Letra 15. Revista digital
Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo» de Madrid - ISSN 2341-1643

Sección ARTÍCULOS

Don Quijote, universitario y poeta

Juan Antonio Marcos

Antonio Rey Hazas

El autor (Guadalajara, 1950), catedrático de Literatura Española de la Universidad Autónoma de Madrid, está considerado como uno de los cervantistas más prestigioso del mundo por ser un reconocido editor y estudioso de la obra completa de Cervantes durante más de treinta años (Cervantes: Vida y literatura. Alianza. 1995; Poética de la libertad y otras claves cervantinas. Eneida. 2005; El nacimiento del cervantismo: Cervantes y El Quijote en el siglo XVIII. Verbum. 2006; Miguel de Cervantes: literatura y vida. Alianza 2005, y otros). Ha realizado también numerosos estudios y ediciones de la novela picaresca y del teatro barroco, así como de la literatura del siglo XIX. En 2013 fue galardonado con el Premio José Vasconcelos por todos sus estudios sobre el Siglo de Oro.

Durante ocho años presidió la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo», de Madrid.

anreyha@gmail.com

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Resumen / Abstract

Resumen.

En este trabajo se plantea la posibilidad de que el personaje cervantino, como su autor, hubiera cursado estudios universitarios y fuera aficionado a la poesía. Cervantes presenta un Quijote de edad avanzada, del que no cuenta datos de su vida anterior, lo que permite realizar hipótesis sobre la época de estudios de su protagonista capacitado también para expresarse líricamente.

Palabras clave: universitario, caballería andante, conjeturas, retórica, erudición, poética de la libertad, égloga, bucólica, epístola.

Don Quixote: university student and poet

Abstract.

This paper considers the posibility that Don Quixote, and Cervantes himself, would have studied at university and both were enthusiastic about poetry. In this work, Cervantes presents an old aged Don Quixote, who does not recount any information regarding his past life. This allows to hypothesize about Don Quixote’s student life and his ability to poetically express himself.

Keywords: university student, knight-errantry, speculation, rhetoric, erudition, poetics of freedom, eclogue, pastoral and bucolic, epistle.

 

      

1. La realidad universitaria de Cervantes

Cervantes casi no fue universitario, por lo que sabemos, pues solo asistió un par de años, en el mejor de los casos, a esa suerte de universidad menor que era el Estudio de la Villa de Madrid, en 1568 y 1569, aunque su mentor, Juan López de Hoyos, hubiera podido ser profesor en Salamanca o Alcalá sin desmerecer, al igual que el toledano Alejo Venegas, que también había sido profesor del mencionado Estudio madrileño. El problema, por tanto, no es que no fuera nunca universitario, en sentido estricto, ni que todos los profesores del Estudio de la Villa fueran mediocres, sino que apenas lo fue, porque estuvo muy poco tiempo ligado a esas enseñanzas. Y sin embargo, harto significativamente, el saber cervantino es con mucha frecuencia plenamente universitario, superada la interpretación de que su autor hubiera sido un «ingenio lego».

Obras

Placa en el lugar que ocupó el Estudio de la Villa (Calle de la Villa nº 2, Madrid)

El Quijote, de hecho, menciona las universidades españolas muchas veces. Es verdad que Cervantes se ríe de las universidades secundarias, como las de Osuna y Sigüenza  1 , pero habla siempre con respeto de las Universidades mayores, de Salamanca, sobre todo, que es con mucho la más citada, y de Alcalá de Henares, que apenas menciona, quizá porque la conocía muy bien, al ser su patria  2 . Incluso se refiere dos veces a la de París y una a la de Bolonia.

Con todo, lo más importante es que en sus obras aparecen numerosos estudiantes universitarios, lo que demuestra una indudable familiaridad con ellos. En el Quijote hay un personaje clave, Sansón Carrasco, que es bachiller por Salamanca, y otros muchos, algunos de gran importancia, como Grisóstomo y el hijo de don Diego Miranda, que son estudiantes de la misma universidad. Y ello por ceñirme al Quijote y no mencionar los numerosos personajes de interés que son estudiantes, casi siempre de Salamanca, y aparecen en sus Novelas ejemplares e incluso protagonizan una de ellas, como Tomás Rueda, El licenciado Vidriera.

 

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2. ¿Estudió Alonso Quijano en la Universidad?

Nada tiene de particular que Cervantes incluyera numerosos estudiantes en sus obras, porque formaban parte importante de una realidad, la realidad española de su época, que deseaba reflejar. Pero sí es más chocante que don Quijote hable con la misma suficiencia sobre esos mismos estudiantes de Salamanca y exprese a menudo saberes de índole claramente universitaria, dado que no consta en sus andanzas haber estado nunca matriculado en ninguna universidad. Por ello, la pregunta que surge espontánea es la siguiente: ¿Pudo ser don Quijote universitario, aunque fuera en la breve medida de su autor y cuando aún era Alonso Quijano, claro está, o Quijana, o Quejana, o Quesada? ¿No pudo serlo? ¿Es posible alcanzar alguna certeza sobre el particular? ¿Cómo podríamos hacer la indagación correctamente?

