Letra 15. Revista digital
Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo» de Madrid - ISSN 2341-1643

Sección ARTÍCULOS

Literatura y vino. Algunas catas

Fernando Primo Martínez

Fernando Primo Martínez

El autor (Zamora, 1949) es catedrático de bachillerato de Lengua y Literatura españolas, jubilado. Se licenció en Filosofía y Letras, Sección Románicas, en 1971. Desarrolló toda su actividad profesional (desde 1972 a 2010) en Zamora y Toro, y actualmente colabora con la UNED como tutor en la prisión de Topas.

Experto en la poesía española de postguerra, y más concretamente en la de Jesús Hilario, ha publicado numerosos artículos y ensayos; investigador en la vida de Amparo Barayón, mujer de Ramón J. Sender, colaboró en el libro Muerte en Zamora de Ramón Sender Barayón y en la obra de Jesús Vived Biografía de Ramón J. Sender. Igualmente, como creador, responsable y director del grupo de Teatro «Ocellum Durii» del IES Maestro Haedo durante más de siete años (1982-1989), ha representado, con alumnos del centro, obras en Zamora, Salamanca, León y Segovia. A lo largo de su carrera docente ha asistido a multitud de cursos, congresos, jornadas y encuentros de actualización pedagógica.

Resumen / Abstract

Resumen.

El vino es un producto que protagoniza o recorre numerosas obras literarias, especialmente en la cultura occidental. En este artículo se presenta un recorrido de la importancia del vino desde las civilizaciones antiguas hasta nuestros días para exponer el amplio listado de autores que se refieren a él y acaba con las citas que se encuentran en El Quijote y en poesías de tres escritores zamoranos.

Palabras clave: refranes, mitología, epigramas, poesía anacreóntica, vendimia, catas, generaciones poéticas.

Literature and wine. A taste

Abstract.

Wine is a product that is involved in many literary works, especially in the Western tradition. This paper takes a journey around the importance of wine, from ancient civilizations to nowadays, so as to show the wide variety of writers that refer to wine. The paper ends with quotes about wine in Don Quixote and in the poetry of the three writers from Zamora.

Keywords: word, honorary minstrel, Generation of the Sixties.

 

1. Introducción

Para mi hijo Fernando,que me hizo amar lo vínico.

 

Como pueden observar a través del título, no es mi intención hacer un viaje pormenorizado sobre el maridaje (palabra tan de moda en el mundo de las bodegas) entre la literatura y el vino, pero sí hacer una mínima reflexión acerca de ese matrimonio del vino y la literatura, además de detenerme en algunas obras y algunos autores, casi todos ellos zamoranos, de épocas pasadas y contemporáneas.

Sin querer ser Sancho Panza para recitar un rosario de refranes, sí querría presentar algunos para demostrar que la importancia del vino en la cultura popular del occidente es fundamental:

  • Casa, la del padre quiero; viña la que plantó el abuelo.
  • Comer sin vino, comer mezquino.
  • Después de beber, cada uno da su parecer.
  • El buen vino alegra el ojo, limpia el diente y sana el vientre.
  • El vino que es bueno no ha menester pregonero.
  • Mala es la llaga que con vino no sana.
  • Ni bebas sin ver, ni firmes sin leer.
  • A la bota dale el beso después del queso.

Todos ellos, se pueden resumir en las bondades del vino, sobre todo el bueno, frente al agua u otras bebidas.

Sin la presencia del vino, no puede entenderse nuestra cultura occidental, que nace en las culturas asirias y persas, pasa por Egipto, y desemboca en Grecia y Roma.

El arte, la literatura, e incluso la mitología, han servido -y sirven- a artistas y escritores. (desde los frescos egipcios, esculturas griegas, imágenes y escenas dionisíacas, representaciones paleocristianas, retablos góticos, cuadros barrocos, pinturas impresionistas, bodegones, hasta nuestros días).

 

El vino a lo largo de la historia ha sido un elemento social importantísimo. No debemos olvidar que en Grecia se bebía en grupo y que al bebedor solitario lo llamaban bárbaro. El simposio helénico (mal traducido por banquete), no era otra cosa que el lugar en el que se filosofaba a la vez que se bebía. Según Tucídides,

Los pueblos mediterráneos salieron de la barbarie, cuando descubrieron el vino y el aceite de oliva.

El pintor Tiziano en su cuadro Baco y Ariadna escribe esta leyenda el que bebe y no vuelve a beber no sabe lo que es beber, o por no ser prolijo en las citas, Jacques Sirmond, confesor del rey francés Luis XIII, que decía que había cinco motivos para beber:

La llegada de un amigo, la sed del momento, o la sed futura, la bondad del vino y además cualquier otra razón.

