Letra 15. Revista digital
Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo» de Madrid - ISSN 2341-1643

Sección ENCUENTROS

Entrevista al escritor Fernando Lalana


«La novela juvenil que yo hago
te va empujando hacia otros tipos de libros»

Fernando Lalana

Entrevista

Silvia Agosto Riera

 

 

El 3 de diciembre de 2014 se celebró en la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) una nueva entrega de los Diálogos literarios, con la participación del escritor Fernando Lalana.

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Esta iniciativa, realizada en conjunto con el máster de formación de profesores [Máster Universitario en Formación del Profesorado de ESO y Bachillerato, FP y Enseñanzas de Idiomas] de la Universidad Complutense de Madrid, busca acercar a los profesores y a los futuros docentes con autores contemporáneos cuyas obras despiertan interés en los lectores jóvenes.

Lalana conversó con un nutrido grupo de profesores y estudiantes sobre El último muerto, una novela de intriga que forma parte de la saga del detective Fermín Escartín, un investigador que resuelve los casos de forma poco ortodoxa. En esta entrevista, el escritor ha reflexionado sobre su producción literaria, nos ha explicado qué entiende por literatura juvenil y ha comentado la relación entre el mercado editorial español en la actualidad y la adolescencia.

Fernando Lalana

 

1. ¿Considera que la literatura juvenil es una categoría literaria o una categoría comercial?

Yo siempre he defendido la segunda opción. Creo que la literatura juvenil, como yo la veo, no tiene diferencias sustanciales con la literatura en general y, por lo tanto, «lo juvenil» creo que es puramente comercial. Muchas novelas juveniles únicamente lo son porque tenemos que ir a comprarlas debajo del rótulo de «novela juvenil» pero perfectamente podrían estar editadas en otra colección que las catalogara como novela policial o novela de aventuras.

 

2. ¿Por qué se mantiene esta categorización? ¿Para incentivar la afición lectora en los jóvenes o simplemente con un fin publicitario?

Me parece que hay siempre una minoría de lectores que no necesitan el paso por la literatura juvenil y por lo tanto pueden acceder a novelas de tipo general, pero hay una parte de la gente joven que parece que tiene cierto recelo a meterse en la novela «para adultos» y necesitan esa fase introductoria, ese pasaje por la literatura juvenil.

Lo malo es cuando les dicen que «novela juvenil» es una categoría que se circunscribe a determinados libros y determinados géneros. Esto hace que no sientan el impulso de leer otro tipo de literatura, sino que se vean orientados a leer más de lo mismo. La novela juvenil que yo hago y en la que yo creo te va empujando hacia otros tipos de libros, que permiten convertirte en un lector amplio y contundente.

Fernando Lalana

 

3. ¿A qué se debe el éxito editorial de ciertas sagas de amor entre los adolescentes?

No cabe duda de que el amor y el sexo, a ciertas edades, son temas que deslumbran, por lo que me parece un poco tramposo por parte de los autores apelar a esas cuestiones. Si son libros escritos con dignidad y con inteligencia, yo no tendría ningún problema… El problema está en que algunos autores han encontrado allí el «chollo» y por lo tanto los escriben como churros y ya no digamos algunas historias donde yo no sé si consciente o inconscientemente están dejando caer comportamientos y modelos tremendamente machistas, tremendamente desiguales, como es el caso de la saga Crepúsculo.

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4. ¿Clásicos sí o no?

Los profesores de Educación Secundaria, aparte de otras tareas, se imponen la de intentar crear lectores, crear afición a la lectura. En ese sentido yo creo que los clásicos hay que tomarlos con mucho cuidado porque muchas veces están por encima de las posibilidades de los adolescentes, por lo tanto ya llegará el momento en el que algunos se aficionen a los clásicos, por ahora lo que hay que hacer es aficionarlos en general, y cuantos más, mejor, y esto se hace más fácilmente con libros contemporáneos. La imposición de los clásicos podría llegar incluso a provocar el rechazo a la lectura por parte de algunos jóvenes.

Fernando Lalana

 

5. ¿Cuáles son sus géneros preferidos a la hora de leer?

