Letra 15. Revista digital
Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo» - ISSN 2341-1643

Sección ARTÍCULOS

‘Dejadme ser’. Tres autoras en lucha por su identidad

Olga Pérez Herrero

Olga Pérez Herrero

La autora es Doctora en Estudios Literarios por la Universidad Complutense de Madrid y centra su investigación en la relevancia de la escritura creativa como disciplina de estudio y herramienta de conocimiento fundamental en la formación a cualquier edad. Nacida en Madrid en 1973, es también Licenciada en Derecho y realizó en la misma universidad el Máster de Escritura Creativa, consolidando así una trayectoria académica que une rigor teórico y práctica literaria. Su pasión por la docencia la ha llevado, desde 2016, a impartir talleres de escritura creativa en diversas bibliotecas públicas de la Comunidad de Madrid, además de coordinar clubes de lectura y actividades de fomento de la lectura dirigidas a niños, jóvenes y adultos. Esta labor se ha enriquecido con proyectos de carácter social, como la creación de libros y piezas teatrales junto a la Asociación Talismán en San Martín de Valdeiglesias, o los talleres de Literatura y Mujeres promovidos por la Concejalía de Mujeres del Ayuntamiento de Villalba. Autora de la novela corta Nakoro, es socia de la APE Quevedo desde 2022. Su trayectoria combina investigación, creación y compromiso social, con la convicción de que la literatura es un espacio de aprendizaje, encuentro y transformación.

olgapequevedo@gmail.com

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Resumen / Abstract

Resumen.

El artículo reivindica la escritura como acto de resistencia y denuncia a través de la obra de Alana S. Portero, Najat El Hachmi y Trifonia Melibea Obono, tres voces que visibilizan realidades incómodas y cuestionan los tabúes que aún persisten en torno a la identidad femenina y la diversidad. Portero, desde la poesía y la narrativa, recupera la memoria de los barrios populares y la experiencia trans como un «derecho a ser»; El Hachmi, con una voz confesional, expone la doble lucha de las mujeres árabes en España frente a la marginación cultural y religiosa; y Obono, desde Guinea Ecuatorial, denuncia la invisibilización de las identidades disidentes y la opresión de las mujeres en su comunidad fang. En conjunto, sus obras muestran cómo la palabra se convierte en un espacio de emancipación y diálogo, planteando la pregunta esencial de cómo integrar las identidades individuales en la comunidad.

Palabras clave: Identidad, Escritura, Diversidad, Resistencia, Estudios de género.

'Let Me Be': Three Women in the Struggle for Identity

Abstract.

The article defends writing as an act of resistance and denunciation through the work of Alana S. Portero, Najat El Hachmi, and Trifonia Melibea Obono—three voices that make uncomfortable realities visible and challenge the taboos that still persist around female identity and diversity. Portero, through poetry and narrative, recovers the memory of working-class neighborhoods and the trans experience as a «right to be»; El Hachmi, with a confessional voice, exposes the double struggle of Arab women in Spain against cultural and religious marginalization; and Obono, from Equatorial Guinea, denounces the invisibility of dissident identities and the oppression of women in her Fang community. Taken together, their works show how the written word becomes a space of emancipation and dialogue, raising the essential question of how individual identities can be integrated into the community.

Keywords:.

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1. Tres autoras

 Me encantaría no tener que escribir este artículo. Significaría que elegir con quién te acuestas o sobre qué escribes si eres mujer ha dejado de ser un asunto de todos. Sin embargo, la realidad es otra. Las mujeres están más expuestas al escrutinio público, y cualquier manifestación relacionada con la reivindicación de su identidad se interpreta desde la desconfianza o la censura. Vivir y desear es, para una mujer, todavía una cuestión pública sobre la que cualquiera se siente legitimado para opinar. Ser y amar no se puede forzar: se es o se ama, a veces sin poder elegir. ¿Por qué tiene que opinar alguien sobre esto? O peor aún, ¿quién se cree con derecho a censurar y silenciar las distintas formas de ser o amar que existen?

Este breve artículo nace de la voluntad de apoyar y dar a conocer los textos que nos proponen escritoras que recorren un camino de lucha constante para reivindicar su derecho a ser y a amar sin condicionantes sociales, religiosos o culturales. En ellas, escribir no es solo una forma de ganarse la vida, una profesión. Es, además, una vía para denunciar lo que han vivido en primera persona.

Esto es precisamente lo que la obra de Alana S. Portero (Madrid, 1978), Najat El Hachmi (Nador, Marruecos, 1979) y Trifonia Melibea Obono (Evínayong, Guinea Ecuatorial, 1982) tiene en común: visibilizan realidades incómodas que reivindican identidades no normativas en una sociedad que aún se resiste a romper con determinados tabúes. En este número de la revista, dedicado a las mujeres, esta aproximación adquiere una relevancia especial. Resulta imprescindible escuchar la voz de las autoras mencionadas y atender a su mensaje sin filtros. Al mismo tiempo, como un homenaje cálido, he pedido a voces anónimas de hombres y mujeres que, a través de la lectura oral de sus textos, se sumen a estas reivindicaciones, amplificando así el sentido comunitario de la narración. El propósito de este artículo es, por tanto, acercar su obra a quienes tienen en sus manos las lecturas ajenas, especialmente la de las y los jóvenes. Veamos quiénes son, cuáles son sus temáticas y su estilo y por qué merecen ser leídas.

