín, 1995) además de los cómicos sainetes de ambiente urbano contemporáneo («La acción en Madrid, época actual») o, a veces, pueblerino: estaban también los pasillos, de similar ambiente urbano pero que, a diferencia de los anteriores, se reducen a un escenario por donde desfilan graciosos personajes, sin una verdadera trama; los juguetes de enredo cómico, escenario doméstico y personajes de clase media; las zarzuelas, históricas de aire romántico y dramáticas zarzuelas regionales; las frívolas revistas, que presentan una sucesión de cuadros sin ligazón argumental, ya sean críticas de la política y la actualidad o sicalípticas y de gran espectáculo; las parodias de otras obras; y, finalmente, las amables y ligeras operetas, primero paródicas y disparatadas, a la francesa, sentimentales después, a la vienesa... sin un solo gramo de casticismo español. Y aunque, a partir de la década de 1880, empezaron a predominar las piezas que llevaban música, había otras que no. La posteridad, que ha hecho sobrevivir solo ciertos títulos con música, ha dado la razón a Galdós cuando afirmaba lo siguiente, en el mismo artículo parisino de 1904:

En cuanto a la música, se debe decir que es ella la que ha dado al «teatro por horas» su verdadera originalidad; y esto solo merecería sinceros elogios. En muchas de estas obritas, la palabra es ennoblecida por deliciosas melodías o finamente subrayada por toques picantes que, instrumentos o voces, detallan con graciosa elegancia. Y este arte, arreglado a la moderna, revive todo el encanto de la incomparable música popular española.  

 

Fragmento de El bateo (1901), sainete de Antonio Domínguez y Antonio Paso, música de Federico Chueca. «Dúo de Virginio y Visita» (Cuadro I, Escena 6ª), compuesto de mazurca, habanera y vals. Indalecio Cisneros dirige la grabación a la Gran Orquesta Sinfónica, con Teresa Berganza y Gerardo Monreal. Discos Alhambra, 1960. (3:20 min). YouTube.

 

¿No es lo mismo que ha obrado la ópera con el teatro romántico y le ha dado permanencia en los escenarios? Tan bien funcionó en su tiempo el género chico desde el punto de vista empresarial, y tan gran afición suscitó en nuestro país, que atrajo a gente modesta, que de otra manera no se hubiera podido permitir ir al teatro, como también a las clases más acomodadas, en todas las ciudades y en los pueblos mayores. Galdós, hombre viajado, llegó a creer que tal sistema, hegemónico en España, se acabaría imponiendo también fuera de nuestras fronteras. Así lo aventuró en otro artículo, esta vez publicado en España: 

[…] por fin ha de cundir y propagarse porque es bueno y responde a fines sociales y económicos. Me refiero a las funciones por horas o piezas que tanto éxito tienen aquí, atrayendo y regocijando a la gran mayoría del público. Los inventores de esta división del espectáculo público, abaratándolo, adaptándolo a las modestas fortunas y haciéndolo breve y ameno, conocían bien las necesidades modernas. Es poner el arte al alcance de todos los peculios, sirviéndolo por menor y en dosis que ni hastían ni empalagan. Hay muchas personas que no gustan de pasarse la mitad de la noche espetados en una butaca.

(Pérez Galdós, 1923: 105)

No acertó en su pronóstico, si exceptuamos su trasplante a Hispanoamérica, que ya era una realidad, pero lo cierto es que la exitosa fórmula anticipó las sesiones de cine que pronto le harían la competencia y contribuirían a su desaparición: otro espectáculo atractivo y popular, más breve que las funciones habituales de teatro, y con pases sucesivos para comodidad de los espectadores. ¡Y todavía más barato! (Ceballos, 2017: 49-50).

No solo como articulista de la prensa, sino también en su producción novelística, se ocupa Galdós del teatro, especialmente del lírico o musical. Un personaje del episodio O'Donnell, opina:

Nuestros teatros no desmerecen de los de otros países; y en ópera creo yo que estamos a la altura de las capitales más aristocráticas.

(Pérez Galdós, 1986 3: 108)

Dramaturgo él mismo, Galdós tributa elogios a la zarzuela grande, como la «preciosísima zarzuela» Jugar con fuego, del maestro Barbieri (1851), a la que se refiere en Los duendes de la camarilla (1986 2: 157); se hace eco de la inauguración de su principal referente, el teatro de la Zarzuela,

hermoso coliseo que resultaba como el hermano menor del teatro Real;

O’Donnell (1986 3: 93)

se complace igualmente en citar los repartos de ensueño que se prodigaban en las funciones de ópera del Real, aun cuando a sus personajes les interese, antes que las maravillas que tienen lugar en el escenario, lo que ocurre por los palcos:

En aquel palco tienes a la Campo Alange,

dice alguien en Cánovas (1986 1: 12-15). Pues bien, con igual afición aprecia cuanto de bueno ofrecía el género chico, en el que también se colaba lo regular y lo malo. Comprobaremos a continuación que el interés y el aprecio fueron mutuos, entre el género y el autor. Tomaremos ejemplos de los distintos subgéneros.

 

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2. Un sainete para empezar: El señor Luis el Tumbón

Figura 2. Relieve en bronce que representa La canción de la Lola. Detalle del Monumento a los Saineteros Madrileños (1913), actualmente en la Plaza de los Chisperos de Madrid. Wikimedia.