Para no cansarles con argumentos positivos, les recordaré que en Chile, no te invitan a beber unos vinos, sino a conversarnos unos vinos. En su bellísimo poema Coplas del vino, el poeta chileno Nicanor Parra (1914-2018), nos dice:

¿Hay algo ─pregunto yo─

más noble que una botella

de vino bien conversado

entre dos almas gemelas?

El vino tiene un poder

que admira y que desconcierta:

transmuta la nieve en fuego

y el fuego lo vuelve piedra.

(…)

El vino cuando se bebe

con inspiración sincera

solo puede compararse

al beso de una doncella.

Por todo lo cual levanto

mi copa al sol de la noche

y bebo el vino sagrado

que hermana los corazones.

Vamos, pues, a conversar, aunque sin la presencia material del vino, acerca de su historia.

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2. Los orígenes

Los arqueólogos de la antigua Unión Soviética constataron que las pepitas de uva más antiguas provienen de Georgia, al sur del Cáucaso en el 7.000 a. C. Curiosamente, el término con el que se señala la palabra vino en este país es ghvino y cerca de él está el monte Ararat adonde llegó Noé con su arca.

La mitología cuenta que Gilgamesh fue un rey déspota que reinó en Babilonia en la ciudad de Uruk (actual Warka, en Iraq). En la Biblia se hace referencia a esta ciudad con el nombre de Erech. Fonéticamente, su evolución puede haber dado el nombre a Iraq.

En esta época, aparece la leyenda de Gilgamesh, también conocido como Istubar. Es en la llamada La epopeya de Gilgamesh donde se cuentan sus aventuras y búsqueda de la inmortalidad junto a su amigo Enkidu (Enkidu fue creado por Aruru por petición de Anu que oía las quejas de la gente sobre Gilgamesh y esta le dijo a Aruru que creara un ser tan fuerte como Gilgamesh, hijo de la diosa Ninsun y un sacerdote llamado Lillah. Gilgamesh, al enterarse de la existencia de Enkidu, envió a una prostituta sagrada llamada Shamhat, que pasó seis días y siete noches haciendo el amor con Enkidu para convencerle de que era mejor una vida sabia y social que una vida de soledad y brutalidad en el bosque).

En el delta del Nilo, los viñedos florecieron bajo el cuidado de Osiris que se lo ofreció a los faraones. Recordemos que ya el vino se menciona en la Biblia desde una procedencia semítica. En el mundo occidental, también se cita desde los tiempos de Grecia. El vino ha tenido una importancia decisiva en la configuración de mentalidades y valores socio-culturales que atestiguamos, por primera vez, en la Grecia clásica y que han perdurado hasta la actualidad. El ejemplo más significativo es el del dios Dionisos (Baco para los romanos), al que no me voy a referir por ser archiconocido, pero es prueba evidente de la importancia del vino en la cultura occidental.

Ya Hipócrates (s. V-IV a.C.) hizo esta sabia alusión al vino ante un grupo de amigos médicos:

El vino es cosa admirablemente apropiada al hombre, tanto en el estado de salud como en el de enfermedad, si se le administra oportunamente y con justa medida, según la constitución de cada individuo.

Ciertamente, atinó con suma precisión el padre indiscutido de la medicina moderna.

El vino ha estado junto a la literatura desde siempre, o como diría Horacio:

Si se ha de dar crédito, docto Mecenas, al viejo atino, ninguno de los poemas escritos por bebedores de agua pueden gustar ni perdurar largo tiempo.

Homero nos descubre su afición al vino por los elogios que de él hace.

 

Marco Valerio Marcial, poeta, “favorito de los romanos”, como él dijo de sí mismo en sus Memorias, se hizo célebre por sus epigramas, textos que aún se editan y se leen.

Sextiliano, tú solo bebes tanto como cinco bancos de caballeros.

Podrías embriagarte si bebieres la misma cantidad de agua.

No solamente pides prestado a tu vecino, sino que hasta te diriges a los espectadores más alejados. El fruto de la vendimia que exprimen las prensas de Peligno y el jugo de los racimos que nacen en los collados de Toscana, no son los vinos que tú bebes.

Apuras la deliciosa ánfora de los tiempos de Opimio y vacías los negros toneles de Mastica.

Si bebes más de diez copas, Sextiliano, pide al tabernero que te sirva el turbio vino de Laletania.

