Letra 15. Revista digital
Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo» de Madrid - ISSN 2341-1643

Sección ARTÍCULOS

Bello y cuervo: un ensayo atípico de Max Aub

Luis Cañizal de la Fuente

Luis Cañizal de la Fuente

El autor es catedrático de Lengua española y Literatura del Instituto San Isidro de Madrid, donde ha sido docente desde 1976 hasta 2006. Recientemente ha publicado en línea el poemario Notas para la próxima existencia (2018) y su obra en prosa Perséfono. Digresiones en caída libre (2019).

ludocanizal@gmail.com

Resumen / Abstract

Resumen.

Caracterización anecdótica de Max Aub. Max Aub cultivó todos los géneros literarios y trasvasaba contenidos y fronteras de unos a otros: aquí, del ensayo (fingido) a la narrativa (efectiva). Disfraces, también, del narrador, del autor y del personaje: un cuervo sabio y parlante, y ensayista. Un fondo de amargura en la totalidad de la obra. El punto de vista del cuervo ensayista-narrador está distorsionado adrede: los penados del campo de concentración pasan por pensionados más o menos felices. El cuervo narrador y su irónica superioridad. Mirado en conjunto, la voz ensayística se parece a la del Quevedo más grave, sin que en Aub deje de haber su sarcasmo amargo. Mecánica del perspectivismo literario. Una prueba: el perspectivismo con animales en El bosque animado, de Fernández Flórez. Se sacan conclusiones. Después, enjuagues y experimentaciones a vueltas con fábulas y refranes. Continuando con el punto de vista del cuervo, posición respecto a cornejas y urracas. En este viaje, se evidencia el manejo de un bululú. Y en la sección final, visiones rápidas de penados, como minirrelatos amargos, que evidencian modelos humanos reales. Entronque con un relato aubiano posterior. Por fin, el estilo: solemnidad irónica. Entronque episódico con Campo francés, en su último cuarto.

Palabras clave: géneros literarios, ensayo, disfraz, amargura, cuervo, ensayístico, reclusos, campo de concentración, Pirineos, clásicos, conceptista, perspectivismo, punto de vista, registro, gallego, gatos, ovillo, fábulas, refranes, francés, conversacional, urracas, voz, nerviosidad, fichas, microrrelatos, cuento, realidad, chacota, morfología, léxico, sintaxis, guion cinematográfico.

Beauty and crow: an untypical essay from Max Aub

Abstract.

Max Aub’s incidental portrayal. Aub cultivated all literary genres and transferred the contents from on to the other, crossing back and forth their frontiers. In this article, we deal with a fake essay moving towards a real narrative. The narrator, the author and the main character also disguise as a wise and talking crow which is also an essayist. A background of bitterness permeates the work as the point of view of the wise and talking crow-essayist is intentionally distorted: the convicts of the concentration camp appear to be somehow happy. All is told by the narrating crow and its patronizing irony, which resembles to Quevedo’s bitter prose, nonetheless keeping Aub’s bittersweet sarcasm. Aub also makes use of the literary perspectivism, similar to the one used by Fernández Flórez in El bosque animado. Conclusions are drawn and then we simulate the versatility and experimentations of Aub with fables and proverbs. We carry on with the point of view of the crow and the comparison with its position and those of magpies and other birds of prey. We explain the use of a bululú on this article and, on its final section, we study the sight of convicts within bitter short stories which make clear real human models. It connects with one of Aub’s later stories and we finally study style and its ironic pomposity and how it connects with Campo francés in tis late quarter.

Keywords: literary genres, essay, disguise, bitterness, crow, essayist, convicts, concentration camp, Pyrenees, classics, conceptisim, perspectivism, point of view, register, Galician, cats, ball of thread, fables, proverbs, French, conversational, magpie, voice, nervousness, files, short story, reality, jokes, morphology, lexicon, syntax, screenplay.