Dado que el texto nunca dice que fuera estudiante, analizar si pudo serlo o no depende únicamente de «conjeturas verosímiles», por usar una expresión cervantina. Sí sabemos que el autor o narrador suprime por completo toda referencia a la vida del hidalgo durante los años en que pudo asistir a las aulas universitarias, al igual que suprime todas sus andanzas de adolescencia y todas sus hipotéticas experiencias de amor, aventuras, letras, armas, etc., durante la juventud, y aun después. No sabemos nada sobre esos años de Alonso Quijano. ¿Por qué? Por designio expreso de Cervantes, pues, para que la novela pudiera liberarse de las limitaciones genéricas heredadas, había que empezar por dar libertad al personaje, como es natural, había que despojarle de toda atadura previa que pudiera anudar sus pasos posteriores en la narración, para que no acaeciera lo mismo que en libros de caballería y novelas picarescas les sucedía a caballeros y pícaros, todos ellos predeterminados por su herencia de sangre hacia el bien, los primeros, o hacia el mal, los segundos, pero todos ellos condicionados en exceso por su ascendencia paterna, todos ellos, en fin, atados por su nacimiento y crianza. Y así lo hizo Cervantes con don Quijote, personaje de confección y factura adánicas que, a despecho de las limitaciones que los libros de caballerías y las novelas picarescas imponían a sus héroes mediante el relato obligado de sus orígenes familiares, nace sin ellos, sin «pre-historia», sin antecedentes, sin lugar concreto de nacimiento siquiera pues el narrador no «quiere acordarse» de él; más aún, sin infancia, ni juventud, ni madurez, puesto que su historia da comienzo cuando es viejo, con los datos mínimos imprescindibles para explicar su transformación de cuerdo en loco. Después, una vez liberado de ataduras, puede hacer lo que quiera.

 

Obras

Grabado del Quijote I (capítulo 1º), de Gustave Doré

Al igual que otros personajes quijotescos (y cervantinos) concebidos en libertad, tiene autonomía no solo retórica, sino también lingüística, puesto que, por decirlo con palabras de Lázaro Carreter

corresponde a Cervantes, en efecto, la gloria de haber dado a los personajes novelescos la libertad de la palabra  3 . […]

El novelista Miguel de Cervantes, por tanto, se libera a sí mismo de ataduras cuando concibe y fragua en libertad a sus personajes, pues en la medida que estos carecen de determinismos previos, él goza de mayores posibilidades para trazar la vida de sus entes de ficción sin limitaciones. La libertad del escritor es, así, solidaria de la libertad del personaje, y ambas están indisolublemente unidas al perspectivismo.

Ahora bien, sostener la poética de la libertad implicaba, obvio es decirlo, enfrentarse con las normas de la retórica tradicional, romperlas, y configurar una nueva retórica, si se quiere, o lo que es lo mismo, enfrentarse con el saber universitario vigente, que seguía enseñando la retórica clásica latina sin cambios ostensibles, quizá porque dicha disciplina se acompasaba muy bien con la ideología aristocrática dominante, defensora, mayoritaria y monolíticamente, de que las circunstancias de herencia, educación, ambiente, sexo, etc., condicionaban o determinaban a los seres humanos, que, de ese modo, quedara fijada la superioridad incuestionable de la nobleza. Las normas sobre la modelación de los personajes literarios seguían al pie de la letra esas directrices anuladoras de toda autonomía personal […]

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2.1. Cervantes contradice las enseñanzas universitarias

La tradición paraescolar de las misceláneas, plenamente vigente cuando se publicó el Quijote, dependía básicamente, como ha demostrado Edmon Cros, de las enseñanzas de Retórica; y no solo a causa de la poderosa impronta que desde antiguo ha marcado la Retórica sobre la Literatura, sino también, y sobre todo, por las peculiares prácticas de su docencia, dado que los hábitos pedagógicos universitarios fueron utilizados después como recursos usuales de impresión en las diversas «silvas», «coloquios», etc., aplicando así a los libros los ejercicios declamatorios de carácter susuasorio o controvertido que tenían lugar al finalizar los estudios y los pasos derivados del sistema de la «lectio», con sus conocidas fases de interpretación, «litteram, sensus, sententiam», tras las cuales tenía lugar la controversia, debate o «disputatio».

Así, por ejemplo, uno de los rasgos más característicos de estas manifestaciones literarias «escolares» es la utilización de autoridades, referencias enciclopédicas, nombres de personajes históricos o mitológicos ordenados desde la A hasta la Z, etc., y de abundantes notas escritas al margen del texto que no son otra norma que un recuerdo, impreso en los libros, del sistema escolar pedagógico de la «lectio», según el cual solían ponerse, en los textos comentados en clase, anotaciones a mano entre líneas o en los márgenes, con el fin de apuntar la «sententia»  4 . De este modo, plagadas de apuntes marginales impresos, se publican numerosas obras de esta índole […]

Pues bien, si a la luz de estos datos leemos el prólogo al Quijote de 1605, comprobaremos el rechazo del excesivo «ornato» y de la falsa y pedantesca «erudición y doctrina» que caracterizaba este tipo de literatura paraescolar y universitaria, preconizada por la retórica. Cuando Cervantes asegura que su obra

está falta de toda erudición y doctrina, sin acotaciones en las márgenes y sin anotaciones en el fin del libro, como veo que están otros libros, aunque sean fabulosos y profanos, tan llenos de sentencias de Aristóteles, de Platón y de toda la caterva de filósofos, que admiran a los leyentes y tienen a sus autores por hombres leídos, eruditos y elocuentes…

Cuando dice esto, se está burlando descaradamente de toda esa literatura de entretenimiento de su época y se está enfrentando a las recomendaciones retórico-universitarias de la necesidad de la doctrina y la erudición.

Sin embargo, estas innovaciones antirretóricas y otras de mayor enjundia que no entro a considerar ahora —dado que al reírse de la retórica tradicional, Cervantes inaugura una nueva retórica, con todo lo que eso implica—, con ser muy importantes para el nacimiento de la novela, afectan únicamente al escritor, que sí fue universitario, aunque en exigua medida, pero no a don Quijote, que aparentemente nada tiene que ver con la literatura paraescolar ni con las enseñanzas universitarias. Y la pregunta sigue siendo la misma y sigue sin respuesta. ¿Fue nuestro Ingenioso hidalgo, bien que cuando solo era hidalgo, esto es, Quijano, Quijada, Quejana o Quesada, universitario? ¿Pudo tener alguna relación con las enseñanzas y saberes de Salamanca o Alcalá? ¿Cómo podríamos saberlo?