Epigramas. Libro 1-XXVII. A Sextiliano

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3. Literatura árabe

Aunque ha estado siempre prohibido para los musulmanes, también en la literatura del mundo árabe se hablaba de vino. De hecho el poeta ha escrito unos versos árabes sobre el vino

Entonces pensé en ti, Abu Nuwás,

poeta bebedor y libertino (dicen)

amante de la implacable belleza adolescente,

de versos y tabernas impecables.

Los árabes españoles solían ser bastantes benevolentes en lo que al vino se refería. El arabista Claudio Sánchez Albornoz en su ensayo, España, un enigma histórico señala que todas las rigideces de la ley musulmana frente a quienes bebían vino fueron inútiles. Los elogios sobre el vino son tan numerosos que indican que su consumo era habitual entre los musulmanes españoles que evitaban la prohibición de Mahoma sobre el vino con la calabriada (mezcla de vino blanco y tinto). Tirso de Molina cuenta a través de un personaje en Las Quinas de Portugal

No hay en qué culparme pueda;

que si el blanco y tinto veda

no veda la calabriada.

En muchos poetas árabes, el vino era símbolo del amor y lo comparaban con la saliva de la mujer o como remedio del mal de amor. Para no ser prolijo, un último ejemplo del poeta Abu Mihjan A Thagafi que dice:

Si muero,

enterradme con vino,

para que sus raíces

puedan calmar la sed de mis huesos.

 

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4. De España a América. De Holanda a Sudáfrica

Con la invasión de los pueblos bárbaros, fue la cultura cristiana y, los monjes en sus monasterios por tanto, quienes protegen y miman con sus labores y rezos las viñas y su fruto. Fue también la propia Iglesia de la mano de los misioneros, agustinos y jesuitas, quien la llevó al nuevo continente, primero Uruguay, Argentina y Chile y, después, desde Méjico a California, de la mano de franciscanos y jesuitas.

Por la misma época, los holandeses la llevaban a Sudáfrica (el moscatel de Alejandría) y de allí a Australia, aunque este camino fue andado también desde el viejo continente, sobre todo desde Francia y España. .

Mapa mundial del vino.

Últimamente, el oro rojo se ha extendido por el Oriente. Tailandia, China, India y Japón se han incorporado al cultivo de la vid y por ende, a su incorporación a la literatura de cada una de esas culturas. Por ello hoy está extendido su consumo por todo el mundo. Así lo afirma el escritor José Manuel Caballero Bonald, Premio Nacional de Poesía en 2006, y uno de los participantes de la mesa redonda Vino y Literatura, como el periodista y escritor Manuel Juliá, el también escritor y columnista de El País Javier Rioyo y los escritores Almudena Grandes y Luis García Montero, en Ciudad Real (mayo de 2009).

En palabras de Bonald,

el vino ha estado siempre muy presente en la historia de la literatura, como elogio y como parte muy importante de la cultura.

A su juicio: son dos canales de una misma corriente vital. Por su parte, Javier Rioyo cree que

el vino está tan unido al principio de la literatura, que son indisociables: está en la mitología, en la Biblia, en el primer castellano... Recorre nuestra cultura oral, pintada, escrita, mitológica...

Almudena Grandes se ha referido al vino en su acercamiento a La Odisea, una de las primeras novelas de la historia, en dos episodios fundamentales. El primero de ellos, cuando Ulises conoce a Nausicaa mientras esta lava manteles manchados de vino en el mar. El otro, cuando regresa a casa y encuentra a los pretendientes borrachos, que no consiguen tirar una flecha con el arco porque han bebido mucho vino.

Por su parte, Luis García Montero considera el vino como una metáfora de la vida. En su ponencia ha subrayado que constituye una negociación con la identidad. Cuando los poetas hablan del vino ─explica─, a veces lo hacen para encerrarse en sí mismos, para olvidar, dudar de ellos mismos. En otras ocasiones el vino invita a la fiesta a la participación. García Montero asegura que en todas las relaciones que hay entre individuo y sociedad siempre aparece el vino; como invitación a la vida o invitación al ensimismamiento. El vino siempre ha servido para hablar de la identidad de los poetas y me gusta que una tierra busque la identidad en el vino porque eso significa que responde a la verdad de esa tierra y de su propia identidad.

El premio Nobel, Mario Vargas Llosa, en una entrevista con motivo de la concesión del nombramiento de Doctor Honoris Causa por la Universidad de la Rioja se declara un enamorado del vino:

Sí, es cierto. Es lo único que tomo. No bebo otro licor, solo vino. Considero que se trata de la bebida más literaria que existe, íntimamente vinculada al desarrollo de la literatura. La realidad es que nunca hubiera habido literatura sin vino.