Escritura corvina

§ 1. Errata

El primer viaje de Aub a España, tras su exilio, fue recogido así por el diario Madrid en su portada del 10 de septiembre de 1969. Fuente: Hemeroteca Diario Madrid (1966-1971). El segundo fue en 1972.

Debió de ser en la primera mitad del ’72 y en el Ateneo de Madrid. Pero no en la tertulia informal de la Cacharrería, con los jóvenes, sino en el salón de actos «con todo y todo», que diría él. Hubo coloquio, y un preopinante se levantó a preguntar no sé qué al ponente. Le llamaba «señor Ó», una y otra vez; a la segunda, el aludido estalló:

─¡Oiga usted!: yo me llamo Aub: A, U, B, ¡y como vuelva usted a llamarme «señor Ó» le echo de aquí !

Así se las gastaba Max Aub cuando le afloraban las malas pulgas, que no era siempre.
Lo que pasaba en aquellos primeros ’70 es que muchos universitarios éramos muy ingenuos y, sobre todo, a pesar del tono con que nos pronunciábamos, éramos también muy inexpertos en el diálogo directo con los mayores, quiero decir con los intelectuales. Había que oír las calabazas que daba en clase el catedrático al alumno que osaba preguntar o proponer algo mínimamente arriesgado.

Pero es que, además, Aub venía muy receloso, y tenía una historia personal muy tormentosa, en aquellas asomadas que hizo a España a finales de los ’60 y principios de los ’70. Léase, claro está, La gallina ciega. Diario español (Aub, 1975).

Max Aub con Esther Tusquets, Magda Oliver y Carmen Balcells, Barcelona, 1972 (fotografía de Colita). Fuente: CVC.

 

         Arriba                      Arriba        

§ 2. Preámbulo

Pero quiero ir al grano. Max Aub cultivó en su vida todos los géneros literarios «y algunos más» como diría él quevedescamente. Lo que pasa es que, además, en algunos de sus libros el género literario «está disfrazado de otro». Concretamente, en Manuscrito cuervo. Historia de Jacobo, el ensayo está disfrazado de cuentos o novelitas. O viceversa: la narrativa disfrazada de ensayo. Disfrazada como el propio escritor: en los «títulos de crédito», no encontramos al autor más que al final, agazapado en esta añadidura: «Traducido ahora por primera vez del idioma cuervo al castellano por Aben Máximo Albarrón» (Aub 1969: 145-214). Está disfrazado de judío sefardí en tierra de moros, lo que no es poco novelar, y además dando sopas con honda en fonética histórica: si se llamaba ALBarrón, la l trabante vocalizó en su correspondiente velar: u, como casi sucede en la pronunciación del catalán, y el resto del apellido apócrifo se borró, en su pronunciación rápida: ya tenemos Aub desvelado. Pero, además, si volvemos a lo primero, podemos ver a don Max ejerciendo de trujamán, como hacían los sefardíes en la España de las tres culturas: traducían del castellano al árabe para los moros, y del árabe al castellano para los cristianos. ¿Qué tal? Fábula histórica comprimida en tres palabras. ¡Porque también el autor tenía que divertirse, y cómo no!

Todo lo cual no obsta para que la novelita-ensayo en su totalidad tenga un deje de amargura que se le queda al lector en el fondo, si se la administra de un tirón. O de dos, especialmente la segunda mitad.

Por consiguiente: adminístrese en pequeñas dosis.

 

         Arriba                      Arriba        

§ 3. ‘Bajo mi punto de vista...’

