Letra 15. Revista digital
Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo» de Madrid - ISSN 2341-1643

Breve antología de Fray Luis de León

Selección a cargo de

Jesús Diéguez García

Ilustración de portada

Alberto Hilario

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Ocupa la portada de este número el escritor y poeta Fray Luis de León (nacido en Belmonte, hacia 1527). De familia de judíos conversos realizó estudios en Madrid y Valladolid. En 1544 profesa en la orden religiosa de los Agustinos. Cursa estudios teológicos en la Universidad de Salamanca donde posteriormente ejercerá de profesor de Filosofía y de Sagrada Escritura. Fallece en Madrigal de las Altas Torres en 1591.

Por traducir al castellano el Cantar de los cantares y por otras acusaciones, estuvo en la cárcel de Valladolid durante cinco años.

Además de sus escritos en latín y algunas traducciones, escribió en prosa La perfecta casada, La exposición del libro de Job y su obra más destacada De los nombres de Cristo, que apareció en Salamanca en 1583 y fue completada en 1585.

 

1. Prosa

Veamos un par de ejemplos de la prosa frailuisiana:

No ha de ser costosa ni gastadora la perfecta casada, porque no tiene para qué lo sea; porque todos los gastos que hacemos son para proveer ó á la necesidad ó al deleite; para remediar las faltas naturales con que nascemos, de hambre ó desnudez, ó para bastecer á los particulares antojos y sabores que nosotros nos hacemos por nuestro vicio. Pues á las mujeres, en lo uno la naturaleza les puso muy grande tasa, y en lo otro las obligó á que ellas mismas se la pusiesen. Que, si decimos verdad y miramos lo natural, las faltas y necesidades de las mujeres son mucho menores que las de los hombres; porque, lo que toca al comer, es poco lo que les basta, por razon de tener ménos calor natural, y así es en ellas muy feo ser golosas ó comedoras. Y ni más ni ménos, cuando toca al vestir, la naturaleza las hizo por una parte ociosas, para que rompiesen poco, y por otra aseadas, para que lo poco les luciese mucho. Y las que piensan que á fuerza de posturas y vestidos han de hacerse hermosas, viven muy engañadas porque la que lo es, revuelta lo es, y la que no, de ninguna manera lo es ni lo parece, y cuando mas se atavía, es más fea. Mayormente que la buena casada, de quien vamos tratando, cualquiera que ella sea, fea ó hermosa, no ha de querer parecer otra de lo que es, como se dirá en su lugar.

[Del parágrafo 3 de La perfecta casada]

Cristo con gran verdad es CAMINO de Dios: porque es, como poco antes digimos, imagen viva suya, i retrato verdadero de sus inclinaciones i condiciones todas: o, por decirlo mejor, es como una egecucion, i un poner por la obra todo aquello que a Dios le aplace i agrada mas. Y si es CAMINO el fin, i el proposito que se pone cada uno a si mismo para enderezar sus obras; CAMINO es, sin duda, Cristo de Dios: pues, como decíamos oy al principio, despues de si mismo, Cristo es el fin principal, a quien Dios mira en todo quanto produce. Y finalmente, ¿como no será Cristo CAMINO, si se llama CAMINO, todo lo que es ley, i regla, i mandamiento, que ordena i endereza la vida? pues es èl solo la ley. Porque no solamente dice lo que avemos de obrar, mas obra lo que nos dice que obremos, i nos da fuerzas para que obremos lo que nos dice.

[Del Libro I. De los nombres de Cristo]

 

Estatua de Fray Luis de León (1868) colocada frente a la fachada plateresca de la Universidad de Salamanca. Fuente: Wikipedia.

 

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2. Poesía

Reproducimos algunos fragmentos de sus poesías más conocidas:

 

Oda a la vida retirada

¡Qué descansada vida

la del que huye del mundanal ruïdo,

y sigue la escondida

senda, por donde han ido

los pocos sabios que en el mundo han sido;

 

que no le enturbia el pecho

de los soberbios grandes el estado,

ni del dorado techo

se admira, fabricado

del sabio Moro, en jaspe sustentado!

[…]

¡Oh monte, oh fuente, oh río!

¡Oh secreto seguro, deleitoso!

Roto casi el navío,

a vuestro almo reposo

huyo de aqueste mar tempestuoso.

 

Un no rompido sueño,

un día puro, alegre, libre quiero;

no quiero ver el ceño

vanamente severo

de a quien la sangre ensalza o el dinero.

 

Despiértenme las aves

con su cantar sabroso no aprendido;

no los cuidados graves

de que es siempre seguido

el que al ajeno arbitrio está atenido.

[…]

Del monte en la ladera,

por mi mano plantado tengo un huerto,

que con la primavera

de bella flor cubierto

ya muestra en esperanza el fruto cierto.

 

Y como codiciosa

por ver y acrecentar su hermosura,

desde la cumbre airosa

una fontana pura

hasta llegar corriendo se apresura.

 

Y luego, sosegada,

el paso entre los árboles torciendo,

el suelo de pasada

de verdura vistiendo

y con diversas flores va esparciendo.

 

El aire del huerto orea

y ofrece mil olores al sentido;

los árboles menea

con un manso ruïdo

que del oro y del cetro pone olvido.