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2.2. Coincidencias de don Quijote con otros bachilleres

Yo creo que, si no fue estudiante universitario, debió de estar muy cerca de serlo, porque usa los conocimientos de la universidad con asiduidad y con solvencia. Bien es cierto que Cervantes nunca dice que estudiara en la universidad, pero tampoco dice con claridad que no lo hiciera. No podemos asegurar, claro está, pero sí conjeturar de manera verosímil y aceptable que bien pudo ser estudiante, sobre todo si comparamos a nuestro héroe con los universitarios que aparecen en su deambular, y analizamos las semejanzas que le relacionan con ellos, porque las hay y muy significativas. Pensemos simplemente en los tres estudiantes más destacados como personajes de la novela, esto es, en Sansón Carrasco, Grisóstomo y Lorenzo Miranda, el hijo del Caballero del Verde Gabán, los tres, asistentes a las aulas de la universidad de Salamanca.

Obras

Ilustración de la p. 59 del libro «La Universidad de Salamanca» (1991).

¿Coinciden con don Quijote en algún rasgo de relieve? Sí: todos ellos, el uno y los otros, son poetas. Al igual que el cura, graduado en la universidad de Sigüenza. El propio don Quijote se lo recuerda a Sancho

el ser yo algún tanto poeta, como tú sabes, y el serlo también en estremo el bachiller Sansón Carrasco (Q II, 67).

E incluso su amigo el cura, que es licenciado por la universidad de Sigüenza, también hace versos:

Del cura no digo nada, pero yo apostaré que debe de tener sus puntas y collares de poeta (Q II, 67).

Los dos que faltan, Grisóstomo y Lorenzo Miranda, son, a mayor semejanza, además de poetas, hidalgos como nuestro héroe:

Grisóstomo […] fue grande hombre de componer coplas; tanto que él hacía los villancicos para la noche del Nacimiento del Señor, y los autos para el día de Dios [Antes que pastor había sido hidalgo] un hijodalgo rico, vecino de un lugar que estaba en aquellas sierras, el cual había sido estudiante muchos años en Salamanca (Q I, 12).

El hijo del Caballero del Verde Gabán, modelo de hidalguía, mantiene una interesante conversación con don Quijote acerca de la poesía, que de inmediato mencionaré, porque es también un consumado poeta […] Don Quijote defiende la poesía de manera muy universitaria pues la define como una suma de todas las ciencias:

La poesía, señor hidalgo, a mi parecer es como una doncella tierna y de poca edad, y en todo estremo hermosa, a quien tienen cuidado de enriquecer, pulir y adornar otras muchas doncellas, que son todas las otras ciencias, y ella se ha de servir de todas, y todas se han de autorizar con ella (Q II, 16).

Esta definición de la poesía es la misma que expone Tomás Rodaja, otro destacado estudiante de Salamanca, quien se refiere expresamente a

la ciencia de la poesía porque encerraba en sí todas las demás ciencias… […]

La pregunta lógica para un estudiante universitario sería, de inmediato, la de saber si don Quijote había estudiado, porque así lo parece, y en qué universidad. De hecho, admirado de su saber sobre la poesía, se lo pregunta expresamente y con mucha claridad don Lorenzo Miranda

—Paréceme que vuesa merced ha cursado las escuelas: ¿qué ciencias ha oído?

–La de la caballería andante –respondió don Quijote–, que es tan buena como la de la poesía, y aun dos deditos más.

–No sé qué ciencia sea esa –replicó don Lorenzo–, y hasta ahora no ha llegado a mi noticia.

–Es una ciencia –replicó don Quijote– que encierra en sí todas o las más ciencias del mundo, a causa que el que la profesa ha de ser jurisperito, y saber las leyes de la justicia distributiva y comutativa, para dar a cada uno lo que es suyo […]; ha de ser teólogo, para saber dar razón de la cristiana ley que profesa […]; ha de ser médico y principalmente herbolario, para conocer en mitad de los despoblados y desiertos las yerbas que tienen virtud de sanar las heridas […]; ha de ser astrólogo, para conocer por las estrellas cuántas horas son pasadas de la noche, y en qué parte y en qué clima del mundo se halla; ha de saber las matemáticas, porque a cada paso se le ofrecerá tener necesidad dellas; y dejando aparte que ha de estar adornado de todas las virtudes teologales y cardinales, descendiendo a otras menudencias, digo que ha de saber nadar […]; ha de saber herrar un caballo y aderezar la silla y el freno; y volviendo a lo de arriba, ha de guardar la fe a Dios y a su dama; ha de ser casto en los pensamientos, honesto en las palabras, liberal en las obras, valiente en los hechos, sufrido en los trabajos, caritativo con los menesterosos, y finalmente mantenedor de la verdad, aunque le cueste la vida el defenderla (Q II, 18).

La caballería andante, por tanto, es también una universidad, una ciencia, y muy semejante a la poesía, dado que también «encierra en sí todas o las más ciencias del mundo». ¿Hace falta ser universitario para ser caballero andante? No. El propio ejercicio de la caballería es la escuela misma del saber, dice nuestro héroe, aunque los conocimientos que menciona (jurisprudencia, teología, medicina, astrología) se parecen a los de la universidad como una gota de agua a otra, lo que plantea algún problema. De hecho, don Quijote alaba aquí a Lorenzo Miranda como poeta diciendo que merece los laureles de las universidades más famosas de Europa, de «las academias […] de París, Bolonia y Salamanca». ¿Cómo ha llegado don Quijote a conocer estas tres célebres universidades? ¿Es que ha cursado en alguna de ellas, en alguna escuela, por usar los términos del joven universitario?

Con frecuencia, don Quijote parece más un sabio, un graduado, un profesor o un predicador que un caballero. Sancho queda pasmado ante la sabiduría y la elocuencia de su señor:

—Más bueno era vuestra merced –dijo Sancho– para predicador que para caballero andante.