Solía decir un profesor mío: «Bajo un punto de vista... no se ve nada». Y tenía razón, porque lo decía hablando de humanos. Ahora bien: si habla un cuervo, mientras vuela... pues resulta que, bajo su punto de vista, las cosas de los humanos se ven muy de otra manera que como las vemos nosotros. Y es lo que pasa en la Historia de Jacobo: que está contada toda con esa perspectiva. Y además, enfocada en plan de Informe de un cuervo a sus congéneres, sobre los humanos y, a retazos, por si a los cuervos les pudiera servir de algo en algunos (pocos) aspectos. Todo lo cual hace que el texto tenga el formato ensayístico que de ahí se esperaba. Pero falta por decir lo más grave: los humanos casi no son más que los reclusos internados en el campo de concentración de Vernet, y precisamente entre 1939 y 1940. El ponente es Jacobo, un cuervo que vive y vuela en esos aledaños y tiene mucha familiaridad con los humanos (pero los desprecia, et pour cause). Es un cuervo muy sabio ─eso cree él─ y habla de todo con una seguridad aplastante. Desde su punto de vista, los internados están allí para su solaz, el de ellos; y los uniformados del campo, algunos con galones, están al servicio de los otros. Y este es el planteamiento. Falta el elemento geográfico: frío o calor extremos, según la estación. Al fondo, los Pirineos.

El relato está estructurado en parágrafos sin numerar pero con titulillo que casi siempre empieza con la palabra De, según el castellano heredó del ensayo latino clásico: como en De re rustica. Al comienzo hay un Índice que luego no se respeta (pero da igual, o casi es un alivio porque el lector no esté preparado para tanto envaramiento), y la directriz que ahorma todo el texto es la mención constante de los Cuervos Supervisores que casi siempre son mencionados por su... matrícula: X471-B 4 a título de ejemplo y por no acumular muestras de lo que, cuando aparece, desconcierta o fastidia al lector; menos mal que se dan otras menciones, cuando el relator tiene más cercanía con el citado: el

Cuervito X414 que ha tenido la gentileza de revisar las pruebas (...)

...que la Junta para Ampliaciones de Estudios [¿les suena?] pensione algún cuervillo...

mis ilustres concorvinos, especializados en filología...

Ya se ve que Jacobo cumple todos los extremos del ensayo clásico.

¡Hombre, hablando de clásicos!: el estilo de la pieza es el conceptista de Quevedo en sus obras más serias pero igualmente nerviosas de concisión artística, como el Marco Bruto. Max Aub contrahace a la perfección (pero sin abrumar al lector) el estilo de los ensayistas de nuestro siglo XVII. Sin más dilación, un ejemplo del estilo conceptista aubiano:

El bulo... intranquiliza a los más escépticos, exalta a los alicaídos, corre, vuela y se revuelve, desconocido. ¿De dónde nace? Del aire y siempre con un regustillo de verdad escondida [...] red nerviosa, rapidez de luz, toque de imaginación, vanguardia de deseos, fruto natural del sueño, pimienta del encierro, sarpullido de las noches, desazón de los enteros, escalofrío de tontos, plasmado sueño de débiles.

(Aub 1969: 184)

 

         Arriba                      Arriba        

§ 4. Se examina el mecanismo

Pero volvamos a nuestros cuervos. Ya se habrá comprendido que lo que Max Aub hace en este tratado es perspectivismo, es decir, adoptar un punto de vista distinto del habitual en los escritores y en los humanos para mirar todo el mundo (o «todo un mundo») con los ojos de otro ser. El perspectivismo puede funcionar con muy diversos modos e intenciones. La más elemental es la de aleccionar, pero quizá esta es la más desdeñable, y, desde luego, no es la de Aub.

Vamos a volar a otro ángulo.

El planteamiento es como sigue. Los hombres (los lectores) solemos estar medianamente satisfechos con lo que somos. Pero si oímos a algún semejante expresarse con extrema presunción sobre su persona, nuestra inmediata reacción es bajarle los humos, porque «nadie es más que nadie». Ahora bien, precisamente por humanidad, no es aconsejable zaherir al vanidoso. Como mucho, se le puede contar una historia edificante «por la otra punta». Y así, al tiempo que procuramos que coja la alusión, nos distraemos los dos.

Y eso es lo que hace Max Aub: levanta el punto de vista, lo levanta espacialmente, y hace que el cuervo Jacobo se produzca por un registro de autosatisfacción desmedida, desmesurada, y hable con enorme desprecio de los humanos penitenciados en el Vernete. Con lo cual consigue que el lector se apiade de ellos, sin sentir remordimiento por el hecho de compadecer.