Podríamos estar días enteros citando a autores que consideran el vino como uno de los elixires de la Humanidad, no solo de épocas pasadas como presentes.

 

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5. Algunas catas

A. Literatura medieval

La relación entre el vino y la poesía en la literatura española viene desde sus orígenes, desde el primer poema de lengua castellana, donde Gonzalo de Berceo ya hablaba de la excelente compañía de un buen vino para emprender cualquier camino. El juglar a lo divino se sentirá pagado, si escuchan, no leen, sus milagros de esta manera: bien valdrá según creo un vaso de bon vino o disculpa su excesivo consumo y el perdón de la Virgen en el milagro de El clérigo embriagado (Milagro nº XX).

Otros ejemplos los encontraremos en los famosos debates y concretamente en el Debate de Razón de amor con los denuestos del agua y el vino. Por supuesto en El Romancero y en la vieja alcahueta, La Celestina que presume, como después lo haría Sancho Panza, de ser una gran catadora que en oliendo cualquier vino, diga de dónde es y que en el auto IX hace un panegírico sobre las virtudes del vino

CELESTINA.─ Asentaos vosotros, mis hijos, que harto lugar hay para todos, a Dios gracias. Tanto nos diesen del paraíso cuando allá vamos. Poneos en orden, cada uno cabe la suya; yo, que estoy sola, pondré cabe mí este jarro y taza, que no es más mi vida de cuanto con ello hablo. Después que me fui haciendo vieja, no sé mejor oficio a la mesa que escanciar, porque quien la miel trata siempre se le pega de ella. Pues de noche, en invierno, no hay tal escalentador de cama. Que con dos jarrillos de éstos que beba, cuando me quiero acostar, no siento frío en toda la noche. De esto ahorro todos mis vestidos cuando viene la Navidad; esto me calienta la sangre; esto me sostiene contino en un ser; esto me hace andar siempre alegre; esto me para fresca; de esto vea yo sobrado en casa, que nunca temeré el mal año, que un cortezón de pan ratonado me basta para tres días. Esto quita la tristeza del corazón más que el oro ni el coral; esto da esfuerzo al mozo y al viejo fuerza; pone color al descolorido; coraje al cobarde; al flojo diligencia; conforta los celebros; saca el frío del estómago; quita el hedor del anhélito; hace potentes los fríos; hace sufrir los afanes de las labranzas; a los cansados segadores hace sudar toda agua mala; sana el romadizo y las muelas; sostiene sin heder en la mar, lo cual no hace el agua. Más propiedades te diría de ello que todos tenéis cabellos. Así que no sé quién no se goce en mentarlo. No tiene sino una tacha, que lo bueno vale caro y lo malo hace daño. Así que, con lo que sana el hígado, enferma la bolsa. Pero todavía con mi fatiga busco lo mejor para eso poco que bebo, una sola docena de veces a cada comida. No me harán pasar de allí salvo si no soy convidada como ahora.

Presten atención a los párrafos en negrita y reflexionen cómo Fernando de Rojas utiliza la anáfora continua para alabar las virtudes del vino (Esto…).

B. Los Siglos de Oro

En la literatura clásica, las alusiones al vino son continuas, tanto en los poemas eglógicos como en el goce de la vida del Carpe diem. Menos sutiles son los testimonios en el Barroco: Lope, Góngora, Quevedo… Son famosas las disputas entre los tres y así Góngora satirizó la afición que tenían por el vino tanto Lope como Quevedo:

Hoy hacen amistad nueva

más por Baco que por Febo

don Francisco de Que-bebo

y Lope Félix de Beba

Tres ejemplos breves de estos poetas que destacan la afición por el vino, y la crítica por el mayor pecado, (aguar el vino):

que es mi aforismo el refrán:

Vivir bien, beber mejor,

buena orina y buen color,

y tres higas al doctor.

Góngora

¡Oh, vino de Rivadavia!

¡Oh, tabernas de León!

Sin vino no hay corazón

Lope de Vega

Agua me falta en el mar

Y la hallo en las tabernas

Que mis contentos y el vino

Son aguados donde quiera

Quevedo

Sería interminable la relación. Dejo aquí abierta la puerta a que continúen con sus autores preferidos porque será fácil encontrar referencias al tema. En las siguientes etapas y autores:

C. El Neoclasicismo

Meléndez Valdés y la poesía anacreóntica.