—De todo sabían y han de saber los caballeros andantes, Sancho –dijo don Quijote–, porque caballero andante hubo en los pasados siglos que así se paraba a hacer un sermón o plática, en mitad de un campo real, como si fuera graduado por la Universidad de París; de donde se infiere que nunca la lanza embotó la pluma, ni la pluma la lanza (Q I, 18).

[…]

Quedó Sancho de nuevo como si jamás hubiera conocido a su señor, admirado de lo que sabía, pareciéndole que no debía de haber historia en el mundo ni suceso que no lo tuviese cifrado en la uña y clavado en la memoria (Q II, 58).

A menudo, el héroe parece más un hombre de letras que de armas. Cuando finaliza la novela, incluso Sancho Panza alcanza rango de apariencia universitaria, porque ha ido, poco a poco, asemejándose a su amo, quijotizándose, como estudió Salvador de Madariaga  5 . Entonces, tras haber dado el escudero pruebas de su agudeza e inteligencia en una ocasión, dice un testigo de la misma:

–Si el criado es tan discreto, ¡cuál debe de ser el amo! Yo apostaré que si van a estudiar a Salamanca, que a un tris han de venir a ser alcaldes de corte; que todo es burla, sino estudiar y más estudiar, y tener favor y ventura; y cuando menos se piensa el hombre, se halla con una vara en la mano o con una mitra en la cabeza (Q-II, 66).

La cita es jugosa por otras razones, dado que dice «si van a estudiar a Salamanca», lo que implica, al parecer que no han ido y que no los percibe como universitarios en el presente, aunque sí en el futuro, y muy brillantes, hasta el punto de que habían de llegar pronto a ser jueces u obispos. No lo son, pero bien podrían serlo.

 

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2.3. Las armas y las letras

En concreto, don Quijote, claro está, a quien muchas veces se le percibe como un estrafalario caballero que bien pudiera ser colegial. No obstante, es sobre todo un caballero andante, aunque sabio; porque es más valiente que estudiante en opinión del barbero:

—No tengáis pena, Sancho amigo —dijo el barbero—, que aquí rogaremos a vuestro amo y se lo aconsejaremos, y aun se lo pondremos en caso de conciencia, que sea emperador y no arzobispo, porque le será más fácil, a causa de que él es más valiente que estudiante.

—Así me ha parecido a mí —respondió Sancho—, aunque sé decir que para todo tiene habilidad. Lo que yo pienso hacer de mi parte es rogarle a Nuestro Señor que le eche a aquellas partes donde él más se sirva y adonde a mí más mercedes me haga (Q I, 26).

De modo que, aunque priman las armas sobre las letras, estas ocupan el segundo lugar, dado que sus discursos son en buena medida los de un estudiante o los de un predicador. Desde esta óptica, en consecuencia, don Quijote aúna rasgos de caballero y estudiante; en proporciones distintas, bien es cierto, pero los funde. Y eso avala su relación directa o indirecta con el saber de las escuelas.

El problema es que siempre se ha dicho, y aún se dice, que los intelectuales son cobardes […] Sin embargo don Quijote afirma justo lo contrario, pues

que nunca la lanza embotó la pluma, ni la pluma la lanza.

De hecho, él escribe varios poemas, de los que incluye tres en su obra y dos narraciones caballerescas breves, sin perder un ápice de ardor guerrero.

Y en ese punto de confluencia entre las armas y las letras, entre los estudios universitarios y el ejercicio de la caballería, es obligada la comparación con El licenciado Vidriera, el otro loco egregio que salió de la pluma cervantina.

Obras

Recordemos, con el fin de centrar mejor la cuestión, otra cita quijotesca sobre los locos universitarios, que viene aquí como anillo al dedo:

En la casa de los locos de Sevilla estaba un hombre a quien sus parientes habían puesto allí por falta de juicio. Era graduado en cánones por Osuna, pero aunque lo fuera por Salamanca, según opinión de muchos, no dejara de ser loco (Q II, 1).

Loco es don Quijote, y parece estudiante con frecuencia; loco es Tomás Rodaja, y es el mejor estudiante de la universidad de Salamanca, pero no ejerce su profesión y muere heroicamente como un soldado en Flandes

donde la vida que había comenzado a eternizar por las letras la acabó de eternizar por las armas, en compañía de su buen amigo el capitán Valdivia, dejando fama en su muerte de prudente y valentísimo soldado.

Un guerrero que parece un letrado y un brillante universitario que ejerce con heroísmo las armas se explican uno a otro, se complementan indudablemente, y más cuando nos damos cuenta que los dos están locos, y unen, bien que en diversos grados, caballería y universidad, armas y letras […]

Por lo demás, que Alonso Quijano pueda haber sido universitario o no pertenece exclusivamente a la opinión del lector, a su mirada, dado que el narrador no dice nada sobre tan importante cuestión. Y ya sabemos que la mirada del lector es medular para Cervantes, como demuestra el prólogo a las Novelas ejemplares, pues todo depende, en última instancia, de ese «Si bien lo miras, lector», todo depende de su mirada, de su percepción. Pero si no queremos salir de nuestra obra, también el Quijote dice lo mismo, cuando tras el episodio de la cueva de Montesinos apela al lector y, ante su ambigüedad, le dice:

Tú, lector, pues eres prudente, juzga lo que te pareciere (Q II, 24).