Pero perspectivismo en literatura puede haberlo, naturalmente, de muchos grados y muy distintos sabores. Vengan muestras. Primero, aunque no en el tiempo, una del gallego Fernández Flórez; hablan los gatos del pazo:

─¿Qué hacías en el pazo?

─Comer y dormir.

─¿Nada más?

─También jugaba con los ovillos de mis amas.

─¿Qué es un ovillo? ─preguntó uno de los hijos del jefe, que había nacido y vivido siempre en la fraga.

─Un ovillo ─dijo su padre─ es un animalito redondo que anida en el regazo de las mujeres. Cuando corre, adelgaza y se le estira el rabo. No es comestible ─terminó con desprecio.

(Fernández Flórez 1997: 111)

Y véase la diferencia con Max Aub en Historia de Jacobo, tratadillo De las gafas:

La única costumbre hombruna que me parece aprovechable para la civilización corvina es el empleo de las gafas [...] Dan prestancia, y el que las lleva no puede olvidar su escogida condición. No sirven para ver sino para ser visto.

(Aub 1969: 184)

Y, de todos modos, debo decir que el perspectivismo de Fernández Flórez en aquella muestra es mucho más logrado y redondo que el de otros capítulos y pasajes en El bosque animado: abunda en la Estancia XV, ¡y a vueltas con un cuervo, precisamente! Pero en cuanto a eficacia, es mucho peor que el cáustico de Aub en la Historia de Jacobo. Compruébese.

 

         Arriba                      Arriba        

§ 5. Divertissements

Pero no todo son venablos envenenados. Continuamente hay en la Historia de Jacobo pasajes que nos dan la impresión de un columpiarse a modo de recreo (aunque siempre en el comentado estilo doctrinal) insistiendo sobre dos teclas: las fábulas y los refranes. Y las enumeraciones caóticas. Hay que dar cuenta de la primera con una cita que resulta larga, pero que se hará provechosa si en ella se aprecia el sabor quevedesco de la prosa. Sigue hablando Jacobo, claro:

Siempre hemos tenido mala prensa, sin hablar siquiera de los fabulistas, que, como es costumbre general humana, y más de los escritores, muestran un desconocimiento absoluto de la materia que tratan. Sabida, hasta del mayor mentecato, nuestra prudencia, nuestro temor y recelar, nuestra desconfianza, nuestro cuidado y recato que nos lleva a planear ─en ambos sentidos de la palabra─ buscando con nuestro soberbio olfato y penetrantísima mirada, lugar solitario donde posarnos, llega ese fatuo francés, de peluca y pantalón corto, nombre corriente, asegurando, para mayor regodeo de niños y niñas, barbaridad tan ultrajante como aquello de:

Maitre corbeau, sur un arbre perché, etc.

¿Qué nos puede enseñar a nosotros una zorra? Y en cuanto a cantar...

Pero ya había tocado antes esa tecla:

Hablar corvinamente de los hombres es pisar un terreno virgen, o casi, de los anales de la tierra. Algún ilustre antepasado nuestro tuvo relaciones, no muy cordiales por cierto, con algunos fabulistas: especie de embajadores que, sin mayor resultado, intentaron enviarnos esos bípedos.

(Aub 1969: 164, 155)

¿Con qué se divirtió más el memorialista: con las fábulas, o con los refranes? Claro es que ni las unas ni los otros los utiliza Aub en su corriente utilidad gnómica y paremiológica, porque entonces maldita la gracia que tendrían-tienen, sino, como ya he dicho, en son de diversorio, y ni siquiera es necesario que provoquen la carcajada. Aub es más fino que todo eso. Y adviértase de paso, en la muestra antepasada, eso del «fatuo francés..., nombre corriente...»: ese toquecito de alusión suave a La Fontaine; digo, cosas parecidas a eso, se las he oído yo a los viejos de los pueblos de Castilla hace más de sesenta años, y están en el habla de los personajes de Jiménez Lozano, y esto se dice para que no se pierdan de vista los toques de vena conversacional que adornan a Max Aub.