La canción de la Lola (1880, con texto de Ricardo de la Vega y música de Chueca y Valverde) fue el primer sainete al que se incorporó música, verdadera varita mágica que lo hizo crecer y dignificarse, así como favoreció el predominio del teatro cantado en España, por encima del declamado, como en París. Tiene como escenario una corrala, como aquella de la calle Miralrío donde agoniza Mauricia en Fortunata y Jacinta.  En semejante circunstancia suena inoportunamente la música de un organillo:

[…] en la calle, frente al mismo portal, se había puesto un condenado pianito, tocando jotas, polkas y la canción de la Lola […].

(Pérez Galdós, 1993: 713)

Figura 3. Decorado parecido, para la primera representación de La Revoltosa  (libro de José López Silva y Carlos Fernández Shaw, música de Ruperto Chapí), en el Teatro de Apolo en Madrid el 25 de noviembre de 1897. (Ilustración Española y Americana, nº 44, 1897). Wikimedia.

En realidad, Galdós podría deslizar un error, porque la acción de su novela transcurre en el año 1875, es decir, antes del estreno de La canción de la Lola, si bien existía una canción popular, La camisa de la Lola, que da pie al sainete. Como en un juego de espejos, Galdós trae a sus páginas una obra de Ricardo de la Vega, mientras que este nos devuelve, pasados cinco años, algunos reflejos de la novela en otro sainete con música, esta vez de Barbieri: El señor Luis el Tumbón (1891). Ya en la acotación escénica inicial del primer cuadro leemos:

A la izquierda, dando frente al público, la huevería del señor Luis, con puerta grande que da a la calle. ─Se ven canastas de huevos y en las paredes hay unas alacenas o armarios con puertecillas de enrejado donde están las gallinas, los pollos y otras aves. ─En el fondo de la tienda hay un banco largo donde aparece tumbado a la bartola el señor Luis.

Igual que el compañero de la huevera, otro gandul como Luis, en Fortunata y Jacinta:

entre un montón de banastas donde estaba durmiendo la siesta.

(Pérez Galdós, 1993: 84)

Figura 4. Portada de El señor Luis el Tumbón

Nieves, sobrina de la mujer del huevero venida del pueblo, soporta tenazmente la oposición a su noviazgo con Leopoldo, el hijo de unos vecinos burgueses. Salvo que no es huérfana, su situación recuerda a este otro personaje de Fortunata y Jacinta:

[...] una chica huérfana que vivía con su tía, la cual era huevera y pollera en la Cava de San Miguel.

(84)

Maximiliano, y seguimos con Fortunata y Jacinta, proclamaba ante la oposición a su noviazgo:

Que se metan conmigo; que venga todo el género humano a impedirme esta resolución; yo no discutiré, yo no diré una palabra; pero a donde voy, voy, y al que se me ponga por delante, sea quien sea, le piso y sigo mi camino.

(372)

Y no se queda atrás Leopoldo en la Escena 2.ª del sainete:

NIEVES           ¿Pero, no te digo
           que está allí la abuela?

LEOPOLDO    Hago un atropello
            si se emberrinchina.
            La retuerzo el cuello
            como a una gallina.

            Doña Catita, dama de muchas ínfulas y madre de Leopoldo, que también se opone a sus amores con la sobrina de los hueveros, abronca en la Escena 4.ª a Nicomedes, su manso marido:

CATITA   ¿Pues qué más tacha quieres?
  La que tiene esa clase de mujeres.
  ¿Y tú tendrás valor de ver a un hijo,
  a quien podrás querer, pero no mucho,
  víctima de los planes picarescos
  de una mujer que vive en un tenducho,
  despachando gallina y huevos frescos?

Como doña Lupe a Maximiliano:

Yo no puedo consentir que una pindonga de esas te coja y te engañe para timarte tu nombre honrado, como otros timan el reloj. A ti hay que tratarte siempre como a los niños atrasaditos que están a medio desarrollar.

(364)

Catita quiere que su hijo se convierta en el marido de su elegante prima Clara (Escena 4.ª) y no de Nieves. Es en esto igual que doña Lupe respecto a su sobrino Maximiliano en Fortunata y Jacinta:

¡Yo que tenía la ilusión de casarle con Rufina o al menos con Olimpia!... 

(376)

La buhardilla, donde Leopoldo quería reunirse a solas con Nieves en la Escena 5.ª, constituye un curioso espacio fronterizo de transgresión, como pueda serlo en el mundo de la bohemia: pensemos en las cosas que se pueden vivir allí arriba, tan distintas a las de los pisos que hay debajo, donde predominan en cambio el sentido común, la respetabilidad y la vida práctica. Leopoldo se ve escondido por los tejados como un gato en la escena siguiente, imagen muy bien preparada por la canción gatuna de Nieves:

Súbete a la buhardilla,

Morrongo mío,

que allí está Zapaquilda

dando suspiros,

y correrás con ella

por el tejado

contento, relamido

y almibarado.

¡Zape, Morrongo!

¡Sube ligero!

¡Zapirón revoltoso!

¡Zaragatero!

Pero no por ello se libra de las sospechas de doña Catita, tan mosqueada como doña Lupe en Fortunata y Jacinta:

Aquí hay gato encerrado ─decía la astuta señora─, o en términos más claros, gata encerrada.

(334)

Si el Ateneo de Madrid no es para Galdós, en Prim (1986 4: 83 y 85), más que lugar de relumbrón («─Vengo del Ateneo.») y banal erudición («acometieron un tema histórico tan claro como la inmortalidad del cangrejo»), en la misma línea de pedantería parece que quiera arrancar uno de los inoportunos discursitos del pomposo ateneísta don Nicomedes, cuando le corta doña Catita en la Escena 12.ª:

NIC.          Está bien: ¡pero las modernas clases populares!...

