Letra 15. Revista digital
Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo» de Madrid - ISSN 2341-1643

Edificación de la pintura

Jesús Hilario Tundidor

Nació en Zamora, en 1935, y reside actualmente en Madrid. Su vida, como su obra, se ha edificado en intensas emociones ante la realidad y el mundo, siempre vividos en planos líricos de verdadera poesía compartida. Hasta recalar en Madrid, ha vivido en varias capitales españolas y recorrido múltiples lugares dando recitales o conferencias. De capital importancia para su obra podemos citar, además de su ciudad natal y las tierras castellanas, las luminosas ciudades andaluzas y el Levante español. Recogida en dos volúmenes con entidad propia cada uno, Borracho en los Propileos y Repaso de un tiempo inmóvil, la poesía de Tundidor, estructurada y unificada en redacción definitiva, ha sido publicada por Calumbur bajo el título unitario de Un único día. En 2014 Cuadernos del Laberinto publica bajo el título La fertilidad de los vocablos una antología de sus poemas más representativos traducidos a seis idiomas: francés, inglés, italiano, neerlandés, portugués y rumano.

hilariotundidor@yahoo.es

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Nota:

La siguiente selección poética, reunida bajo el título «Edificación de la Pintura»,
se publicó bajo esta denominación en El Extramundi y los papeles de Iria Flavia, nº 37,
primavera 2004, páginas 119-150.

 

Palabras preliminares

Para esta publicación busqué un título que, además de personalizar los poemas, sirviera para unificarlos, presentarlos como un conjunto argumentalmente armónico que se diferenciara dentro de mi bibliografía. Suelo hacer esto, en general, con este tipo de entregas.

Por otra parte, hace bastante tiempo que deseaba tener reunidos en una publicación aquellos poemas cuya base argumental fuera la Pintura como materia, objetivo o creación.

La Pintura es, en lugar primerísimo, obra de edificación humana y a mí me interesa en especial el ser humano como sujeto de la poesía y, por supuesto, del Arte. Sus actos, su pensamiento, su experiencia, su mismo vivir... todo aquello que forma el entramado original de su ámbito emotivo e intelectual. Y de ello tratan estos poemas: la pintura más allá del mero objeto, más allá de su mera objetividad formal... en la misma raíz de su contextualización creadora, emocional y configurativa.

De las ocho unidades que formaban la separata original, se recogen aquí seis. De ellas, unas se mantienen tal cual se publicaron en su día, otras han sufrido la reconstrucción que todo poema exige, ya que este nunca se concluye definitivamente, sino que queda abierto a una posible revisión que lo perfeccione.

Y nada más. Leed, si os apetece.

 

Jesús Hilario Tundidor

Madrid, 27 de diciembre de 2013

 

 

1.
Edificación de la pintura

 

La Pintura no es la lentitud del frío en el húmero de la piedra.

ni el brocal de la aurora ni la alberca del agua.

Sino una múltiple desembocadura de ríos

que no dora el otoño ni pervierte la sal

ni la caída de la hoja. Acaso sea

una pared mate donde se escribe, para

derrotar carvalledas nocturnas, un signo, una varonía de sueños

edificados en la imaginación. Acaso es

el onanismo del color sobre el lecho aceitoso

del óleo, la insinuación de la lujuria

desde la inserenidad del inconsciente.

 

Porque pudiera suceder realizarse sobre la suma

de todas las cosas o caos integrando

orden, unidad en el cosmos

de la mirada. O mejor, gestos de arco iris y prismas

que señala un dilema llegado por un largo aprendizaje

manual y policromo, sin perspectivas ni supeditaciones,

desde un mundo perplejo,

desde una intuición remota anterior a Lascaux, a Altamira,

a la noche, desde el origen inicial de la emoción humana,

desde la clara geometría irracional de los astros

y el desconcierto de los animales.

 

Tal vez, purísima metáfora del acontecimiento amoroso

finalice una impecable terminología

de los signos cromáticos, una razón lineal fuera

del tiempo, una fe o un castigo: Velázquez-luz,

carnal-Rubens,

altivez-Greco, Giotto-inocencia...

 

¿Acaso la pintura no precede

a sus orígenes y es visión y nervio óptico herido

por la luz del arcángel de las alegorías?

¿No es anterior a la hosca belleza de los pájaros

libres en el fulgor del espacio sobre las frondas del aire?