Y así sucede en nuestro caso, porque es posible que alguno entienda que Quijada, Quesada o Quejana tuvo que haber sido por fuerza universitario, porque de otro modo don Quijote no podría haber adquirido tan profundos conocimientos; aunque otro pensará, quizá, que esos saberes se pueden adquirir sin ir a las aulas, por medio de la lectura autodidacta de quien leía hasta los papeles rotos que se encontraba en la calle; un tercero creerá que don Quijote no tiene nada de intelectual y que las referencias universitarias esconden un saber mostrenco fácilmente adquirible en misceláneas y polianteas al alcance de cualquiera; e incluso habrá quien piense que se ríe de las universidades, dado que sus conocimientos pueden adquirirse fuera de las aulas y son accesibles hasta para un loco rematado como nuestro héroe; et sic de caeteris. ¡Quién sabe! Pero lo importante, más allá de los puntos de vista personales de los lectores, es que se mire como se mire, don Quijote, curiosamente, tiene algo de estudiante universitario de su época […]

 

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3. Don Quijote, autor de poemas

A nadie se le escapa que el tema planteado es de una considerable complejidad, porque es cierto que don Quijote tiene algo de poeta e incluso compone algún poema que otro, pero no es menos cierto que esos poemillas aportan poco a su grandeza y no demuestran un aliento lírico de relieve. Podríamos suponer, por tanto, que le sucede lo mismo que a su creador, lo mismo que a Cervantes, y que quizá, como el complutense, nuestro ingenioso hidalgo se afanó por parecer que tenía «de poeta / la gracia que no quiso darle  6  el cielo». Sin embargo, la suposición, aunque sugerente, carece de fundamento, al menos en lo que se refiere a Cervantes, porque ya hace muchos años que José Manuel Blecua  7  la echó por tierra y demostró que el sentido de los citados versos del Viaje del Parnaso (1614) era irónico y que su autor nunca se consideró mal poeta. Antes al contrario, lo cierto es que Cervantes se creía un buen poeta, como demuestra su satisfacción por el famoso soneto Al túmulo de Felipe II:

Yo el soneto compuse que así empieza,

por honra principal de mis escritos,

Voto a Dios que me espanta esta grandeza

(IV, vv. 37-39).

Obras

Don Quijote, asimismo, y aunque no lo diga expresamente, debía de estimarse en mucho como poeta, dada su afirmación general de que

no hay poeta que no sea arrogante y piense de sí que es el mayor poeta del mundo (Q II, 18).

 

3.1. Autor y personaje son soldado y poeta

El paralelismo entre el escritor y el personaje existe, como es natural, porque uno y otro reconocen a menudo su amor por la poesía y lo hacen en términos semejantes, definiéndola, como hemos visto, como una suma de otras ciencias, etc.

La pureza lírica de Cervantes rechaza, además, la sátira poética, y asegura que

nunca voló la pluma humilde mía

por la región satírica»,

exactamente igual, significativamente, que hace su héroe, cuando dice a renglón seguido que

hala de tener [la poesía] el que la tuviere, a raya, no dejándola correr en torpes sátiras (Q II, 16) […]

Ambos, por si no fuera suficiente, se movieron con soltura entre las armas y las letras. Cervantes, obvio es recordarlo, fue escritor y poeta, e hizo hablar a su pluma para expresar su inmensa satisfacción por haber realizado el Quijote:

Para mí sola nació don Quijote, y yo para él; él supo obrar y yo escribir; solos los dos somos para en uno (Q II, 74).

Pero también fue soldado, y siempre estuvo orgulloso de su participación en la batalla de Lepanto «la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros» –dice en el Prólogo del segundo Quijote-, añadiendo que

quisiera antes haberme hallado en aquella facción prodigiosa, que sano ahora de mis heridas sin haberme hallado en ella.

Don Quijote, asimismo, asegura, como ya sabemos que

nunca lanza embotó la pluma, ni la pluma la lanza (Q I, 18),

lo que no le impide, claro está, defender siempre la prioridad de las armas sobre las letras, dada su condición esencial de caballero andante, como sucede en el conocido discurso de las armas y las letras (Q I, 38).

Y es que don Quijote también es poeta, bien que en menor medida que caballero andante, como le confiesa a Sancho tras la derrota de Barcelona, cuando ambos piensan en transformarse en pastores de la bucólica:

y hanos de ayudar mucho al parecer en perfección este ejercicio el ser yo algún tanto poeta, como tú sabes (Q II,67).

Cervantes así lo había concebido, sin duda, ya desde el título, desde que lo llamara ingenioso hidalgo porque el adjetivo ingenioso alude tanto a la peculiar locura del personaje como a su condición de poeta, al denominado furor poético del Renacimiento, cuando la fantasía creadora y el delirio lírico se identificaban con el término ingenio  8 . No en vano se llamaban ingenios a los poetas, y al más célebre y famoso los contemporáneos de Cervantes, al gran Lope de Vega, para destacarlo, se le denominó El Fénix de los Ingenios.

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3.2. El poeta enamorado inventa nuevos nombres

Además, no es casual que el propio don Quijote se reconozca «algún tanto poeta» justo en el momento en que, derrotado como caballero, piensa en la posibilidad de hacerse pastor, ya que en ese preciso instante se dedica a dar nuevo nombre a todos, comenzando por él mismo, pastor Quijotiz, y por Sancho, pastor Pancino, y siguiendo por Sansón Carrasco, pastor Sansonino, el barbero, pastor Miculoso, y el cura, pastor Curiambro. Es decir, es poeta en sentido etimológico, en la acepción de hacedor, de creador de nuevos mundos, de fundador de la nueva Arcadia que imagina y traza en ese preciso momento, sin duda, pero solo con la palabra, únicamente por medio de la palabra. De hecho, esa actividad creadora le recuerda que su condición de poeta es necesaria para perfeccionar el mundo de la égloga, donde los pastores son poetas por naturaleza, y donde, como pide la convención genérico-literaria de la bucólica, también serán poetas los otros personajes, es decir, Sansón, el cura y el barbero. Sin embargo, solamente don Quijote ejerce como poeta, instituyendo el mundo ecológico e incluso trazando de antemano su argumento:

Yo me quejaré de ausencia; tú [le dice a Sancho] te alabarás de firme enamorado; el pastor Carrascón, de desdeñado; y el cura Curiambro, de lo que él más puede servirse, y así, andará la cosa que no haya más de desear (Q II ,67).