CAT.         ¡Nicomedes, no disertes en la plazuela! ¡Vete al Ateneo!

Figura 5. Inauguración del Ateneo de Madrid. Wikimedia.

Qué decir de los discursos redichos de Manolo el chulo, que incurre en el ridículo de tantos personajes del género chico cuando se expresan pretenciosamente por encima de su nivel lingüístico, algo que tiene implicaciones ideológicas y de clase: pese a su orgullo, no detentan la forma «correcta» de hablar, tras de la que está una visión del mundo y su control, mediante el ejercicio del poder (Rodríguez Puértolas, 2005: 61):

Mire usted, señora Candelas; usted tiene que tener todo lo que tiene una persona que tiene mayormente, y esto es un decir, conocimientos, y amigas, y que tiene que cumplir con ellas. Estas pueden ver la procesión en la calle tan ricamente, y si las aprietan, que las aprieten, que en estas solenidades hay que pasar por todo.

(Escena 10.ª)

Galdós hizo una curiosa la descripción de aquella habla popular madrileña:

Por los ventanuchos abiertos salía, con el olor a fritangas y el ambiente chinchoso, murmullo de conversaciones dejosas, arrastrando toscamente las sílabas finales. Este modo de hablar de la tierra ha nacido en Madrid de una mixtura entre el deje andaluz, puesto de moda por los soldados, y el deje aragonés, que se asimilan todos los que quieren darse aires varoniles. 

(Pérez Galdós, 1993: 187)

Y, en otro sitio (Pérez Galdós, 1914: ix), constata su continua innovación:

El habla vibrante y desenfadada, se caracteriza hoy por la constante invención de vocablos y modismos. Es un léxico que no tiene fin: las formas del lenguaje desechadas hoy, mañana se sustituyen por otras igualmente audaces y peregrinas.

Figura 6. "La Fuente de Lavapiés" (hacia 1870), según grabado de Francisco Pradilla Ortiz, publicado en La Ilustración Española y Americana. Wikimedia.

Dice también que la «donosura» de las clases humildes «alegra la triste existencia de esta heroica Villa» (Pérez Galdós, 1914: ix). Así lo expresa nada menos que un mendigo, Aquilino, en la revista chica El sueño de una noche de verano (libro de Gabriel Merino y Celso Lucio, música de Valverde-hijo, 1898):

Este es el Madrid de siempre,

rumboso, alegre, simpático;

fuerte ante la desventura

y grande en todos los casos.

(Cuadro III, Escena 19.ª)

El sainete, como este que tratamos, tuvo entre sus contemporáneos fama de ser el más realista de los subgéneros del teatro por horas. Pero no lo es tanto en lo que hurta de la realidad ─nunca roza el naturalismo, porque se trata de que el público lo pase bien─, así como en lo convencional de su trama, sus artificiosos enredos amorosos y su inevitable final feliz (Espín, 1987: 102-111), como si el género chico tuviera la obligación de demostrar que las clases populares son felices.

A lo largo de toda la función de El señor Luis el Tumbón se espera la explosión de un petardo, que nadie más que el público ha visto instalar en la huevería. La gamberrada de unos chicos constituye la aproximación más interesante de El señor Luis el Tumbón a la actualidad, un reflejo paródico de los atentados anarquistas que con cierta frecuencia se producían, incluso con muertos. 1891, el año de su estreno, fue un año conflictivo, especialmente en Francia con los incidentes de 1.º de mayo (fiesta instituida el año anterior), donde se había dado la masacre de Fourmies: nueve muertos y 35 heridos entre los que reclamaban la jornada de ocho horas. La prensa de Barcelona, pero también la de Madrid, informaba con frecuencia de explosiones de petardos con mayores o menores consecuencias (a veces se usaba dinamita), como registra cómicamente nuestro sainete en la escena 3.ª:

Ayer estalló un petardo en el portal de la casa número 56, de la calle de San Ricardo. La detonación se oyó a larga distancia. No hubo desgracias personales, pero se hallan heridos de más o menos gravedad un gato, un jilguero y una perrita de aguas, propiedad de los porteros de la casa. Estos no se hallaban en la portería.

El género chico ridiculiza habitualmente a los revolucionarios por su ingenuidad fuera de toda realidad, como el protagonista de El iluso Cañizares (Libro de Arniches, García Álvarez y Casero, música de Valverde-hijo y Calleja, 1905), o bien por su incultura y sus bravatas, como Wamba en El bateo (libro de Paso y Domínguez, música de Chueca, 1901). Canta Wamba:

El día que yo gobierne,

si es que llego a gobernar...

Lo menos diez mil cabezas

por el suelo rodarán.

Haremos de carne humana

la estatua de Robespier,

para que sirva de ejemplo

el mártir aquel;

(Cuadro I, Escena 1.ª)

Y este es el final de un monólogo de José Izquierdo, personaje de Fortunata y Jacinta:

Y yo digo que es menester acantonar a Madriz, pegarle fuego a las Cortes, al Palacio Real, y a los judíos Ministerios, al Monte de Piedad, al cuartel de la Guardia Cevil y al Dipósito de las aguas, y luego hacer un racimo de horca con Castelar, Pi, Figueras, Martos, Bicerra y los demás, por moderaos, por moderaos...

(Pérez Galdós, 1993: 205)

De Wamba podría decir Galdós lo mismo que de Izquierdo:

Hay que declarar que parte de su mala reputación la debía a sus fanfarronadas y a toda aquella humareda revolucionaria que tenía en la cabeza.