¿Otro vuelo infinito, otra soledad

creíble? Trinitaria y elemental, como toda inocencia:

       Azul, hijo del dios que abre la altura,

       Rojo o amor que siempre está ofreciéndose,

       Amarillo, que crea eternidad, cohabitante de muerte,

representan la gran metáfora del mundo,

la gran metáfora extendida y sin límites.

Es así aniversario

en Chagall; en Renoir un primor, una sutil

delicadeza, casi música y nieve

en Kandisky; postrimerías en Van Gogh; caminos

en Picaso así como, en Tapies, una determinada

teoría de conocimiento...

Mas siempre una ligera escritura de pincel en el ojo

nos concede el contexto visual de su gramática

nacida de aquel largo contemplar lo vivido.

 

¿Desde el alcohol oval de Modigliani,

no nos llegó su otoño de besos y de astillas, de dudas

y derrumbes y de edificaciones?

Su grado fue creciendo desde el rosa al malva,

desde el trigo al hollín y desde el violeta al rosa

pálido, al verde pálido, al ocre germinante

hasta la orilla del azul y el sueño. Y luego el negro

que Manet templaba.

                               O el blanco que convoca,

anterior al pigmento, la cesación verbal, y origina

el vacío, la simplísima nada que todo lo contiene

y en la que todo yace.

 

Y entre tanto milagro de albercas y brocales,

quebrantamientos lentos y sequías de espátulas,

se pertrecha y produce, se celebra y festeja

en asombros y hallazgos, fugas color barniz

y esmeraldas opacas, una tormenta triste

de museos y polvo, de arenales y musgo

que el azar selecciona.

 

2.
Historia de Hieronimus Bosch (El Bosco)

El Jardín de las Delicias, de Hieronimus Bosch, El Bosco

El Jardín de las Delicias, de Hieronimus Bosch, El Bosco

A Joaquín Riaza

 

1

CUANDO la luz se resquebraja, el ser

se resquebraja, el mundo...

                               Hieronimus

Bosch, creyente

desengañado desde su matrimonio

de Jeroen Antoniszoon van Aken,

es decir, de sí mismo antes

de que el río de luz que recogía

resquebrajado, roto pernicioso mordaz

resquebrajado,

Hieronimus Bosch,

artesano de la ironía, padre

de brujas, gozoso

padre diabólico y místico y creyente,

iba

de cofradía en cofradía en Hortogenbosch,

(entonces bella

ciudad de Brabante, rica

en lanas alfileres cuchillos magia alquimia)

resquebrajado Hieronimus

Bosch.

IBA

bajo el ruido del mar tarde mañana

noche aurora, ebrio

y no puro cuando

el Malleus Meleficarum,

terrible ara del sacrificio para

la brujería no úrsulas no hisopo no

Caro Baroja... iba,

Hieronimus Bosch,

picoteado de pájaros, picoteado

de mujeres desnudas, comido

su corazón por

los insectos, por

las orugas los funerales ebrio resquebrajado

IBA / abierto

su pecho como

un corazón de Jesús / enseñando/, /creando/

el color la verdad la lujuria y la muerte.

2

In illo témpore

                           Alain de la Roche,

predicador y padre común aún dentro de la tierra

seguía con gusanos golpeando = qué somos, dónde, cuándo =

los ombligos del mundo.

                                              Así llegó también

nuestra crecida, llegó

a tu alma, a tu camisa blanca camisa

de comunión, entre diablos y entre

escolopendras sapos gordos sapos nocturnos,

azufre-satanás y sus cavernas,

muerte, Hieronimus muerte, todavía tan niño,

todavía

tan inocentemente congraciado

con la sonrisa.

                         Alain de la Roche poblaba el mundo

de escupideras

y lagartos

y miedo.

Tú creciste, Hieronimus, viendo

bajo la cama, bajo

el corazón del hombre y de la pena

el horror, las exequias

pompas fúnebres galas

donde el amor yacía / ¿dónde

el amor moría? / creciste

desalojado y seco, interrumpido

por la espalda brutal de las excomuniones.

Y aún veías la tarde, su luminosidad,

la tarde pura la mañana pura

y no impura la noche te arropaba

                         el miedo. E IBAS

= qué somos, cuándo, dónde = de iglesia

en iglesia viendo, oyendo, de púlpito

en púlpito,

los gestos tenebrosos

del padre,

la lengua tenebrosa

del padre,

el tenebroso mundo del sexo contenido,

Alain de la Roche = qué somos, dónde...