Pero vengamos a lo de los refranes. En el epígrafe De la especie, y con la excusa de presentar al hombre como bicho terrestre, acumula Jacobo hasta cuarenta refranes o frases proverbiales de contenido zoológico. Y hasta en esta operación que, enunciada así, podría parecer que no tiene maldita la gracia, saltan chispas que divierten precisamente porque no tiene ahí función práctica el refrán. No función práctica, sino diversoria. Los hay de todos los pelos, y alguno provoca un sobresalto porque no es propiamente un refrán, sino, dicen, lo que se leía antaño en algunas navajas ─¡grandes de hoja, tenían que ser!: pues por eso lo tremebundo─, y era:

Cuando esta víbora pica, no hay remedio en la botica.

(Aub 1969: 174)

Dejo lo tocante a las enumeraciones caóticas para el epígrafe en que hablo del estilo aubiano.

 

         Arriba                      Arriba        

§ 6. Rivales, antagonistas y menospreciados

Para que no falte ni un detalle de «lo humanos que son» los cuervos, ha de saberse que, recorriendo todos los tratados, saltan (literalmente también) aquí y allá los rivales del cuervo, sobre todo como término de comparación y ‘percha de los golpes’: las cornejas y las urracas. Véanse las muestras:

Sólo Plinio nos trató con cierta consideración, ¿qué mosca le picó?

Claro está que quedan las cornejas, nuestras inferiores [nota 3 a pie de página: Todo parece indicar que nuestro cuervo era racista (N. del T.)], que sirvieron para los albures. ¿Pero quién toma eso en serio? La razón vence siempre.

Para apurar los extremos y pormenores del perspectivismo aubiano, me veo en la precisión de desmenuzar acepciones y significados: albur significa ahí ‘adivinación, augurio’, que es para lo que aparece la corneja en el Cantar de mio Cid, por ejemplo. De todo lo cual resulta que el cuervo, además de racista, es racional y contrario a supersticiones: en un buen texto perspectivista no se puede tirar a degüello, sino siempre matizar. Bien.

Ahora, sobre las urracas; disculpando lo largo de la cita; y lo tortuoso de su razonamiento; pero todo se merece con tal de apreciar matices en el texto aubiano...

(Mientras escribía lo anterior, me he dado cuenta de que los dobles y triples fondos que aparecen en la voz aubiana hacen pensar en un teatrillo de muñecos, y en el maese que está detrás; y esa reflexión me trae a las mientes uno de los latiguillos y martingalas que preceden al texto propiamente dicho: «Edición, prólogo y notas por J. R. Bululú, Cronista de su país y visitador de algunos más». ¿Bululú? ¡Ahora caigo!)

Lo de las urracas:

Los hombres, para que no haya lugar a dudas, llevan señas exteriores de su rango: valen según sus ‘galones’, y por sus ‘galones’. (‘Galón’ es una cinta, una tira de tela que se aplican en las mangas del uniforme; hay que reconocer que tanto la plata como el oro son inventos notables. También las medallas, que se cuelgan del pecho, hacen feudataria la voluntad de los que no las poseen).* [Nota al pie: *Este paréntesis parece interpolación de mano de urraca.]

Y he preferido dejar para este lugar un refrán muy característico y esperable que usa el cuervo Jacobo; para este lugar, a pesar de que aparece muy al principio del ensayo:

Soy un cuervo perfectamente serio. Tengo en mucho decir las cosas como son y no como desearía que fuesen, achaque de tantos y mal para todos. Al cuervo, cuervo y a la urraca, urraca.