(206)

 

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3. Un pasillo: Doce retratos seis reales

En las obras de Ramos Carrión, el autor teatral más representado en la España de la segunda mitad del XIX y que dio muchos éxitos al género chico, con frecuencia se repetían personajes y situaciones de unas obras a otras, contribuyendo a crear un mundo con el que el público se sentía familiarizado, como pasa con el conjunto de las novelas de Galdós. Se puede ver en su pasillo sin música Doce retratos seis reales (1874), que, salvo el fotógrafo, personajes equivalentes se habían presentado ya o volverían a hacerlo en otras obras: los primeros clientes que pasan a hacerse una retrato, una pareja de novios, parecen exactamente los mismos que los de El año sin juicio (en colaboración con Pina Domínguez, 1877), incluyendo la afectada manera de hablar del galán (Cuadro II, Escena 4ª), que es la misma de Juanito Santacruz, el de Fortunata y Jacinta:

¿Me quieles?

(Pérez Galdós, 1993: 80)

La misma también que la del poeta Arturito en el pasillo chico El cuerno (Escena 2.ª, libro de Ricardo Juvera y Florentino Molina, música de Federico Gassola, 1890). De todos los demás personajes hemos encontrado réplica en otras piezas del autor, que omitiremos aquí.

Paródico resulta el zafio Soldado de Doce retratos seis reales. Quiere retratarse a caballo sobre un fondo igual al del general O’Donnell en la batalla de Tetuán, revivido por Galdós en Aita Tettauen:

Le vi ─replicó El Nasiry─, y le conocí por su grandeza, que a mi parecer supera a la de las casas. Detrás del General en Jefe siguieron entrando secciones de todos los Cuerpos con sus músicas correspondientes, las cuales tocaban la marcha de la ópera Macbeth, muy del gusto de O’Donnell por su marcial aliento.

(Pérez Galdos, 1989: 202)

Figura 7. Batalla de Tetuán (1894), de Dionisio Fierros. Wikimedia.

Exige el soldado en la Escena 7.ª:

SOLDADO      ¡Ah! ¡Quió salir a caballo!

FOTÓGRAFO Eso no es posible.

SOLD.              ¡Hay tal!
           El sargento Berrenchines
           se retrató en Alcalá
           montao en un jaco tordo
           mu plantao; y el animal
           estaba tan bien, que no
           le faltaba más que hablar.

Y un poco más adelante:

SOLD.       ¡Oiga usted! Quiero detrás
    una tienda de campaña
    y un castillo más allá.
    El cabo Bigotes tiene
    un retrato e militar
    en medio de un campamento
    con la vista de Tetuán,
    y un cañón y seis banderas.

 

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4. Una parodia: El dúo de la africana

Hay un personaje del episodio Amadeo I, de origen italiano, como el rey, que se llama Graziella (1987: 191):

Me trajeron, diez años ha, unos pobres coristas de ópera. Era yo muy mocita cuando mis padres rebuznaban, en este teatrón, los corales del Moisés y La Gazza Ladra [ambas óperas de Rossini]. Ya sabes lo que fui cuando abandonada de mis padres me metí en la vida traviattesca.

Figura 8. Portada de El dúo de La africana.

La popularidad de la ópera favoreció la aparición de modestas compañías ambulantes como la de la todavía hoy popular parodia El dúo de La africana (libro de Miguel Echegaray y música de Fernández Caballero, 1893), que acercaban el género a un público más modesto. Se bromea también en esta obra sobre la moralidad «traviattesca» de las coristas, muy mal pagadas, como las bailarinas, las costureras o las tan literarias grisetas de París, mujeres trabajadoras cuyos ingresos no daban prácticamente para vivir (Harvey, 2008: 238ss), y que frecuentemente buscaban la «ayuda» masculina:

ANTONELLI  Soy una tiple; pero ligera.

CORO              ¡Ay! Eso pronto lo ve cualquiera.

Antonia, «la Antonelli», se refiere a cierto tipo de soprano de voz fina y ágil, aunque el coro lo interprete en un sentido moral, como cuenta este otro personaje de Amadeo I, hablando precisamente de una tiple ligera:

Sí; tan ligera, que la conocí antes de media noche en el escenario, y a la madrugada estábamos ya casados requetecivilmente…

(Pérez Galdós, 1987: 82)

 

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5. Un juguete cómico: Ciencias exactas

Don Silverio, personaje de Ciencias exactas (Vital Aza, 1902), un juguete cómico sin música que se estrenó en Madrid cuando todavía estaba en cartel la Electra de Galdós, estrenada el año anterior, es un profesor improvisado a partir de haber quedado cesante tras los cambios en su Ministerio. En la Escena 8.ª dialoga con un diputado:

CEFERINO      ¿Pertenece usted a la carrera del profesorado?
SILVERIO       No, señor. Soy profesor particular. Yo era empleado en Fomento, ¿sabe usted? En la Dirección de Obras públicas, Negociado de carreteras, pero cuando la reforma...
CEF.             ¡Ya! Cuando dividimos el Ministerio.
SILV.            Sí, señor: ustedes dividieron el Ministerio y a mí me dividieron por el eje. Desde entonces estoy cesante. La necesidad me ha obligado a buscarme esta manera de vivir. Si usted pudiera reponerme...

 El nepotismo y la cesantía eran dos plagas de la administración española del siglo XIX: cuando subía un partido al poder colocaba a los suyos y echaba a cientos de funcionarios de la administración anterior. La gran obra literaria sobre este problema es Miau, de Galdós. En ella Ramón Villaamil se queja como nuestro don Silverio:

Esto ya es demasiado, Señor Todopoderoso. ¿Qué he hecho yo para que me trates así? ¿Por qué no me colocan? ¿Por qué me abandonan hasta los amigos en quienes más confiaba?