D. El Romanticismo

Espronceda, Bécquer

E. Modernismo y Generación del 98

Rubén Darío, los hermanos Machado… por ejemplo el poema Cantares

Vino, sentimiento, guitarra y poesía

hacen los cantares de la patria mía…

F. Generación del 27:

Lorca, Alberti, Gerardo Diego, Luis Cernuda, Emilio Prados y Manuel Altolaguirre.

G. La poesía de postguerra:

  • Poesía arraigada y desarraigada. Dámaso Alonso, José Hierro, Blas de Otero
  • Poesía de los 50 y 60: Caballero Bonald, Claudio Rodríguez, Jesús Hilario Tundidor

De todos ellos, estas catas se detendrán en nuestro más célebre libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, y en tres autores zamoranos, por lo comentado en mi presentación, con cuatro de sus poemas: Alonso de Toro y sus Coplas sobre la abundancia del vino que Dios ha dado en el año de XXXI y en el año de XXXII, Claudio Rodríguez: Con media azumbre de vino (Conjuros, 1958) y Jesús Hilario Tundidor: Borrachera (En voz baja, 1969) y Entre vasos de vino (Tetraedro, 1978).

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5.1. Don Quijote de la Mancha

En julio de 2008, Julio González Alonso publicó en la revista Poesía, Literatura y Arte un artículo con el título El vino y Don Quijote en donde hace una relación de las veces que aparece el tema del vino. Afirma cómo a lo largo del Quijote, el vino aparece en 43 ocasiones, a lo largo de las dos partes.

Las situaciones en las que podemos encontrar en la novela el invento de Baco son muy diversas: en bodas como las de Camacho; en bálsamos como el de Fierabrás (I, XVII) en el que el vino sirve de uso medicinal; entre los pastores, donde, después de ser apaleado y malherido Don Quijote por aquel moro encantado, cura milagrosamente sus heridas mezclando vino con un poco de aceite, sal y romero. Cervantes conocía, tal vez por su experiencia militar, que las infecciones en las heridas abiertas era preciso lavarlas con vino (cap. XXXIV) para evitar que se infectaran.

Más frecuentes son las veces en que aparece esta unión con la figura del genial escudero Sancho. Como ya he señalado anteriormente al hablar de La Celestina, también Sancho era un experto catador y su afición y devoción por el vino quedan sobradamente documentadas a lo largo de la obra cervantina. Presumía Sancho, sin complejos, de tener tan gran instinto en esto de conocer vinos, que,

en dándome a oler cualquiera, acierto patria, el linaje, el sabor y las vueltas que ha de dar.

Ya en la primera aventura de los molinos de viento sabemos que Sancho caminaba

muy despacio sobre su jumento, y de cuando en cuando empinaba la bota con tanto gusto que le pudiera envidiar el más regalado bodeguero de Málaga.

Más adelante, en el encuentro con los cabreros,

Sancho callaba y comía bellotas, y visitaba muy a menudo el segundo zaque que, porque se enfriase el vino, le tenía colgado de un alcornoque.

Otra ocasión muy conocida, en la que se pone de manifiesto el conocimiento que sobre los diferentes vinos demuestra poseer Sancho es la que le proporciona el encuentro con el escudero del Bosque (II, XIII), quien declara traer fiambreras

y esta bota colgada del arzón de la silla, por sí o por no, y es tan devota mía y quiérola tanto, que pocos ratos se pasan sin que la dé mil besos y abrazos.

Sancho Panza, que escucha estas razones con natural interés, nada más que el del Bosque le pasó la bota, se la puso en las manos, empinándola, y

puesta en la boca, estuvo mirando las estrellas un cuarto de hora, y en acabando de beber dejó caer la cabeza a un lado, y dando un gran suspiro dijo:

─¡Oh hideputa, bellaco, y cómo es católico!

averiguando, a continuación, tal y como le explicó al del Bosque, que el vino era de Ciudad Real demostrando con ello ser un experto catador. No es de extrañar por lo tanto que Don Quijote, entre los muchos consejos que le dio a Sancho Panza con ocasión de ser nombrado gobernador de la ínsula Barataria, incluyera algunos referidos al vino y el uso que del mismo conviene hacer:

sé templado en el beber, considerando que el vino demasiado, ni guarda secreto ni cumple palabra.