 

         Arriba                      Arriba        

§ 7. Dramatis personæ

Leyendo la Historia de Jacobo y su lluvia y variedad de epígrafes, se da cuenta uno de que la vena de Max Aub es irrestañable. Pero no se sabe qué va a poder más en él, si su nerviosidad o su inventiva. (Como en Quevedo, por cierto.) Ello es que al cabo de cincuenta páginas del jaez que acabo de mostrar, no se sabrá nunca si por cansancio, por hartura, por inconstancia o por ‘tendencia a reventar el juguete a picotazos’, el cuervo Jacobo da un viraje espectacular y se produce por este registro:

Doy a continuación las fichas de unos cuantos, escogidos al azar. Para mayor exactitud vayan fecha y lugar: 22 de junio de 1940, campo del Vernete, departamento del Ariège, Francia. Cadahalso 38, Zona C.

(Aub 1969: 203)

Y siguen, a modo engañoso de fichas ‘de media filiación’, veintiocho secuencias cortas precedidas de nombre, apellido y profesión de otros tantos reclusos; pero enseguida puede más el novelista que el ordenancista, y las secuencias se convierten en microrrelatos fulminantes con un aspecto inequívoco de que ‘así sucedió’. (¿No hay en la bibliografía de Max Aub un título que dice Yo no invento nada? Pues aquí encaja como de molde. Entonces, ¿qué es ahí lo literario? ¡Pues ni más ni menos que el estilo! Y la condensación. Que no es poco.)

Lo que también hay que precisar es que algunos de los fichados son protagonistas o comparsas en otros cuentos de Aub: por ejemplo, El Asturias, así, sin más nombre ni más nada; pero sobre todo el Málaga, que aparece en grupo, y tan característico que, a continuación en dos libros aubianos, se desprende de ahí y da origen al cuento siguiente: El limpiabotas del Padre Eterno. Todo ello muy instructivo sobre los procesos aubianos de creación y las escalofriantes relaciones entre literatura y realidad en la obra de nuestro autor. Escalofriantes porque muchas veces, en su narrativa, el lector recibe en plena cara un hálito de vida sufriente que le pone los pelos de punta. Puede parecer una pamema, pero este memorialista (un servidor, el que esto escribe) leyó por primera vez seguidos y de una sentada todos los «casos humanos», «microrrelatos» o «medias filiaciones literarias» que constituyen la segunda parte de la Historia de Jacobo, y acabó la tarde de esa lectura con la moral por los suelos. Por eso aconsejaba más arriba (§ 2, final) que se distribuyese esta segunda parte en sesiones breves y salteadas. Las veces anteriores, años ha, de esa lectura, se hizo así, en sesiones desperdigadas y un poco distraídas. Mejor esto. O menos mal.

Un grupo de prisioneros en el campo de concentración de Djelfa. El Málaga es el tercero por la izquierda; estuvo primero en el Vernete y luego en Djelfa, donde... «le murieron». La fotografía procede de Diario de Djelfa.

Pero mirando ahora solo la parte literaria, es muy interesante este mecanismo por el que el creador elige o descarta, de entre el muestrario de sus personajes, a los que merecen o piden a voces todo el espacio de un relato entero.

Ahora bien, hablando de las colecciones y agrupamientos que de sus relatos hace Aub (aquí sólo se manejan dos libros: los que tienen más relación con España), conviene advertir que la de Monte Ávila resulta más cariciosa e invitatoria, incluso tipográficamente, que la de Seix Barral, más áspera y despegada para muchos lectores españoles.

Fragmento del relato La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco, leído por el propio autor (1:22 min) (Aub 2001).

 

         Arriba                      Arriba        

§ 8. Asoma entre cortinas...

Como ya estamos afuera, o en las afueras, del texto aubiano, no quiero perder la ocasión de recoger un detalle del aparato crítico que precede al tomito: en el epígrafe «Criterio general para esta edición», un paréntesis, debajo, aclara lo que desde hace mucho se esperaba:

Siguiendo, como es natural, las Disquisiciones, de Cuervo.