 

Oh, cuerpo, flor de cardo sin alas, alas

baten,

       tú

         qué

              poco

                     sabías,

                            inquisidor

corregidor Henricus Kramer (Malleus

Maleficarum) no era muerte, inscrito amor inscrito,

los brujos, qué poco tú, corregidor, sabías.

¿Hieronimus, creciste como cuando

el viento norte de la tarde frío

te paró el corazón, la sacristía

de la niñez?

3

Cuando Inocencio, papa nº VIII de este nombre.

De nuevo una vez más se confundían

alquimia magia ciencia saber conocimiento...

Hieronimus resquebrajado desvaído solo

irremediablemente.

 

Los alquimistas prófugos

                     sumergidos

en la indolencia, perseguidos,

                     pasearon

las empedradas calles sucias, los óvulos

de la verdad no cesaron, el crisol proseguía

su continuo mortero o larga noche,

su

poderosa mística de cavas, subterráneos

en los que un dios olía,

crecía en siete círculos

de almirez, siete esfuerzos

de amor / ¿el sol

cantaba? /. Pasearon

su participación en catedrales

y piedras, vivas aún, legándonos sus signos

y su búsqueda, sus números con sol que ilimitan

el orden.

 

Hieronimus pájaro marginal, ya irremedia-

blemente desvaído,

acompañado y torturado ahora

por peces ratas cuervos búhos zumayas hembras

de durísimo y curvo vientre duro,

mas de andrógino amor que asola olvidos.

FUE

como LA BULA DEL ESPÍRITU SANTO, santo

soplo gentil, olla marmita

luterana,

hacia el fondo con rojos decorados, nubes

y tempestad, furor iconoclasta, profecía,

PROFECÍA, pobre

Hieronimus, contado

medido pulido y archivado,

clasificado,

rico

y burgués, pobre

Hieronimmus que ahora, sonriendo

amargamente,

va a colocar sobre el pudor de Eva pecadora,

con suma gentil gracia, una hoja seca.

4. (La mirada y el deseo)

COMO liberación es la mirada

y aquí mira quien sabe y ve

como grajos en bando, como cuervos en bando:

                     LOS DESEOS:

                     Párpados

que no caen, pestañas que no irrumpen

su obsolescencia móvil,

el mirar deseoso, el lento

acecho mordaz / ciervo, leona / sexuada

es la mirada que desnuda y penetra:

 

La retina aventura su larga cacería.

 

La retina aventura,

                     muros áureos paredes

lechos acerca, ropas -¿quién corrió la cortina?-

Cuerpo, humanos cuerpos ávidos, del color de la miel

en el ojo de mosca... La pequeña ciudad se viste

en verde, verde

amarillo violeta y pronto

la lujuria hace vuelo, halcón planea: ojos y ojos

posan, ojos y ojos

aterrizando sobre

el sexo como inoíbles manos que desnudan,

que posesionan / hacen / amor sin tiempo ni ternura

ni palabras ni cuerpo: Solo

ojos-violaciones, neuronas

de la visión en látigo y hoguera, estupro

de la visión, vaginas falos coitos abubillas

o frutos, / jardín

de las delicias... / FORMAS,

                              CONTORNOS,

que nunca van a luz sino a deseo.

Ay, Alain de la Roche, ¿Oyes

                                       escuchas

                                                sabes

que hundido en los abismos de tus imprecaciones

la mirada convoca amor convoca

amor y amor, retén, estratagema y pájaro? Ay,

ay, Alain de la Roche, la libertad, aun dentro

del ser emparedada y triste y poderosa

gira.

y V

CUANDO Inocencio papa, bula

sumis desiderantes afectibus

(1484)... Luminoso

Hieronimus perdido resquebrajado solo

irremediablemente

solo, el alquimista cóncavo exilado en la materia

casta, pobre

Hieronimus, jirón de la ternura, deshabitado

sueño.

 

                                Yerto

conocimiento, una esfera

es el mundo, un orbe impúdico

la estulticia. Espejos, subterráneas alas baten

gula-envidia mentira hipocresía, oh, ciudades,

buenas para quemadas, ¿cómo

entre tanto yelmo y basura

no ver la acusación de cada rostro: Ecce homo,

Ecce homo, aquí no hay nadie nada nunca nada,

ojos inquisición para buscar la dicha, ojos

de un ínfimo presente insólito

mirar, presente en el que el hombre yace cuando

DESPUÉS no hay nada nunca nadie

bajo la tierra el corazón el fuego. ¿Dónde

el hombre, el humus?