Creo que la ficción es aquello que agrupa a los libros o a las historias que cuentan hechos que no han sucedido pero podrían suceder, por lo tanto son hechos verosímiles, muy alejados de las novelas de fantasía donde no hay ninguna posibilidad de que suceda en la vida real. También una buena novela del Oeste, aunque pueda estar un poco desacreditada, puede ser tan válida como una buena novela histórica o una buena novela de aventuras, por lo tanto me gusta toda la literatura digna donde el autor trate con dignidad a los lectores. Existen dos tipos de autores, quienes consideran que sus lectores son inteligentes, o quienes se consideran más inteligentes que sus lectores. Cuando un autor se cree más listo que sus lectores ahí empieza a fallar, puesto que ya no siente la necesidad de esforzarse para sorprenderles.

 

6. En su producción literaria hay un número muy grande de novelas de intriga. ¿Le interesa ese género por encima de otros?

El género que más he practicado es la novela de intriga, pero puntualmente he escrito varias novelas de historia o de ficción histórica. Eso sí, tengo que reconocer que incluso cuando toco otros géneros, muchos de los elementos forman parte de la típica novela de intriga, es decir, yo hago una novela de ciencia ficción pero se me cuela una trama de un misterio dentro de la historia. No lo puedo evitar, es mi género preferido. Tampoco sé muy bien por qué, porque escojo textos muy variados, no especialmente de intriga.

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7. Su último libro es un western, siempre dentro del género narrativo ¿también ha probado a escribir teatro o poesía?

Teatro sí, he escrito nueve o diez obras de teatro y de ellas me parece que cinco fueron publicadas en forma de libro. El teatro lo he escrito siempre por encargo, no para publicarlo como libro sino para estrenarlo en ámbitos teatrales. Hay veces que me piden incluso cosas específicas. Por otro lado, poesía no he escrito nunca, creo que es otro nivel dentro de la literatura. Siempre he defendido que el de escritor es un oficio que se hace y que se aprende, en cambio para ser poeta, o naces poeta o lo tienes muy mal. Siento que yo no he nacido poeta y encima leo poca poesía… Supongo que porque leí a Neruda y después de leer a Neruda pues no te quedan muchas ganas de leer otras cosas, te da la sensación de que Neruda ya lo ha escrito todo.

 

8. ¿Qué consejo le daría a un adolescente que no es un lector habitual para que se animara a empezar a leer?

Siempre que alguien me dice que no es buen lector, pienso que no es buen lector porque no ha leído buenos libros, o porque los libros que ha leído no eran adecuados para él, o porque trataban temas o asuntos que no le interesen en absoluto. Si lees buenos libros, bien escritos, de buenos autores y que traten de aquellos asuntos o temas que te interesan es muy difícil que no te aficiones a la lectura. Eso sí, esto especialmente en España tiene una dificultad, puesto que en nuestro país se publican muchísimos libros malos, muchos más libros malos que buenos.

Fernando Lalana

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9.
Recuadro 1.
El último muerto, la novela policial y la parodia

El último muerto es una novela de «misterio e intriga policial» según la cuidada edición de Editorial Bambú… Pero al leer sus páginas se puede afirmar que es más mucho que eso. Esta obra, y todas las novelas de la saga de Fermín Escartín, pueden incluirse en el policial pero desde una perspectiva paródica, como un homenaje risueño y en cierta medida, «español», a las novelas de detectives norteamericanas.

Si se desea conocer a Escartín es preciso detenerse en el ignoto profesor del Departamento de Hispánicas de la Facultad de Letras que deja su trabajo por «disensiones irreconciliables» con el catedrático Malumbres. El problema que le ha hecho abandonar su plaza es una postura diferente sobre el uso correcto del pluscuamperfecto del subjuntivo. Si este traspié «hubiera o hubiese» abatido al protagonista, lo habría sumergido en la más feroz depresión, sin embargo, por el contrario, despertó su vocación detectivesca. Con la «sólida» formación que otorga un curso aprendido por correspondencia, nuestro protagonista comienza a dedicarse a perseguir maridos y empleados y a investigar asuntos poco agradables.

Esta transformación en la vida del personaje constituye un rasgo propio del detective de las novelas policiales americanas: Escartín no puede incluirse en ninguna institución, al igual que Philip Marlowe. Se ha alejado de la Academia y en su nueva ocupación, actúa solo. No pertenece a la Policía ni a ninguna agencia de seguridad. Trabaja en forma privada y en solitario.

En otros aspectos de su vida, también está excluido de las instituciones, porque tampoco forma parte de la institución básica de la sociedad, la familia. Su esposa lo ha abandonado y malvive entre trabajo y trabajo, sobreviviendo, pese a su mala cabeza, gracias a la paciencia de sus amigos de «La comadreja parda», un bar que representa todos los bares de los barrios de España donde se mezclan la calidez, la confianza y la camaradería. A diferencia del personaje de Chandler, Escartín no es cínico ni pesimista, sino que es capaz de disfrutar de las pequeñas alegrías que le deparan la buena mesa, la amistad o el azar.