Bromas aparte, ¿qué es esto? Es la obra Disquisiciones sobre antigua ortografía y pronunciación castellanas (1895-1898), de Rufino José Cuervo. Utilizada para una chacota. Y en efecto tiene gracia.

 

         Arriba                      Arriba        

§ 9. Estilo áulico

Pero volvamos a zambullirnos en la prosa aubiana para hablar de su estilo, que no es pequeña tarea, ni antipática, sino que puede hacerse muy interesante.

Ya dejé dicho que el sabor quevedesco es lo más notable, y no poco elegante, de la prosa de Max Aub (ver otra vez § 3). Pero es obligado hablar de su morfología y su léxico, que llama mucho la atención, tanto a oídos ─sí, digo bien, no a ojos─ españoles como americanos. ¿Se me permitirá aportar muestras de otros textos aubianos? Gracias.

Primero, algo de morfología. ¿Por qué le gustarán tanto a Aub los pronombres enclíticos? Véase el efecto:

No recoge los trastos; hácelo Lupe, la ‘Güera’.

No porque esté al lado de un americanismo de México (güera ‘pelirrubia’) vayamos a creer que ese verbo con el pronombre enclítico sea también del español de América; no; hay en toda la obra de Aub múltiples ejemplos de ese uso que a los españoles nos sabe un poco arcaico y otro poco envarado. Pero en el conjunto de la obra aubiana dan un efecto áulico que tiene un deje burlón. No sé si me equivocaré.

Más de lo mismo, ahora sin ubicar:

Llámanlo ‘bancos’.

Los incurables dícense actores o cómicos.

Cuidan tanto su cuerpo... tiénenlo en tanto que en su aseo se les va lo mejor de su tiempo.

Cáeseles el pelo..., sálenles manchas..., dígolo por mí..., hácenlo todo de prisa y mal... 

Las últimas cuatro muestras, en una sola página.

Basta, de esto: ya se ve, ya se oye, el efecto.

Parecida solemnidad tiene buena parte del léxico que se gasta Aub, digo el señor cuervo, en todo este texto. Ejemplos de una sola página, también:

Me refiero a otra felonía que se malbasa en una dolosa interpretación... Tal alud de bazofia, ya consignada por un tal Job, que tuvo la avilantez de...

Y, aunque parezca increíble, no da la sensación de acartonamiento ni de envaramiento. Sin duda ello se debe a que la materia narrativa, siempre en Aub, le pone sal y pimienta a todo lo que escribe, sin que esta frase tan vernacular suponga atribuirle superficialidad al autor, claro. Ligereza y condensación, sí. Juntas.

Por fin, la prometida baza sobre el elemento léxico-semántico. Ya se ha podido apreciar, en las muestras traídas para otros fines, como funciona en este nivel el estilo aubiano. Pero quiero que haya una muestra definitiva y evidentísima. No sin previamente avisar que la enumeración caótica, dentro del nivel léxico, hace juego con el asíndeton, en sintaxis. Y así se engranan con mucha frecuencia en la prosa de Max Aub, hasta el punto de ser una marca de su estilo literario.  Véase al final del epígrafe Del trabajo:

[Los humanos] Hurtan horas al sueño para romper la tierra, entretiénense en aplanarla, en abrirle hoyos, en perforar montes, de día y de noche sudan en empleos inútiles, labran la madera, funden metales, barren las calles, corren tras una pelota. Nada de todo eso es funcional. Y así andan echando pestes de su mundo, como si no fueran ellos lo[s] que fabrican su esclavitud. Penados, campesinos, albañiles, secretarios, capataces, vendedores, gañanes, mayorales, sobrestantes, metalúrgicos, artesanos, aprendices, que así y de otras mil maneras se llaman, según su trabajo: todos mercenarios.

(Aub 1969: 169)

No me resisto a hacer notar que el remate del período sintáctico es muy característico del estilo aubiano. Apréciese lo lapidario del mismo. (Pero es un lapidario irónico, claro. Con toda la seriedad y cara de pocos amigos del estilo de Quevedo. Modernizado, muy elegante.)