Don Quijote sabe que el poeta tiene el don de la palabra, la capacidad de bautizar, de nombrar de nuevo, de crear en suma, por eso lo hace […]

Obras

Sin embargo, pese a proceder en los dos casos, el caballero y el pastoril, como poeta, como hacedor, y a crear un mundo ficticio nuevo con la palabra fundacional, dando nombre original a sus personajes; pese a la reiteración del mismo procedimiento poético creador, nunca se reconoce poeta en el ámbito caballeresco, a diferencia del pastoril, donde lo hace de inmediato, como hemos visto. La pregunta, entonces es obvia: ¿Por qué? ¿A qué se debe la marcada diferencia? Podríamos pensar, en primera instancia, que la convención de la égloga exige que los pastores sean poetas, mientras que no lo hace la caballeresca; pero no es así, como el mismo don Quijote se encarga de aclararnos, porque también los caballeros son poetas por definición:

—Luego, ¿también –dijo Sancho– se le entiende a vuestra merced de trovas?

—Y más de lo que tú piensas –respondió don Quijote–, y veráslo cuando lleves una carta, escrita en verso de arriba abajo, a mi señora Dulcinea del Toboso. Porque quiero que sepas, Sancho, que todos o los más caballeros andantes de la edad pasada eran grandes trovadores y grandes músicos; que estas dos habilidades, o gracias, por mejor decir, son anexas a los enamorados andantes. Verdad es que las coplas de los pasados caballeros tienen más de espíritu que de primor (Q I, 23).

Entonces, ¿a qué se debe la diferencia? Se debe, en mi opinión, a que el mundo pastoril es solo un proyecto que nunca llega a materializarse, y queda reducido a la mera palabra, a la poesía, sin hacerse nunca vida; en contraste radical con el mundo caballeresco, que empieza como creación poética, pero cambia de inmediato y se hace vida propia, encarnadura real, dejando atrás el ámbito de la palabra poética. Por eso don Quijote recuerda que es poeta únicamente ante la posibilidad de la bucólica, pero no en el mundo caballeresco, aunque lo sea en ambos casos.

Don Quijote vive la literatura caballeresca, confunde la literatura de los Amadises con la vida real; por eso choca constantemente con la realidad, que acaba de imponer su ley, y resulta golpeado y maltrecho a menudo. Él apenas imita la escritura de los libros de caballerías, como sería lo lógico, y solo en un par de ocasiones se pone a escribir lances caballerescos, porque lo que imita casi siempre es esa literatura entendida como vida, como realidad. Por eso la hace vida, y así, como vida y no como literatura, la imita. Nuestro caballero no ha visto nunca a Dulcinea, pero se la imagina como el poeta que finge a su amada, con sus mismos procedimientos de escritura, solo que sin escribir, más allá de la mera imitatio poética o novelesca, dado que acaba de creer a Dulcinea de carne y hueso y por considerarla tan real como la vida misma. Escuchemos sus iluminadoras palabras:

¿Piensas tú que las Amariles, las Filis, las Silvias, las Dianas, las Galateas, las Alidas y otras tales de que los libros, los romances, las tiendas de los barberos, los teatros de las comedias, están llenos, fueron verdaderamente damas de carne y hueso, y de aquellos que las celebran y celebraron? No, por cierto, sino que las más se las fingen, por dar subjeto a sus versos y porque los tengan por enamorados y por hombres que tienen valor para serlo. Y así, bástame a mí pensar y creer que la buena de Aldonza Lorenzo es hermosa y honesta; […] y yo me hago cuenta que es la más alta princesa del mundo (Q I, 25).

Don Quijote imita a Amadís como si fuera un ser histórico, como si hubiera existido verdaderamente; no emula su escritura, sino sus hechos de vida:

Amadís fue el norte, el lucero, el sol de los valientes y enamorados caballeros, a quien debemos de imitar todos aquellos que debajo de la bandera de amor y de la caballería militamos. Siendo, pues, esto ansí, como lo es, hallo yo, Sancho amigo, que el caballero andante que más le imitare estará más cerca de alcanzar la perfección de la caballería (Q I, 25).

Y esa es la tragedia del poeta don Quijote, que no se da cuenta de que la vida y la poesía son dos cosas completamente distintas y que no pueden confundirse sin grave riesgo. Y ello a pesar de las advertencias de Cervantes, dado que los personajes de El curioso impertinente, novela que figura así, como novela, dentro del texto quijotesco, esto es, Lotario y Anselmo, son capaces no solo de escribir y leer sonetos de amor, sino de mantener una conversación teórica sobre si los poetas enamorados dicen o no la verdad, lo que afecta de lleno a nuestro enamorado poeta y caballero. Su diálogo no tiene desperdicio. Es el siguiente:

—Luego, ¿todo aquello que los poetas enamorados dicen es verdad?

—En cuanto poetas, no la dicen –respondió Lotario–; mas, en cuanto enamorados, siempre quedan tan cortos como verdaderos.

—No hay duda d’eso –replicó Anselmo (Q I, 34).

Los personajes de esta novela intercalada separan con claridad la poesía de la vida, pues una cosa es el amor de un poeta y otra su poesía, meros versos sobre un papel, pero nunca la vida, nunca la realidad, aunque pueda confundirse con ella, como le sucede a nuestro héroe, que entiende la poesía o la literatura como vida, y por eso se confunde y choca constantemente con la realidad […]

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3.3. Tres poemas de don Quijote

Obras

Esculturas de Dulcinea y don Quijote caballerescamente enamorado (El Toboso).

Hay, en fin, tres poemas de nuestro caballero dentro del Quijote. Recordémoslos:

                  1.

Árboles, yerbas y plantas

que en aqueste sitio estáis,

tan altos, verdes y tantas,

si de mi mal no os holgáis,

escuchad mis quejas santas.