En su artículo Sobre el género policial, el escritor y crítico argentino Ricardo Piglia compara al detective inglés con el protagonista de las novelas negras americanas. Piglia sostiene que las reglas del policial inglés se afirman sobre todo en el fetiche de la inteligencia, en «la lógica imbatible de los personajes encargados de proteger la vida burguesa». Por ello, el investigador es un razonador puro, que defiende la ley y descifra los enigmas. Pero en la novela negra no parece haber otro criterio de verdad que la experiencia:

el investigador se lanza, ciegamente, al encuentro de los hechos, se deja llevar por los acontecimientos y su investigación produce fatalmente nuevos crímenes; una cadena de acontecimientos cuyo efecto es el descubrimiento, el desciframiento.

Y en El último muerto se cumple paso a paso este condicionamiento ya que la desaparición que inicia el relato va creciendo hasta convertirse en una trama compleja de corrupción y muerte.

Según Piglia, la figura que define la forma del investigador privado viene directamente de lo real; es una figura histórica que duplica y niega al detective como científico de la vida cotidiana. Escartín no es meticuloso, no es organizado, pero resuelve los casos por instinto, curiosidad y una dosis importante de temeridad. En La tuneladora, por ejemplo, se dirige a la vivienda de un joven desaparecido, cuyos padres han contratado su servicio, y tras dar una vuelta por el barrio decide seguir a una joven:

Voy tras ella; no porque yo sea un tipo especialmente inclinado a seguir los pasos de las mujeres que se cruzan en mi vida; ni siquiera por mantener esa imagen indubitablemente machista que los escritores de novela negra han transmitido de mi profesión. Lo hago porque he tenido un husmo, una premonición (p. 22).

Es ese «olfato» lo que guía su trabajo y, curiosamente, le permite resolver los casos. Y en todas las historias de Escartín aparece una y otra vez la referencia al género negro desde el humor, pero no como burla, ni como ruptura con el texto, sino como un homenaje. Según Hutcheon, la parodia es una «transgresión autorizada» porque presupone una ley y su transgresión, siendo a la vez conservadora de un status quo y transformadora del mismo. Y por eso, Lalana no rompe con la novela negra sino que le rinde un homenaje, en clave castiza y humorística porque en sus novelas el uso de la parodia permite homenajear, con humor y una dosis de nostalgia, el mundo de Hammett, Poe o Chandler.

9.1. Bibliografía

  • HUTCHEON, Linda (1985). A Theory of Parody: the teachings of twentieth-century art forms. New York: Methuen.
  • JITRIK, Noe (1993). «Rehabilitación de la parodia», en Roberto Ferro (ed.), La parodia en la literatura latinoamericana. Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, Instituto de Literatura Hispanoamericana.
  • PIGLIA, Ricardo (1986). Crítica y ficción. Editorial Planeta Argentina S.A.I.C. / Seix Barral, 2000.

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10.
Recuadro 2.
Un autor prolífico y premiado

Fernando Lalana nació el 24 de febrero de 1958 en Zaragoza, España, donde reside en la actualidad.

Ha publicado más de 120 títulos y una de sus novelas más conocidas, Morirás en Chafarinas, fue llevada al cine en 1996.

Por su extensa obra, ha sido galardonado con los principales premios literarios españoles en el ámbito de la Literatura Infantil y Juvenil, como el Gran Angular (1984, 1988 y 1991), El Barco de Vapor (1991), el Nacional de Literatura Infantil y Juvenil del Ministerio de Cultura (1991), el Cervantes Chico (2010) y el Edebé (2012), entre otros. Entre sus obras, que suscitan gran éxito entre el público adolescente, cabe destacar El paso del estrecho (1997), 13 perros (2013) y la saga del detective Fermín Escartín —La tuneladora (2006), El asunto Galindo (2008), El último muerto (2010) y Ámsterdam solitaire (2011).

Además de su trabajo como escritor, Lalana tiene otra gran pasión: el teatro. Ha participado como actor, director o técnico a lo largo de dos décadas en más de una treintena de montajes con diversas compañías, principalmente el Teatro Incontrolado de Zaragoza, del que fue miembro fundador, el Teatro Estable de Zaragoza y Tántalo Teatro.

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