(Pérez Galdós, 1981: 91)

La mujer de D. Silverio le apostrofa en el juguete (Escena 2.ª):

BASILISA   (Aparte a Silverio.) Viviendo de mala manera. Pero, es claro, como tú eres un bragazas que necesitas que te traigan la credencial a casa.

La credencial era un documento de recomendación para el aspirante a un empleo público, y llegará a ser una obsesión al final de la pieza. No tiene desperdicio este pasaje del episodio O’Donnell de Galdós (1986, 3: 189):

Para mayor ventura de Manolo Tarfe, el mismo día que le dieron la credencial de Centurión, entregaba Salaverría la de Leovigildo Rodríguez. Solo faltaba la de Cuadrado, pero de esta colocación se encargó Beramendi, gozoso de favorecer al que había sido su desgraciado jefe en la Gaceta.

Lo que en el género chico se toma a broma, Galdós lo cuenta en serio, como nos hizo ver hace años el profesor de Lengua y Literatura Españolas, Fernando Collada. Su angustiosa situación lleva al protagonista de Miau al suicidio. La misma idea ronda la cabeza del cesante de una obra del género chico, otro juguete también, Música clásica (libro de Estremera, música de Chapí, 1880). Entresacamos unos versos que canta el pobre Cucufate:

Soy un pobre cesante de Loterías

que no come caliente hace seis días.

Como a mí me ha cabido tan triste suerte

ya por solo remedio pienso en la muerte.

(Escena 2.ª)

El diputado don Ceferino, que parece la tabla de salvación de don Silverio, hace figura del galdosiano Torquemada, convertido en ignorante y campanudo senador:

Siempre tendréis suspendida sobre vuestras cabezas la espada de Aristóteles [...]. He dicho Aristóteles porque [...] tengo verdadera manía por este filósofo, que es el más práctico de todos.

(Pérez Galdós, 1979: 439-40)

Don Ceferino, por ejemplo, no sabe ni quién es Newton (Escena 8.ª) y se traga todas las paparruchas de ecuaciones del calavera de su sobrino, mientras el profesor disimula por no perder su favor. Por las muestras que tenemos en la obra, seguro que sus discursos en el Congreso responden al diagnóstico de Rafael, el cuñado de Torquemada:

La mayor parte de los discursos que oye usted en el Senado son tan vacíos y tan mal hilvanados como el de usted.

(457)

Figura 9. Lectura de un proyecto de Ley en el Salón de Sesiones (detalle), 1908, por Asterio Mañanós. Fotografía extraída del libro El Patrimonio Histórico Artístico del Congreso de los Diputados, pág. 87. Wikimedia.

Veamos a don Ceferino en acción, que nunca decepciona (Escena 8.ª):

CEFERINO  Sigan ustedes, sigan ustedes consagrando toda su actividad, todo su esfuerzo, toda su inteligencia...
SILVERIO   (Discurso tenemos.)
CEF.         Al estudio y penetración de los intrincados problemas que ofrecen las ciencias exactas para la prosperidad y ventura de este decaído país. ¿He dicho decaído?
SILV.        Me parece que no.
CEF.         ¡Sí! ¡Decaído! Pero, los cadáveres se galvanizan; lo estéril se fecunda... Y entiendo yo, que ustedes, y solo ustedes, son los llamados a vivificar a este pueblo luchando noblemente por el esplendor y engrandecimiento de la patria. He dicho.
SILV.            ¡Viva el señor diputado!

 

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6. Incluso, ¿una opereta?: Los cadetes de la reina

En La de los tristes destinos, el marqués de Beramendi piensa en su visita a la reina Isabel II:

Ninguno de los que venimos a rendirte acatamiento te ofrecemos la verdad, porque te asustarías de oírla.

(Pérez Galdós, 1986 5: 93)

Parece que resuenen las mismas palabras, seis años después de la publicación de aquel episodio galdosiano, en labios Herminia, la reina que abdica en la opereta Los cadetes de la reina (libro de Moyrón, música de Luna):

Ahí quedan mis sedas, palacios, brillantes,

la lucida corte, lujo, vanidad;

mas si algún incauto acepta, vea antes

que a los reyes nadie dice la verdad.

(Cuadro II, Escena 7.ª)

¡Y cuánto se parece lo que dice la misma Herminia un poco antes, a otras palabras que, también Galdós, pone en labios de Isabel II recién destronada:

Me han echado… y ellos gozan de libertad… Bien, ¿y qué? Ahora… yo también libre.

(Pérez Galdós, 1986 5: 229)

Dice Herminia en la Última Escena:

[…] os vuelvo a vuestra mano

el trono que me disteis;

con él, la libertad.

10. Portada de la partitura de Los cadetes de la reina.

 Los parecidos con Isabel II, de quien tantos devaneos eróticos se contaban, son evidentes. Sus ministros cantan:

Mariposa es la Reina gentil;

volando va de flor en flor.

(Cuadro I, Escena 5.ª)

En la Escena 6.ª del primer Cuadro, Herminia se quejaba

Una reina no puede querer

porque todo le impide soñar.

Nadie piensa que es una mujer

que a la vida solo vino a amar.

Una reina no puede sentir

la alegría que da una pasión.

Una reina no puede vivir

si por su desgracia tiene corazón.

Carlos, el capitán, tan de opereta, enamorado de la reina, la defiende así:

¡Ni es cruel, ni es sangrienta, ni es tirana;

es la niña que al verse soberana,

abusa sin saberlo del poder!