Hieronimus ¿dónde

Hieronimus?

                                Jeroen trabajaba:

¿CÓMO penetrar en la piel, abrir

el hueso, lamer las llamas todas

de la ciudad que somos, incendios de este burgo

(fulgor y asaltos / un puente ruido armas...)

al que pertenecemos

y nos pertenece?

He aquí, pues, al hombre: ciudadano notable

de su propia derrota.

= Cuando Inocencio, cuando

Pablo sexto, yo era.

3.
Bailarina oyendo tocar el órgano en una catedral gótica (Joan Miró)

Bailarina oyendo tocar el órgano en una catedral gótica, de Joan Miró

Bailarina oyendo tocar el órgano en una catedral gótica, de Joan Miró

De pronto el viento, el aire, la humedad y la vida

en un río sin cauces, sin riberas ni chopos

caen

desde el órgano múltiple y toda

la ternura ojival allí penetra.

 

Ciegas arquerías, toral mirada múltiple

aleteo de Dios, estrellas

que aún perduran, como palomas cuya

soledad no es la muerte. Pero

¿dónde la danza, el paso

que extiende el pie desde un rojo remoto

que fluye? ¿Dónde el delicado pezón que se abre

a un ritmo, el movimiento, su eternidad

perecedera? ¿Qué exedras, qué ámbitos

infinitos del templo, lo corvo

del contrapunto y alma y quién diría?

¿Dónde tú, poseedora

de la hermosura, brevísima cintura,

magia o tobillo a quien indefinida

mente asiste la realidad?

La realidad que nace,

que se escucha nacer y hacerse forma,

línea delgada que organiza el sueño.

Y así se oye un color: azul

mediterráneo canta

el mar, un rojo limpio, blancos...Inocente

universo, vulnerado vacío,

intimidad en cuya hondura el órgano

dilata la frontera

del ser y cálido

en su ardor allí ilumina.

 

De pronto el viento, el aire, la humedad, y la vida

llegan.

Joan Miró contemplaba y ahora existen.

4.
Oda a Juan de Valdés Leal

 

In ictu oculi, de Juan Valdés Leal

In ictu oculi, de Juan Valdés Leal

I. El fagot  por las calles de la duda

Juan de Valdés, canto

tu corazón, isla, milano, águila de la duda

que afirma y que regresa

la tempestad.

Dime tú dónde, para qué y de qué

ha servido todo.

Canto, Juan de Valdés,

tus soledades:

                    Veo

tiaras, cetros, jerarquías y órdenes y muerte

sin ya campo ni riberas ni río,

interiores abiertos

a la desolación en cuya sombra

siempre un arcángel pálido allí escribe

su inconcluso exterminio de la noche.

                    (Por

las verdosas costillas de la herrumbre

inútilmente silba

el viento).

                    Intuyo

la profecía, nunca

el acoso: IN ICTU

OCULI; Heidegger, Nietzsche, Eliot, Truman

Capote, Trento

                    después de tanto tiempo

¿han servido

                            de algo...? Y la belleza,

porque toda belleza es siempre

compañía, dorado atardecer, plácida

brisa entre el candor del álamo, fugitiva

verdad.

Juan

de Valdés, no tuviste la culpa,

NIMÁS NIMENOS.

Lo que estaba hecho deshecho ya en la breve posesión de la fuga.

¿Pero sirvió, Valdés,

nos ha servido?

II. Miniversículo para oboe

Generoso es el ser

que está creando.

 

Jubilosa la orilla

donde crea.

 

Generoso es el ser

que multiplica.

 

Jubilosa la orilla

donde canta.

 

Jubiloso es el ser

que permanece.

Jubilosa la muerte.

 

Jubilosa la muerte

que allí triunfa.

III. Final para órgano y cuerda

                            Fui tocando

los músculos, seccionando las venas, cuerdas

y violines

del duro cuerpo humano. Amé

y odié y acompañé y estuve

solo. Y dentro

de todo lo entregado y recibido

hallé,

si bien se mira,

soledad, un hastío oropel que enumeraba

hoyas y huesas

sola

consolación por la ceniza. Oh, ¿dónde,

dónde estabas tú, luminosa

realidad, aliento

que más dura, arquitectura tan leve de la vida?