Como no era costumbre de los caballeros andantes el beber vino, siguiendo las estrictas leyes de caballería, don Quijote apenas incumple esa norma, siendo como fue riguroso con sus obligaciones y compromisos; no obstante, podemos encontrarnos cómo en su primera salida y a la llegada a la venta en la que entró como Alonso Quijano y salió armado caballero por el ventero,

el caballero de la triste figura es ayudado a beber por medio de una pajita por la que le daban el vino las mozas que allí servían, sin quitarle el casco de su armadura, porque se le había atascado y resultaba imposible de soltar

(I, II).

 

Otras ocasiones célebres fueron, la de la Cueva de Montesinos , en la que se encontró con la reina Ginebra y su dueña Quintañona, escanciando el vino a Lanzarote y, por supuesto, la de la aventura de los odres o pellejos de vino (I, XXXV), que don Quijote ensartó sin ningún miramiento creyéndolos desaforados gigantes y, además, enemigos. El rojo líquido para la imaginación enfermiza del hidalgo metido a caballero andante era sangre espesa de los descomunales monstruos que se la tenían jurada y se guardaba en esos pellejos de vino que servían tanto para la conservación como para su transporte.

 

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5.2. Obras de Alonso de Toro

El libro de las Obras del toresano Alonso de Toro (1475-1550), se ha editado por la Fundación Instituto Castellano y Leonés de la Lengua en 2009, según la edición del insigne profesor D. José Fradejas Lebrero. La edición rescata la figura de un tal Alonso de Toro del que apenas conocemos detalles biobibliográficos, salvo aquellos que ha indagado su editor y que propone en su estudio previo. Vive en los reinados de los Reyes Católicos y del emperador Carlos I.

En su prólogo, aunque para él lo importante no es tanto el autor sino su obra, propone ideas acerca de sus posibles apellidos «de Toro» o «Coxo» lo que da pie a una digresión socioeconómica de la época (datos de población, económicos o sociales). El ejemplo acerca de si «coxo» es apellido o mote, lo soluciona desde esta última perspectiva, idea en la que coincido puesto que los ejemplos literarios son múltiples (desde Hita a Quevedo).

El libro contiene tres obras fechadas entre 1526 y 1535: Sobre la triste y dolorosa nueva de Hungría, que versa sobre la muerte de Luis I de Hungría en su lucha contra los turcos y es de contenido heroico narrativo. Sobre la abundancia del vino que Dios ha dado en el año de XXXI y en el año de XXXII en el que se advierte que, como en los milagros de Berceo, pero con la Virgen, Dios premia a los buenos con frutos. Y si alimenta a las aves del cielo también lo hace con los hombres. Está escrito en forma dialogada y destaca la sencillez y los estereotipos populares, claves entre el narrador y el público que escuchaba. El tercero, menos lírico y más didáctico, como señala el propio Fradejas, es Trabajo de vicios, donde curiosamente añade a los siete pecados capitales, un octavo, el vicio del juego del que solo

cuando ganan algún juego

tienen algo de plazer,

mas si empiezan a perder

enojos doblados luego

(…)

nunca hombre vi medrado

ni ser rico por jugar

si lo haces por holgar

con pariente o vezino

dos cuartos de fruta y vino

esto te debe bastar.

Precisamente, sobre la segunda de las obras voy a detenerme ya que es curioso observar cómo después de unos primeros versos en los que loa las virtudes del vino, sin mencionar sus posibles defectos, intervienen en forma dialogada después de las clásicas invocaciones, los viejos con sus oraciones, los trabajadores, los segadores, los caminantes, los oficiales de cualquier otro oficio, los pobres jornaleros. Con todos ellos Alonso de Toro se identifica (versos 150 y siguientes):

Yo con mucha cortesía

les pregunté: Compañeros

¿cómo estáis tan placenteros

todos con mucha alegría?

Uno de ellos respondía:

Señor Alonso de Toro

aún vos bien sabéis de coro

esto por qué se hacía.

A través del diálogo con estos personajes, Alonso de Toro (versos 198 y ss.) hace una incursión por la geografía española, sobre todo la castellano leonesa, y más concretamente la de Toro y Zamora con una descripción toponímica tan rica y exacta, que bien pudiéramos considerarla una de las primeras guías de vino. Este planteamiento no era, sin embargo, nada infrecuente en la literatura del XVI. Así, Cervantes en su Viaje del Parnaso habla del granadino Pedro Rodríguez de Ardila al que llama Oráculo y Apolo de Granada, que realiza una descripción de los numerosos caldos que él conoce, sobre todo de la parte central y sur de la Península.