         Arriba                      Arriba        

§ 10. De rama en rama

Aquella última sección mencionada de la Historia de Jacobo, la de las ‘medias filiaciones’, parece como si hubiera sido la preparación, o más bien boceto, para el guion cinematográfico Campo francés, que está escrito en 1942. Véase esta acotación que es como si se hubiera extraído con pinzas del Manuscrito cuervo:

En una esquina algunos juegan a las cartas; más allá, otros, al ajedrez. Dos o tres escriben. Schlesinger, un viejo judío, anda de mesa en mesa limosneando. Dos italianos cantan ópera en falsete. Hay un español que lee; otro canta flamenco por lo bajo. Algunos duermen; dos roncan. Los políticos hablan apelotonados en el fondo. En una esquina alguien lee un periódico en voz alta para quince o veinte ávidos oyentes. Dos dibujan; hay mantas y cáscaras de naranja colgadas. Polvo, mugre; en el suelo, siete filas de jergones: cerca de doscientos hombres. Alrededor de una estufa un apelotonamiento de gente que gruñe queriendo sitio para cocinar o calentar agua. Un viejo, en calzoncillos, zurce su pantalón; un joven plancha. Cerca de la puerta, dos filas de detenidos esperan su turno para las letrinas.

(Lo que se desarrolla en el campo de Vernet, véase en el último cuarto del libro: allí aparecen muchos conocidos de la Historia de Jacobo.)

Pero lo nervioso y condensado del estilo no obedece a que se trate de una acotación. Es el Max Aub de siempre, como ya se puede comprobar, visto lo visto.

 

         Arriba                      Arriba        

11. Referencias

11.1 Bibliografía de autores citados

  • AUB, Max (1965): Campo francés [1942]. ¿París? (pero imprimé en Italie, ad calcem). Ruedo Ibérico. Página 140. Y pág. 236, para la última cita.
  • ─(1969): Manuscrito cuervo. Historia de Jacobo. En Últimos cuentos de la guerra de España. Caracas. Monte Ávila editores (colección «Prisma»). Páginas 145-214.
  • ─(1970): Diario de Djelfa.(Primera edición, febrero de 1944) En Obras Incompletas de Max Aub. México. Joaquín Mortiz. Segunda edición. Páginas centrales, sin númerar: fotografías. La del Málaga y su grupo es la cuarta: doble página.
  • ─(1975): La gallina ciega. Diario español. México. Joaquín Mortiz («Confrontaciones. Los Testigos»). Segunda edición.
  • ─(1979): La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco. Barcelona. Caracas. México. Editorial Seix Barral («Biblioteca Breve» «Relatos», nº 445).
  • ─(2001): La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco. CD Audio con la voz del autor. Segorbe, Fundación Max Aub, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
  • BAQUERO GOYANES, Mariano (1963): Perspectivismo y contraste (de Cadalso a Pérez de Ayala). Madrid. Gredos («Campo Abierto», nº 10). 244 páginas. 18’5 x 12’5 cm.
  • FERNÁNDEZ FLÓREZ, Wenceslao (1997): El bosque animado [1943]. Madrid. Espasa-Calpe (colección «Austral», nº 128).. Pág. 111.

 

11.2. Créditos del artículo, versión y licencia

CAÑIZAL DE LA FUENTE, Luis (2020). «Bello y cuervo: un ensayo atípico de Max Aub». Letra 15. Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo» de Madrid. Año VII. N.º 10. ISSN 2341-1643 [URI: http://letra15.es/L15-10/L15-10-12-Luis.Canizal-Bello.y.cuervo.un.ensayo.atipico.de.Max.Aub.html]

Recibido: 16 de enero de 2020.

Aceptado:16 de febrero de 2020.

 

             Arriba                                  Arriba            

Letra 15. Revista digital    Créditos | Aviso legal | Contacto | Mapaweb | Paleta | APE Quevedo