 

Mi dolor no os alborote,

aunque más terrible sea,

pues, por pagaros escote,

aquí lloró don Quijote

ausencias de Dulcinea

del Toboso.

 

Es aquí el lugar adonde

el amador más leal

de su señora se esconde,

y ha venido a tanto mal

sin saber cómo o por dónde.

 

Tráele amor al estricote,

que es de muy mala ralea;

y así, hasta henchir un pipote,

aquí lloró don Quijote

ausencias de Dulcinea

del Toboso.

 

Buscando las aventuras

por entre las duras peñas,

maldiciendo entrañas duras,

que entre riscos y entre breñas

halla el triste desventuras,

 

hirióle amor con su azote,

no con su blanda correa;

y, en tocándole el cogote,

aquí lloró don Quijote

ausencias de Dulcinea

del Toboso (Q I, 26).

 

                  2.

Suelen las fuerzas de amor

sacar de quicio a las almas,

tomando por instrumento

la ociosidad descuidada.

 

Suele el coser y el labrar,

y el estar siempre ocupada

ser antídoto al veneno

de las amorosas ansias.

 

Las doncellas recogidas

que aspiran a ser casadas,

la honestidad es la dote

y voz de sus alabanzas.

 

Los andantes caballeros,

y los que en la corte andan,

requiébranse con las libres,

con las honestas se casan.

 

Hay amores de levante,

que entre huéspedes se tratan,

que llegan presto al poniente,

porque en el partirse acaban.

 

El amor recién venido,

que hoy llegó y se va mañana,

las imágines no deja

bien impresas en el alma.

 

Pintura sobre pintura

ni se muestra ni señala;

y do hay primera belleza,

la segunda no hace baza.

 

Dulcinea del Toboso

del alma en la tabla rasa

tengo pintada de modo

que es imposible borrarla.

 

La firmeza en los amantes

es la parte más preciada,

por quien hace amor milagros,

y asimesmo los levanta (Q II, 46).

 

                  3.

Amor, cuando yo pienso

en el mal que me das, terrible y fuerte,

voy corriendo a la muerte,

pensando así acabar mi mal inmenso;

 

mas, en llegando al paso

que es puerto en este mar de mi tormento,

tanta alegría siento,

que la vida se esfuerza y no le paso.

 

Así el vivir me mata,

que la muerte me torna a dar la vida.

¡Oh condición no oída,

la que conmigo muerte y vida trata! (Q II, 68).

Voluntariamente, he sacado de su contexto novelesco –dentro del cual son mucho más interesantes y divertidos- los poemas para que se lean como poesía autónoma y así se calibre mejor su calidad lírica. Se trata de poemas que demuestran una evidente soltura y destreza en el manejo del verso y un conocimiento incuestionable de la poesía áurea. Poco más. Habría que destacar quizá el primero, porque el contraste entre la primera quintilla seria y la segunda burlesca de cada estrofa, en virtud de la rima en –ote, que llena el poema de palabras y conceptos vulgares y risibles, implica una ridiculización del petrarquismo y de sus tópicos amorosos, en virtud de las lágrimas que hinchen el pipote de nuestro héroe, o del amor que le hiere en el cogote, etc. Si a ello unimos el tetrasílabo final del Toboso, que rompe el ritmo, no podemos decir que carezca de gracia, cuando menos.

El romance que va en segundo lugar, en cambio, no es más que una sarta de admoniciones morales y de tópicos petrarquistas que dependen por completo del divertido lance de Altisidora. El tercero, en fin, quizá el poema más interesante de todos, pierde interés cuando comprobamos que no es más que la traducción del Gli Asolani, de Pietro Bembo. Lo cierto es que sus «coplas», como las «de los pasados caballeros tienen más de espíritu que de primor».

La verdad es que el propio héroe menciona únicamente entre sus «trovas», de manera muy significativa, una carta de amor a Dulcinea «escrita en verso»; y, sin embargo, lo que escribe es una bella carta en prosa, que le pareció a Pedro Salinas la mejor carta de amor de la literatura española  9 . Dice así:

Soberana y alta señora:

El ferido de punta de ausencia y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me desprecia, si tu valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que, además de ser fuerte, es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación, ¡oh bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo que por tu causa quedo. Si gustares de acorrerme, tuyo soy; y si no, haz lo que te viniere en gusto; que, con acabar mi vida, habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo.

Tuyo hasta la muerte, El Caballero de la Triste Figura (Q I, 25).

Obras

Ilustración de Roberto Fabello

La epístola es muy hermosa, y bien puede pasar, hasta cierto punto, por poesía en prosa, al igual que la hermosa narración del Caballero del Lago, asimismo obra de don Quijote, que podemos leer en I, 50. Porque lo cierto es que la consideración poética del Quijote, como ya dijera el propio Cervantes refiriéndose a la épica (Persiles) y a la égloga (Galatea), afecta tanto a la prosa como al verso. De hecho, Cernuda consideró a Cervantes «nuestro máximo poeta» no solo porque creía que sus versos eran buenos con frecuencia, sino también porque pensaba que la poesía se hacía igualmente en prosa.

No creo exista escritor —decía  10 — a quien falte la visión poética de la realidad, porque dicha percepción poética, en mayor o menor grado, es lo que confiere alteza y permanencia a una obra literaria.