Curiosamente los tres poemas tienen casi la misma extensión (461 + un villancico de 28 versos el primero, 468 el segundo y 460 el tercero). Tal vez habría que preguntarse si la uniformidad de su extensión no sería un convencionalismo de los juglares para no aburrir a los oyentes y que distrajeran su atención. Sin embargo, a diferencia de los romances, no he encontrado ninguna función fática que demostrara el hecho de ser concebidos para ser recitados. Indudablemente, esto indica que formaba parte de esa literatura popular que conocemos como pliego de cordel y cuya extensión varía entre una y treinta y dos planas, es decir, entre ocho, dieciséis o treinta y dos páginas según la teoría de Rodríguez Moñino. No obstante, M.ª Cruz García de Enterría lo delimita entre una y dieciséis hojas. Su brevedad lo hacía competir con los grandes libros de caballerías y su venta se realizaba en las ferias de los pueblos.

Aunque el valor literario de esta obra no es especialmente significativo por sus características y tópicos propios de la literatura popular de consumo rápido, sí es muy interesante sociológicamente ya que da a conocer el ambiente de la época, en este caso, el del inicio imperial español del XVI, de la crisis religiosa del cisma de Occidente y de las reformas erasmistas, entre otras, además de la importancia del vino en la economía de la época, como se demuestra en la importancia de la ciudad de Toro en esos siglos.

 

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5.3. Con media azumbre de vino

En este año en el que se cumplen veinte años del fallecimiento de Claudio Rodríguez (Zamora, 1934-1999) uno de nuestros poetas más universales quiero transcribir este poema porque para Claudio el vino forma parte de ese paisaje intrínseco de su poesía, lo mismo que el río DURADERO (no el agua), o las tierras y el paisaje de Zamora.

¡Nunca serenos! ¡Siempre

con vino encima! ¿Quién va a aguarlo ahora

que estamos en el pueblo y lo bebemos

en paz? Y, sin especies,

no en el (en) sabor la fuerza, media azumbre

de vino peleón, doncel o albillo,

tinto de Toro. Cuánto necesita

mi juventud; mi corazón, qué poco.

Meted hoy en los ojos el aliento

del mundo, ¡el resplandor del día! Cuándo

por una sola vez y aquí, enfilando

cielo y tierra, estaremos ciegos. Tardes

mañanas, noches, todo, árboles, senderos,

cegadme! El sol no importa, las lejanas

estrellas… ¡Quiero ver, oh, quiero veros!

Y corre el vino y cuánta,

entre pecho y espalda, cuánta madre

de amistad fiel nos riega y nos desbroza.

Voy recordando aquellos días. ¡Todos,

pisad todos la sola uva del mundo:

el corazón del hombre! ¡Con su sangre

marcad las puertas! Ved; ya los sentidos

son una luz hacia lo verdadero.

Tan de repente ha sido.

Cuánta esperanza, cuánta cuba hermosa

sin fondo, con olor a tierra, a humo.

Hoy he querido celebrar aquello

mientras las nubes van hacia la puesta.

Y antes de que las lluvias del otoño

caigan, oíd: vendimiad todo lo vuestro,

contad conmigo. Ebrios de sequía,

sea la claridad zaguán del alma.

¿Dónde quedaron mis borracherías?

Ante esta media azumbre, gracias, gracias

una vez más adiós, adiós por siempre.

No volverá el amigo fiel de entonces.

En el itinerario poético del poeta zamorano, vemos cómo en sus dos primeros poemarios va del Don de la Ebriedad (sintomático el término) a Conjuros. De lo subjetivo a lo objetivo; de lo intimista al paisaje exterior. El compromiso social de los poetas de los cincuenta; la poesía desarraigada (finales de los cincuenta y principio de los sesenta). La mayoría de poetas: de Blas de Otero, con el que coincide en Zamora a Hierro; de Dámaso y Vicente Aleixandre a Caballero Bonald o Brines… Búsqueda por parte de Claudio lo que él llamó el sentido moral del arte. Identificación con el hombre. Comprensión de la realidad.

En este poema, de su libro Conjuros (1958), advertimos ya desde el título, (azumbre es una medida de capacidad equivalente a cuatro litros), una de sus características fundamentales cual es la forma versal de silvas (con clara preponderancia de los endecasílabos) y sin rima (el ritmo interior es suficiente). El poema juega con la primera persona, el yo, pero también se observa el nosotros y el vosotros. Así inicia el poema con un tono imprecativo de fusión del yo y los otros, pero donde se observa que aún está presente el yo angustiado que esperanzadamente se dirige al vosotros al que anima. Recordemos a Machado:

Tú, juventud más joven…

Como bien ha señalado el profesor Jambrina, los campos semánticos de lo objetivo y lo simbólico se perciben de manera nítida en sus versos:

siempre con vino

(...)