[…]

A mí una pobrecilla

mesa de amable paz bien abastada

me basta, y la vajilla,

de fino oro labrada

sea de quien la mar no teme airada.

 

Y mientras miserable-

mente se están los otros abrazando

con sed insacïable

del peligroso mando,

tendido yo a la sombra esté cantando.

[…]

 

Oda a la noche serena

Cuando contemplo el cielo

de innumerables luces adornado,

y miro hacia el suelo

de noche rodeado,

en sueño y en olvido sepultado,

 

el amor y la pena

despiertan en mi pecho un ansia ardiente;

despiden larga vena

los ojos hechos fuente,

Loarte, y digo al fin con voz doliente:

 

«Morada de grandeza,

templo de claridad y hermosura,

el alma, que a tu alteza

nació, ¿qué desventura

la tiene en esta cárcel baja, escura?

[…]

Quien mira el gran concierto

de aquestos resplandores eternales,

su movimiento cierto

sus pasos desiguales

y en proporción concorde tan iguales;

 

la luna cómo mueve

la plateada rueda, y va en pos della

la luz do el saber llueve,

y la graciosa estrella

de amor la sigue reluciente y bella;

[…]

«Noche serena», tal y como se recoge en Obras de Fray Luis de León, 1855. Fuente: BVMC.

 

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Oda a Francisco Salinas

El aire se serena

y viste de hermosura y luz no usada,

Salinas, cuando suena

la música estremada,

por vuestra sabia mano gobernada.

 

A cuyo son divino

el alma, que en olvido está sumida,

torna a cobrar el tino

y memoria perdida

de su origen primera esclarecida.

 

Y como se conoce,

en suerte y pensamientos se mejora;

el oro desconoce,

que el vulgo vil adora,

la belleza caduca, engañadora.

 

Traspasa el aire todo

hasta llegar a la más alta esfera,

y oye allí otro modo

de no perecedera

música, que es la fuente y la primera.

 

Ve cómo el gran maestro,

aquesta inmensa cítara aplicado,

con movimiento diestro

produce el son sagrado,

con que este eterno templo es sustentado.

[…]

 

Oda a la ascensión de Cristo

¿Y dejas, Pastor santo,

tu grey en este valle hondo, escuro,

con soledad y llanto;

y tú, rompiendo el puro

aire, te vas al inmortal seguro?

 

Los antes bienhadados,

y los agora tristes y afligidos,

a tus pechos criados,

de ti desposeídos,

¿a dó convertirán ya sus sentidos?

 

¿Qué mirarán los ojos

que vieron de tu rostro la hermosura,

que no les sea enojos?

Quien oyó tu dulzura,

¿qué no tendrá por sordo y desventura?

 

Aqueste mar turbado,

¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién concierto

al viento fiero, airado?

Estando tú encubierto,

¿qué norte guiará la nave al puerto?

 

¡Ay!, nube, envidiosa

aun deste breve gozo, ¿qué te aquejas?

¿Dó vuelas presurosa?

¡Cuán rica tú te alejas!

¡Cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas!

 

Añadamos otras poesías que no están escritas con liras. La primera, se dice, apareció escrita en la celda de su cárcel. En los fragmentos de la poesía siguiente usó tercetos encadenados.

 

Oda a la salida de la cárcel

Aquí la envidia y mentira

me tuvieron encerrado.

Dichoso el humilde estado

del sabio que se retira

de aqueste mundo malvado,

y con pobre mesa y casa

en el campo deleitoso

con solo Dios se compasa

y a solas su vida pasa

ni envidiado ni envidioso.

 

Oda a una esperanza que salió vana

Huid, contentos, de mi triste pecho;

¿qué engaño os vuelve a do nunca pudistes

tener reposo ni hacer provecho?

 

Tened en la memoria cuando fuistes

con público pregón, ¡ay!, desterrados

de toda mi comarca y reinos tristes,

 

a do ya no veréis sino nublados,

y viento, y torbellino, y lluvia fiera,

suspiros encendidos y cuidados.

 

No pinta el prado aquí la primavera,

ni nuevo sol jamás las nubes dora,

ni canta el ruiseñor lo que antes era.

[…]

Guardad vuestro destierro que, olvidados

de vuestro ser, en mí seréis dolores:

¡tal es la fuerza de mis duros hados!

 

Los bienes más queridos y mayores

se mudan, y en mi daño se conjuran,

y son, por ofenderme, a sí traidores.

 

Mancíllanse mis manos, si se apuran;

la paz y la amistad, que es cruda guerra;

las culpas faltan, más las penas duran.

 

Quien mis cadenas más estrecha y cierra

es la inocencia mía y la pureza;

cuando ella sube, entonces vengo a tierra.

 

Mudó su ley en mí naturaleza,

y pudo en mí el dolor lo que no entiende

ni seso humano ni mayor viveza.

 

Cuanto desenlazarse más pretende

el pájaro captivo, más se enliga,

y la defensa mía más me ofende.

[…]

Allí, contento, tus moradas sean;

allí te lograrás, y a cada uno

de aquellos que de mi saber desean,

les di que no me viste en tiempo alguno.

 

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