(Cuadro I, Escena 5.ª)

Como un personaje Bodas reales, de Galdós:

La inocente Reina, lanzada en el torbellino sin guía, sin consejeros leales, sin maestros de alta virtud y práctico saber, no hacía más que desatinos. No es justo culpar a la pobre niña, sino a los que pusieron la Nación en sus manos, como un juguete complicado cuyo manejo se reservaban el interés y la ambición.

(Pérez Galdós, 1978: 117)

La abdicación de Herminia abre una crisis política en su pequeño país, que parece caricatura de nuestro 1868. En España sin rey leemos:

Allí se ve día por día la marcha y paso que lleva la procesión política, el alza y baja de los candidatos al Trono, que hemos sacado a subasta o concurso...

(Pérez Galdós, 1980: 42)

 

Igual que en el mensaje de despedida de Herminia (Cuadro II, Escena 7.ª):

Un cetro hay vacante; se da una corona;

vagos, ambiciosos; vuestro sol lució.

Eso, por si quedaba alguna duda sobre el concepto que merecen los anacrónicos reyes al libretista Moyrón (buen lector de Galdós, como se podrá deducir de La costilla de Adán, al final de este artículo). Concluyamos con Galdós en el mismo episodio:

[…] de todos los candidatos al Trono hacían disección y picadillo con anécdotas soeces.

(Pérez Galdós, 1980: 22-23)

 

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7. La Guerra de la Independencia como plato fuerte. Una zarzuela chica: El tambor de granaderos.

Hemos dejado para el final el ejemplo de una obra chica ambientada en la Guerra de la Independencia. En el episodio Napoleón en Chamartín, Gabriel Araceli, protagonista de la primera serie, se refugia en el convento de la Merced cuando Madrid capitula ante Napoleón, que ha acudido a reponer a su hermano en el trono, tras la derrota de Bailén.

Figura 11. El convento de la Merced en el plano de Teixeira (1656). Tras su derribo, en 1840, dio lugar a la Plaza del Progreso, llamada de Tirso de Molina desde 1939.

Ese mismo convento es uno de los escenarios de la zarzuela chica El tambor de granaderos (libro de Emilio Sánchez Pastor, con música de Ruperto Chapí, 1894), ambientada también en el Madrid de José I. Para más parecidos, Araceli, soldado como Gaspar, el travieso protagonista de la zarzuela, sale del convento y entra varias veces disfrazado de novicio, lo que provoca la protesta del prior:

¿No le he dicho que desconfían de los regulares, y especialmente han tomado entre ojos a los de esta casa?

(Pérez Galdós, 1976 2: 159)

 

Figura 12. Edición de 1917 de El tambor de granaderos, con la caricatura de Isabel Bru, que fue Gaspar en el estreno.

Coincide todo esto con las sospechas que sobre los frailes del convento manifiesta en la zarzuela el Coronel y el hecho de que en la realidad histórica acabaran siendo exclaustrados por las autoridades napoleónicas:

CORONEL  En una semana se me han escapado dieciséis soldados y cinco oficiales, y me da vergüenza no haber podido fusilar a la mitad por lo menos. También me han dicho que los señores mercenarios [sic] andan propalando noticias falsas y diciendo que el general Castaños ha derrotado al ejército francés en Bailén, y eso es mentira.

(Cuadro I, Escena 3ª)

Galdós recoge este clima de deserciones en Bailén:

Además no puede contar con un solo español que les ayude, porque todos desertan, de modo que si Napoleón quiere continuar la guerra en España ya puede mandar gente.

(Pérez Galdós 1976 1: 26)

Y como si en todo quisiera imitar al personaje galdosiano, Gaspar tiene además el proyecto de salir de Madrid hacia Zaragoza (Cuadro III, Escena 2.ª).

Aunque la Guerra de la Independencia venía siendo tratada por la zarzuela, como tema o como telón de fondo, desde mediados de siglo, la gran eclosión tuvo lugar en los años 80, 90 y primera década del siglo XX, y mucho tuvo que ver la popularidad de la primera serie de los Episodios Nacionales de Galdós, escrita entre 1873 y 1875. El público se volvió con nostalgia hacia el recuerdo de aquella gesta que unió a los españoles (Freire, 2008 2: 290). La zarzuela tuvo entonces un papel principal:

Además, la zarzuela devuelve al pueblo español una imagen más bien halagadora de sí mismo. Tiene estas dos funciones muy precisas: la de divertir a un pueblo y la de permitir su unión. Sin olvidar que ambas funciones actúan conjuntamente. La diversión en común es una de las vías hacia la unidad del pueblo. Revivir juntos los acontecimientos gloriosos de la nación permite una especie de comunión nacional y una cierta armonía.

(Ferreira, 2010: 91)

Hubo entre aquellas zarzuelas muchas del género chico, que invocaban su filiación galdosiana proclamándose, no «zarzuela» o «revista», sino episodio, «episodio lírico» o abiertamente «episodio nacional». De ellas y de las grandes vienen ocupándose, estimulados por el cumplimiento del bicentenario, algunas tesis doctorales y otros recientes trabajos entre los que destacan los de Ana María Freire, José Rosal y Sebastián de la Nuez. A ellos remitimos para saber de Cádiz (de Javier de Burgos, con música de Chueca y Valverde, 1886), Trafalgar (del mismo autor, pero con música de Jerónimo Jiménez, 1890) o de Gerona (de Luis Mariano de Rojas, música de Teodoro San José, 1892), que tienen dos actos; de Zaragoza (de Jackson Veyán, con música de Rubio, 1888), El estudiante Maravillas (de Julián Castellanos, música de Jerónimo Jiménez, 1889), Aragón (de José Suárez y Bernardo Martínez, con música de Segundo Olea y Manuel Martínez, 1892), Episodios nacionales (de Thous y Cerdá, con música de Vives y Lleó, 1908), La tarde del combate (de Manuel Sancho Izquierdo, música de José María Olaiz, 1912) y muchas más de un solo acto. Otras, como La viejecita (de Miguel Echegaray, música de Fernández Caballero, 1897), aun ambientadas en la Guerra de la Independencia, no remiten en absoluto Galdós.