El poeta sevillano se identificó hasta cierto punto con Cervantes y con don Quijote en su concepción de la realidad y el deseo, pues sus inquietudes coinciden a menudo con las del Ingenioso hidalgo:

A partir de entonces —dice el poeta sevillano— comencé a distinguir una corriente simultánea y opuesta dentro de mí: hacia la realidad y contra la realidad, de atracción y de hostilidad hacia lo real. El deseo me llevaba hacia la realidad que se ofrecía ante mis ojos como si solo con su posesión pudiera alcanzar certeza de mi propia vida. Mas como esa posesión jamás la he alcanzado sino de modo precario, de ahí la corriente contraria, de hostilidad ante el irónico atractivo de la realidad. Puesto que, según parece, esa o parecida ha sido también la experiencia de algunos filósofos y poetas que admiro, con ello concluyo que la realidad exterior es un espejismo y, lo único cierto, mi propio deseo de poseerla. Así, pues, la esencia del problema poético, a mi entender, la constituye el conflicto entre la realidad y deseo, entre apariencia y verdad. 11 

Estas palabras, obvio es decirlo, no están muy lejos de la percepción de la realidad que tiene don Quijote, que hace real la ficción caballeresca por necesidad, en buena medida, para que pueda existir su propia búsqueda de la edad de oro, su búsqueda del mito, del sueño y del ideal, pero a contrapelo de la realidad misma, como se demuestra indudablemente en la segunda parte de su obra, cuando al ver el mundo de verdad caballeresco que han construido los duques a la medida de su locura, dice el texto que

aquel fue el primer día que de todo en todo conoció y creyó ser caballero andante verdadero, y no fantástico, viéndose tratar del mesmo modo que él había leído se trataban los tales caballeros en los pasados siglos.(Q II, 31) […]

Quiero acabar, en fin, con unas palabras de León Felipe, nuestro gran poeta novecentista, porque entienden la inmortal novela cervantina como un poema y encajan, por ende, con la condición poética de Cervantes y de su héroe:

El Quijote es un poema y Cervantes nuestro único poeta integral y el primer poeta moderno que se alza en el Renacimiento. Cervantes es un poeta como Lucrecio, como Dante y como Whitman. No solo de la misma talla, sino de la misma capacidad integradora. La comparación no está hecha aquí de una manera arbitraria y precipitada […] No solo integran, sino que humanizan y poetizan problemas abstractos, que solo cuando ellos los aprisionan en sus poemas, adquieren realidad y dimensiones en la historia. Epicuro es Lucrecio, lo católico es Dante. Whitman es el sueño angélico y heroico de una democracia que está más cerca de Nietzsche que de Lincoln. Y España, la España loca y grotesca que ha pasado lunática como un relámpago por la historia del mundo, es Cervantes. Cada uno crea su estilo y su arquitectura, y tan lejos está del poema tradicional Whitman como Cervantes  12 .

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4. Referencias

La primera versión, más extensa, de este artículo, fue publicada en Revista de Lengua y Literatura españolas Cervantes y El Quijote (Asociación de Profesores Francisco de Quevedo - 2005). Primera edición: julio 2006. ISBN 84-95427-88-5. Los corchetes [...] indican la existencia de más texto en la primera versión.

4.1. Citas

 1  El cura amigo de don Quijote «era hombre docto, graduado en Sigüenza» (Q I, 1); y el doctor que mata de hambre a Sancho en la ínsula, Pedro Recio, dice «y tengo el grado de doctor por la universidad de Osuna» (Q II, 47).
 2  Resulta sorprendente que no cite apenas la Universidad de Alcalá, que era celebérrima, siendo él complutense, y que mencione en cambio muchísimas veces la Universidad de Salamanca. Quizá por un cierto pudor humanista a resaltar su patria chica; o quizá considerara que la verdadera Universidad de sus tiempos era la de fray Luis de León y el Brocense; o quizá, en fin, lo hiciera por rivalidad literaria, dado que sus principales enemigos de pluma habían estudiado en Alcalá, Lope de Vega a la cabeza.
 3  «La prosa de Cervantes», en Lecciones cervantinas, Zaragoza, 1985, p. 125.
 4  Edmon Cros. Protée et le gueux. París, Didier (1967) p. 152.
 5  Guía del lector del «Quijote». Ensayo psicológico sobre el «Quijote». Madrid, Espasa-Calpe, 1926.
 6  Como es sabido, el verso dice darme.
 7  En «La poesía lírica de Cervantes», en el Homenaje a Cervantes, de la Revista ÍNSULA. Madrid, 1947.
 8  Como ya estudió H. Weinrich, Das Ingenium Don Quijotes, 1956. No entro ahora en otros sentidos de mayor interés.
 9  «La mejor carta de amores de la literatura española», en Ensayos de literatura hispánica, Madrid, Aguilar, 1967, pp. 116-148.
 10  Poesía y Literatura, I y II, Barcelona, Seix Barral, 1971, p. 243.
 11  Ibid., pp. 151-156.
 12  «Universidad y exaltación», Hora de España, junio de 1937; en Fernando Díaz Plaja, Si mi pluma fuera tu pistola, Barcelona, Plaza y Janés, 1979, pp. 478-479.
 
 

 

4.2. Bibliografía

  • CLAUBE, J. M. (pseudónimo de José Manuel BLECUA, 1947): «La poesía lírica de Cervantes», en Homenaje a Cervantes. Revista Ínsula, Madrid.
  • MADARIAGA, S. de (1926): Guía del lector del «Quijote». Ensayo psicológico sobre El Quijote. Espasa Calpe, Madrid.
  • REDONDO, A. (1998): Otra manera de leer El Quijote. Ed. Castalia, Madrid.
  • REY HAZAS, A. (2005): «Don Quijote considerado como poeta» en El Quijote desde el siglo XXI. CEC, Alcalá de Henares, pp. 109-121.
  • —(2005): Poética de la libertad y otras claves cervantinas. Editorial Eneida, Madrid.

4.3. Créditos del artículo, versión y licencia

REY HAZAS, A. (2015). «Don Quijote, universitario y poeta». Letra 15. Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo» de Madrid. Año II. Nº 4. ISSN 2341-1643 [URI: http://letra15.es/L15-04/L15-04-11-Antonio.Rey.Hazas-Don-Quijote,universitario-y-poeta.html]

Recibido: 5 de octubre de 2015.

Aceptado: 19 de octubre de 2015.

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