Jesús Diéguez García
El autor, licenciado en Filología Románica por la Universidad de Salamanca y en Ciencias de la Educación por la UNED, ha ejercido la docencia en diferentes institutos. Es autor de libros de su especialidad, tres de ellos definidos como antologías noveladas, además de algunos infantiles y otros poéticos.
Los cuatro poemas que reproducimos pertenecen a su último libro (puede verse la reseña en este mismo número) titulado: Últimos poemas utópicos.
Las familias de nuestros abuelos
se entretenían con la radio
y el cine en blanco y negro.
Engendraron familias numerosas.
La familia de nuestros padres
convivió con la televisión,
con sus sueldos hicieron planes
y solo buscaron la parejita.
Nuestros hijos están
enganchados a internet
la Humanidad ¿qué futuro tendrá?
Ciertamente: nada es eterno.
Aunque quizá ellos descubran
cómo mejorar sus y nuestras vidas.
Disipad mis dudas:
¿es posible la utopía?
La mano
acaricia o golpea,
crea arte o lo destroza,
sana o aprieta el gatillo.
Los pies
bailan y saltan o dan patadas,
aceleran o se frenan.
Los ojos
contemplan la belleza,
se agrandan por el horror o la sorpresa,
se iluminan o se inundan de lágrimas.
La nariz
olfatea la calidez o la podredumbre,
aspira aromas o expulsa mocos.
La boca
besa o muerde,
sorbe o escupe.
enmudece o grita,
expone la verdad o la mentira.
En el cerebro y el corazón
se fraguan el odio y el amor.
Para un mundo mejor
¿tan difícil es elegir entre los opuestos?
En un tiempo lejano, muy lejano
se eliminará toda diferencia
y se remediará cualquier dolencia
de niñoadolescenteadultoanciano.
En un tiempo futuro, muy futuro
la justicia será justa y gratuita
hacia el campo emigrará el urbanita
buscando algún paisaje más seguro.
Los caminos se allanan y se asfaltan,
todos comerán pan y será tierno;
la unidad y variedad nos asaltan.
Los valores tendrán valor eterno
si en la Naturaleza nunca faltan
primaveraveranootoñoinvierno.
***
De versos blancos es este soneto
que mantienen el número de sílabas
aunque evitan la rima que aprisiona
las palabras más bellas que pronuncio.
Sobre el blanco se imprime la escritura
con tachones, borrones, correcciones,
mil veces rebuscando aquella frase
que deje satisfecho nuestro ego.
Un soneto es estrofa inmejorable
que puede contener la visión limpia
de escandalosos silencios y vorágine
de nuestra sociedad tan imperfecta
aunque puede que cambie en el futuro
si la Humanidad tiene fe en sí misma.
Antonio Martín Cepero
Antonio Martín Cepero nace el 3 de agosto de 1957 en Madrid, España. Doctor en Ciencia de la Información por la UCM y cursó Filología Hispánica también en la UCM. Ha publicado libros de poesía: Leve instante del alba (1988), Buraco del sueño (2011), El aire de tu vuelo (2014), En prenda de la vida mía (2015), El silencio de las sombras y La Habana dulce son (2016), La invalidez de la ausencia (2017) y La invisibilidad perceptible (2018). Algunos de sus poemas han sido también editados en antologías poéticas.
La lluvia calma
la sequedad del aire
en los caminos.
Tiembla amapa
este seco otoño
roba tu rubor.
Aguas de junio
despejan el barrizal
feliz croada.
Frío desaire
despojas a las piedras
de su silencio.
Aires vernales
arrastran al invierno
lejos del sueño.
Muerte olvida
el desaire del viento
cuando recuerdes.
El blanco cielo
desparrama augurios
de prosperidad.
Huye la sombra
libre ya del recuerdo
que la persigue.
El amanecer
encarnecido vela
la incierta luz.
Brota con pudor
la ipomea presa
de su timidez.
Caen las hojas
y sin desesperarse
sellan la tierra.
Breve sonido
arrastras al silencio
al desespero.
Viento otoñal
serenarás frágiles
voces heridas.
Derrite rosa
la enquistada frialdad
del anochecer.
Observa señor
al inmenso desierto
escuchar tu voz.
Granos caídos
traéis las golondrinas
en rebatiñas.
Amenazante
la mantis ignorará
tu orante voz.
Nada importa
el gato enterrará
tu gris pasado.
Mitiga dolor
la cadencia sonora
que nos encanta.
Azota cierzo
que las grullas aguantan
tu desespero.
Un infinito
manto blanco recubre
baldía tierra.
Ruiseñor vuelas
raso entre los sauces
libre de sueños.
Vieja silueta
envaneces los sueños
en tonos sepias.
Diletante voz
prendida de lágrimas
alzas su candor.
Desde la sombra
acechantes vigilan
ojos de gatos.
Desaparecen
en los yermos páramos
ausentes sombras.
Vía láctea
bañas de cenicienta
luz la negrura.
Árido viento
dibujas perplejidad
en la pradera.
Llegas otoño
impregnado de carmín
tiemblan las hojas.
Un cuco canta
en las trémulas ramas
del viejo roble.
La libélula
muestra al crisantemo
su jovialidad.
Vetusto templo
aromas de sándalo
visten tu aire.
Lluvia arrancas
al espantapájaros
velos de bambú.
Sale del agua
la desvelada luna
al atardecer.
Dormido gato
conservas el sosiego
que nadie busca.
Cuervo volaste
a finales de marzo
antes de lluvias.
La mariposa
escapó al granizo
duerme ajena.
¿Ojos de gato,
conservando la quietud,
esperas cazar?