Figura 13. Portada del «episodio nacional» Cádiz. Biblioteca Virtual de Defensa.

En general no se siguen las tramas novelescas de Galdós, sino los hechos que aquel evoca y, sobre todo, el ambiente, pero con otros personajes. Una excepción es El equipaje del rey José (de Cristóbal de Castro y Ricardo Catarineu, el famoso Caramanchel, con música de Chapí, 1903), que se ciñe al episodio de Galdós. Y lo es más porque el propio Galdós se involucró en la orientación del texto (Freire 2012), como lo haría a continuación en la ópera Zaragoza (con música de Lapuerta, 1908) cuyo libreto llegó a escribir. Ni en uno ni en otro caso el éxito coronó la empresa.  

 

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8. Y algunas revistas para terminar: Galdós como personaje del género chico

Temas, ambientes y situaciones, personajes, argumentos en ocasiones, incluso las palabras del novelista cobran vida sobre los escenarios del género chico, siempre tan atento a lo que se llevaba en el momento, a lo que tenía la gente en la cabeza, a lo que era tema de conversación. Pero no acaba aquí la influencia de Galdós. Su propia persona fue también objeto de atención en obras como las revistas Casa editorial (de Gonzalo Cantó y Carlos Arniches, con música de Taboada, 1888) y Biblioteca popular (de Luis de Larra, con música de Valverde-hijo y Rafael Calleja, 1905). En la primera, un personaje alegórico que personifica a la Novela (recurso característico de este subgénero), cita, entre otras obras de diferentes autores, los siguientes títulos galdosianos: Doña Perfecta, Episodios Nacionales, Lo prohibido, Tormento, La familia de León Roch, Marianela, La de Bringas y Fortunata y Jacinta (Cuadro II, Escena 6.ª). Concluye la obra la obligada Apoteosis, en la que el coro canta la gloria de nuestros mayores talentos literarios: Valera, Alarcón, Pereda y, para rematar, Galdós. No olvida el coro a los músicos del género chico: Barbieri, Arrieta, Chapí, Marqués… Género obliga.

El primer Cuadro de Biblioteca popular se ambienta en la Feria de Septiembre que se instalaba en el Paseo de Atocha de Madrid, donde aparecen puestos de libros y de juguetes.

Figura 14. Hoja de una revista de 1905 sobre las Ferias de Madrid.

Uno de los personajes, Robinsón, dialoga con un librero que le ofrece:

LIBRERO    Episodios Nacionales, por don Benito Pérez Galdós.
ROBINSÓN ¿Y eso qué es?
LIB.          Hechos gloriosos de la Historia de España, con retratos de sus protagonistas.
ROB.         ¡Los quiero, los quiero todos! ¡Venga la colección completa!

(Escena 3.ª)

En la escena siguiente se suma el coro, que representa a los Episodios Nacionales, incluyendo a los personajes caracterizados de Churruca, Agustina de Aragón, la hija de Malasaña, un garrochista, un fraile, Zumalacárregui, Mendizábal, Espartero, Cabrera, Narváez, Sor Patrocinio, Prim, O’Donnell, un moro y un voluntario. Desfilan todos dando ¡vivas! a los acordes del republicano himno de Riego. Después cantan:

¡Adelante y viva España!

No cesemos de avanzar,

conquistando poco a poco

el aplauso general.

 

Nos aprecian el magnate

y el humilde menestral,

y enseñamos deleitando

la epopeya nacional.

Proclama así el texto que los Episodios Nacionales están destinados a todos los españoles, ricos y pobres, exactamente igual que había conseguido el género chico, haciendo buenas estas palabras de Galdós sobre el teatro, del artículo que invocábamos al principio:

El teatro es y ha sido siempre el arte destinado por excelencia a toda la multitud que porta en su seno los diversos caracteres de la familia humana, desde el ser refinado que sabe mucho y siente poco hasta el iletrado que ignora todo y siente con pujante intensidad.

(Pérez Galdós, 1904)

A continuación del coro llega el solo de Agustina de Aragón, que canta la famosa jota, pero cuya letra reconciliadora, acorde con la evolución del pensamiento de Galdós sobre las guerras, empieza así:

La Virgen del Pilar dice

acaben ya los rencores,

ya quiero ser capitana

de franceses y españoles.

Acabado el canto, declama:

(Hablado, adelantándose con orgullo.)

¡Loor al autor sin segundo,

al novelista fecundo

que al relatar nuestra historia,

nos eleva hasta la gloria

ante los ojos del mundo!

 

¡Loor al genio portentoso

al que escribió sin reposo

de la libertad en pos!

¡Viva el insigne coloso

Benito Pérez Galdós!