No aguarlo

(...)

beberlo en paz.

Los juegos de antítesis, tan característicos en los poemas místicos son bien evidentes:

resplandor del día

estaremos ciegos

(...)

cegadme

quiero ver, oh, quiero veros.

Obsesión por la luz:

la claridad viene del cielo

claridad, zaguán del alma.

La despedida final, en los cuatro últimos versos, es una despedida traumática de su Zamora, de su paisaje y de sus gentes.

 

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5.4. Dos poemas de Jesús Hilario Tundidor

Cerramos este trabajo con dos poemas del también zamorano Hilario Tundidor, separados por nueve años. En ellos podemos advertir dos conceptos antagónicos de un mismo tema. Como componente de la llamada generación de los Sesenta publica en 1969 En voz baja, en el que incluye el poema Borrachera que nos adentra en el mundo del realismo social de aquellos años. La influencia de Blas de Otero es muy palpable. Las ansias de poder participar en el futuro de su país y cómo se ven cercenadas por la realidad. Desde su postura vital y social quiere darse al mundo; desde su imposibilidad de hacerlo, a nadie. El pesimismo de su poesía se advierte en las antítesis, ojos rojos/ojos blancos; inmortalidad/nadie.

Con los ojos rojos, escribo

para la inmortalidad.

Con los ojos blancos, escribo para nadie.

He dado mi vida por la claridad.

Con los ojos rojos, escribo, sin embargo,

también para nadie.

En su siguiente poema, titulado Entre vasos de vino que pertenece a Tetraedro (1978) la influencia de los novísimos, la poesía del conocimiento, la preocupación formal con encabalgamientos abruptos y ritmos sorprendentes se entremezclan con los mismos postulados del anterior poema: antítesis (abre la luz y la tiniebla, centra/ el corazón), sinestesias (noche/ turbia; espaldas verdes; vientres de búho) interrogaciones retóricas (preguntando/ y oyendo), metáforas existencialistas (yerma posesión del vacío; ebrio ya para siempre/ en la desolación y sus murmullos)

Para Elisardo González

Cómo por estas calles

de vino rey, de amistad y de olvido

y alegría de frente fermentando ruidosa

como viento entre árboles… Cómo

por estas calles para tarde y domingo y puesta

nueva busco,

dentro de la espesura del ruido y sus contornos,

el ser y aquello que edifique

todo lo verdadero.

(Alta clave de sol es la bebida,

abre la luz y la tiniebla, centra

el corazón).

Así he venido a dar en cada noche

turbia, en cada sufrimiento que no hallaba esperanza

ni tierra, a respirar el húmedo

aliento callejero, la alta estrella

polar que nos conduzca. Y he ido preguntando

entre ojos y manos, espaldas verdes, vientre

de búho, preguntando

y oyendo

la verdadera soledad del hombre, el inútil

sentido de la muerte, y he compartido

la sed, la sed que no termina

siempre imperecedera allá en lo oscuro.

Y he bebido y caído

ebrio ya para siempre

en la desolación y sus murmullos. Y al despertar

aún dentro de tal ruido, aún dentro

de tanta amistad, humo ─pues que la sed perdura─, vuelvo

a recobrar la yerma posesión del vacío,

a no saber siquiera mi palabra

en el mundo, luego que tanto cobre

falso penetra en el silencio

y la miel se hace hiel con la verdad, que existe.

Por supuesto, este acercamiento a la relación entre la literatura y el vino es mínimo. Yo me lo he permitido como un gesto de recuerdo y amor hacia mi hijo, que dedicó su vida al cuidado de la vid. Así como puso él todo su amor y profesionalidad en su trabajo, yo lo he pretendido hacer desde este rincón de España.

 

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6. Referencias

6.1. Fuente

Este artículo es el resultado de una serie de conferencias pronunciadas en Zamora en 2018.

 

6.2. Créditos del artículo, versión y licencia

PRIMO MARTÍNEZ, Fernando (2019). «Literatura y vino. Algunas catas». Letra 15. Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo» de Madrid. Año VI. Nº 9. ISSN 2341-1643

[URI: http://letra15.es/L15-09/L15-09-13-Fernando.Primo-Literatura.y.vino.Algunas.catas.html]

Recibido:5 de abril de 2019.

Aceptado: 10 de abril de 2019.

 

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