 

Oteros de tinieblas, pasto

inútil, ¿era

la vida aquello?

Juan de Valdés Leal-

mente: afírmame que es justo este equilibrio,

que gravedad, sotura

y pánico nos sirven, afírmamelo, Juan, y luego

silénciate y conforma,

huerco amigo callado del espanto,

con pintar pudrideras, caballeros y obispos

sobre los que el instante que transforma arguye

su insólito presente. Confórmate,

regrésate, silencia

lo que fue vanidad, la orgía, el tránsito,

el dulcísimo fruto de la carne,

el jardín de la gula... Oteros

de tiniebla, no

fue vivir sino era todo cuanto

se te iba perdiendo, desviviendo, cayendo

como una escolopendra de sollozos inútiles

desvanecidamente derramada,

desde el alto andamiaje

del corazón al hiscal pedregoso del siglo:

                    que la muerte es verdad -dices-

                    que la verdad es muerte,

pronuncias muerte y vida creas.

¡Cómo

en tan sabio dominio

desde la inteligencia de tus dedos,

límite corporal en el que existes,

iniciaste

lo verdadero, en que aún duras, perduras

definitivamente ya salvado

de todo lo banal que abre la vida

y cierra el esplendor de la miseria!

5.
Variaciones para una pintura de la ciudad de Zamora

Con Antonio Pedrero

Puente de piedra y zamora. Antonio Pedrero Yéboles [65 x 139]. Óleo sobre lienzo

Puente de piedra y Zamora, de Antonio Pedrero Yéboles

OCRE y blanco neutral, apasionado,

gris ceniciento, rojo ceniciento

gira sin pulso por debajo el viento

la tierra triste y el amor cansado.

 

Qué vieja dimensión para el tejado

la variedad de azules, el aliento

sin Dios... Escribo, siento

azules, llevo el alma con candado.

 

La piedra oscura, la ciudad oscura,

y aquel río unidad en color crece.

Marrones hay y añil es la ternura.

 

Mira la paz, la paz que nos asola

y que va haciendo en tanto que atardece

más hondo el ser pero la luz más sola.

6.
Monje a la orilla del mar

En homenaje a Caspar David Friedich

Monje mirando al mar, de Caspar David Friedich

Monje mirando al mar, de Caspar David Friedich

SOLO de oscuridad. La extendida

materia, caído el sol, en éxtasis

de novilunio. Los infinitos

cielos de la noche, sus inoíbles

pobladores.... Solo de oscuridad,

también de lumbre y rayo.

Así se ocupa tu callado abismo.

 

Si cópula de un sueño, inabarcable

desaliento que en el saber construye

la realidad. El pensar que edifica

actuando su torpe papel trágico

en el viejo teatro de la contemplación.

Es la hora: ¡Despierta! Escucha todo

lo que es vivir y sus alrededores

y que jamás te ciegue la esperanza

de la verdad que no alcanzaste nunca.

 

Es ya la hora, has dicho: callejuelas

que no se ven, caminos que no tienen

espacio y las olas en paz... Tu dentro

se perpetra en la hondura, ni arenas hay

ni grietas hay, solo tormenta ¿Es nada

lo creado? ¿Una desolación? Actúa

tu palabra sin ruido: horada, hunde

el establecimiento de los jueces

pues que nada protege de la muerte.

 

Calla tú, mente mía, emoción mía.

Calla, entusiasmo, intimidad, oh, brumas.

Más allá está la niebla y el silencio

por los harapos tristes del lenguaje.

Son aproximaciones, cercanías,

un sutil merodeo que establece

la soledad: los claustros de la sombra,

el monasterio pertinaz del alma

junto a sus laberintos, la miseria

de lo existente... Es la hora. Y no hay nadie.

 

Lo que nunca soy yo. Lo que no sé.

La curva analogía del asombro.

 

¿Y aún estás esperando? ¿Celaje

el conocer, despoblado desierto

la verdad? Fría la playa duda

si espuma son las olas, si son aire.

Si es audaz la falacia de los sueños,

la seducción de la alabanza. Tiempo es

de alcanzar ya lo humilde: Tú sí eres tú

puesto que Dios no existe. No existe.

Pero sus manos musicales tocan

el arpa que es el mar, su fértil noche

que provoca la luz del universo.

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