Solo le quedaba una cosa al género chico: sacar a Galdós a cantar en escena. ¡Pues no faltaría más! La costilla de Adán (de Julián Moyrón y Ricardo G. del Toro, con música de Giménez), estrenada el año de la gran crisis política, social y militar de 1917, se apunta a la añoranza del pasado. Se trata de una revista chica en la que el torero Cohete, una vez muerto y en lo que parece un deambular por el firmamento guiado por Venus, se encuentra con los Signos del Zodiaco, que no son sino Bécquer, Daoiz, Velarde, Cánovas, Castelar, Ruiz Zorrilla, Goya, Prim, Carlos IV, Gravina, Sagasta, Cervantes y Benito Pérez (Galdós), que cantan el desencanto del momento presente:

Como signos del zodiaco

que rodean nuestra esfera

vive hoy nuestro recuerdo

en política, arte, letras,

cada uno por su estilo

gloria fue de la nación,

y aunque muchos nos imitan

no tenemos sucesión.

(Cuadro II.º, Escena 6.ª)

Figura 15. Benito Pérez Galdós, fotografía de Franzen, en Blanco y Negro, 09-02-1901.

 

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5. Referencias

 

5.2. Bibliografía

  • CEBALLOS VIRO, Álvaro (2017): «El cine en el género chico (1897-1936)», Hecho Teatral, nº 17, pp 37-75, Valladolid.
  • COLLADA, Fernando (2010): Los géneros chicos, Ed. Clásicas, Ed del Orto, Madrid.
  • ESPÍN TEMPLADO, Pilar(1987): «El sainete del último tercio del siglo XIX, culminación del género dramático en el teatro español», en Epos. Revista de Filología, Madrid, UNED, vol. III, pp. 97-122.
  • ─(1995). El teatro por horas en Madrid, 1870-1910. Subgéneros que comprende, autores principales y análisis de algunas obras representativas. Instituto de Estudios Madrileños, Madrid.
  • FERREIRA VICENTE, Amélie (2010): La zarzuela du XIXème siècle : un genre mineur pour un patriotisme mineur ? Mémoire Master 2 en Études hispaniques, Un. M. de Montaigne Bordeaux III.
  • FREIRE, Ana María (2008): «La Guerra de la Independencia en el teatro lírico español (1808-1814) en MORÁN DE RUBIO, Francisco (coord.): Guerra, sociedad y política (1808-1814), Vol. I, Universidad Pública de Navarra, Pamplona.
  • ─(2012): «Chapí, Galdós y los Episodios nacionales en la zarzuela (a propósito de El equipaje del rey José)», en SÁNCHEZ, Víctor, SUÁREZ, Javier y GALBIS, Vicente (coord.): Ruperto Chapí. Nuevas perspectivas, Valencia. Institut Valencià de la Música-Generalitat Valenciana, tomo I, pp. 357-370.
  • HARVEY, David (2008). París, capital de la modernidad. Akal, Madrid.
  • LEBEL, H. (2001): Le Thêatre à Paris (1880-1914) reflet d’une société ?, tesis, A. Daumard (dir.), París.
  • NUEZ, Sebastián de la (2004) : Historia y testimonio epistolar de unas zarzuelas basadas en obras de Pérez Galdós, Memoria digital de Canarias. [En línea] http://anuariosatlanticos.casadecolon.com/index.php/aea/article/view/421
  • PÉREZ GALDÓS, Benito (1904): «Le théâtre en Espagne», Le Temps, París, 15/08/1904.
  • ─(1914): «Prólogo» a CASERO, Antonio: La Musa de los Madriles, Sáenz de Jubera hermanos, Madrid.
  • ─(1923): «Arte por horas», en Nuestro teatro, Madrid.
  • ─(1976 1): Bailén. Alianza, Madrid.
  • ─(1976 2): Napoleón en Chamartín, Alianza, Madrid.
  • ─(1978): Bodas reales, Alianza, Madrid.
  • ─(1979): Las novelas de Torquemada. Torquemada en el purgatorio, Alianza,       Madrid.
  • ─(1980): España sin rey, Alianza, Madrid.
  • ─(1981): Miau, Labor, Barcelona.
  • ─(1986 1): Cánovas, Alianza, Madrid.
  • ─(1986 2): Los duendes de la camarilla, Alianza, Madrid.
  • ─(1986 3): O’Donnell, Alianza, Madrid.
  • ─(1986 4): Prim, Alianza, Madrid.
  • ─(1986 5): La de los tristes destinos, Alianza, Madrid.
  • ─(1987): Amadeo I, Alianza, Madrid.
  • ─(1993): Fortunata y Jacinta, Planeta, Barcelona.
  • RODRÍGUEZ PUÉRTOLAS, Julio (2005): «Estudio preliminar» de PÉREZ GALDÓS, Benito: Fortunata y Jacinta, Akal, Madrid.
  • ROSAL NADALES, Francisco José (2017): Hasta morir o vencer. La Guerra de la Independencia en la zarzuela (1847-1964), tesis doctoral, UNED. [En línea]
    http://e-spacio.uned.es/fez/eserv/tesisuned:GeoHis-Fjrosal/ROSAL_NADALES_FranciscoJose_Tesis.pdf
  • SALAÜN, Serge (2011): Les spectacles en Espagne. 1875-1936, Presses Sorbonne Nouvelle, París. [En línea] https://books.openedition.org/psn/1317

 

5.3. Créditos del artículo, versión y licencia

ETAYO GORDEJUELA, Juan y Miguel (2020). «Galdós y el género chico». Letra 15. Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo» de Madrid. Año VII. N.º 10. ISSN 2341-1643 [URI: http://letra15.es/L15-10/L15-10-13-Juan.y.Miguel.Etayo.Gordejuela-Galdos.y.el.genero.chico.html]

Recibido: 12 de enero de 2020.

Aceptado: 1 de febrero de 2020.

 

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