 

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2. Alana S. Portero

Alana S. Portero ha cultivado la poesía y la dramaturgia, géneros performativos y transformativos por excelencia. Nace y se educa en el barrio madrileño de San Blas durante los años 80 y 90, un espacio y un tiempo que marcan su mirada y su escritura, impregnadas de memoria viva de los barrios populares y sus luchas cotidianas.

En su poemario La Habitación de las ahogadas (2017), revisado por la autora y publicado de nuevo en la editorial La bella Varsovia (2025) nos ofrece una voz poética que denuncia las violencias invisibles y rescata la fuerza de lo femenino como espacio de resistencia. : Un catálogo de voces poderosas, con imágenes propias de su universo personal desde lo mitológico y lo medieval.

Recitario APE Quevedo 683.

Portero es muy activa en medios de comunicación y redes sociales. En su primera novela, La mala costumbre (2023) retrata su infancia y adolescencia desde la lucidez de los recuerdos sin rencores. La novela ha sido reconocida con numerosos premios —el Cálamo (2023), el Dulce Chacón (2024) y el Almudena Grandes (2025), entre otros—, y se ha traducido a numerosos idiomas.

La historia relata el encierro interior de un niño trans que lucha por librarse de las ataduras religiosas, sociales y culturales que le impiden mostrarse como la niña, adolescente y mujer que realmente es.

La novela narra el proceso de construcción identitaria enfrentado a las barreras mentales de una sociedad en transición, incapaz todavía de aceptar pacíficamente la diversidad. Asimismo, aborda la realidad de los barrios populares, recuperando una memoria de clase que representaba el olvido y la marginación de una política urbana que, bajo una aparente preocupación, perpetuaba la exclusión y la invisibilidad de la miseria:

Nuestros edificios eran parte de un gran proyecto franquista de construcción de viviendas de los años cincuenta bautizado como «El Gran San Blas», que antes se llamaba el Cerro de la Vaca, nombre que debía de olerles a sudor y mierda a las autoridades franquistas. Los cobradores a domicilio lo llamaban «el barrio sin madres» porque solían abrirles las puertas de las casas niños sin escolarizar; a las iluminarias del régimen no se les ocurrió que las más de treinta mil familias que fueran a parar allí necesitarían colegios cerca para sus hijos y tardaron años en cubrir esa necesidad, también la del agua corriente o la de los mercados en los que abastecerse, que fueron llegando con la lentitud y la dejadez de las cosas que no le importan a quien es responsable de ellas, Los obreros nunca fueron vistos por el franquismo de otra forma que como bestias de carga que estabular en la periferia. Ese abandono generó una conciencia de clase en el barrio que las autoridades de la Transición democrática decidieron atajar a finales de los setenta y durante toda la década de los ochenta con jeringazos de heroína casi regalados. La droga fue la última forma de ejecución sumarísima de disidentes de un régimen que había encontrado la forma de perpetuarse.

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Su estilo es firme, fluido y atravesado por un humor ácido que nunca es grosero ni vejatorio, pero que coloca a cada uno en su lugar en la Historia. Escribe con una gran sensibilidad y muestra un gran dominio de la narración y el lenguaje. Sus propuestas no son tibias, pero su escritura no es violenta.

Defiende la importancia de lo popular como cultura legítima y valiosa. Sus referencias a la iconografía medieval y a la figura de la bruja como referente simbólico en el personaje fundamental de la «Peluca» funcionan como un diálogo constante que ilumina las violencias del pasado, aún presentes en la actualidad. Denuncia, además, esa obsesión por vigilar al otro y señalar lo que, desde una idea de autoridad, se considera diferente.

Su discurso en los medios de comunicación surge desde la serenidad y busca tender puentes incluso con los que no toleran al otro, al diferente. Considera que posicionarse con las demandas de la sociedad, con la actualidad política, dignifica y lo convierte en algo más justo.

Quien no quiera entenderse con otra persona, ese es un fascista. ¿Cómo no vamos a tener la mano tendida hacia nuestros vecinos? […] siempre hay posibilidad de entenderse

(La Voz del Sur, 2024).

La autora normaliza la realidad trans como la necesidad de llegar a ser quien se desea ser, como el «derecho a ser»: a manifestarse, a significarse y a representarse tal como se es, no como la sociedad quiere que seas. Porque, si no aceptas las reglas que la sociedad te impone, corres el riesgo de desaparecer, de ser eliminada o silenciada, obligada a esconderte y sentir vergüenza.

Plantea la necesidad fundamental de que cada persona transite libremente ese camino de entender quién es y de que esa identidad individual sea aceptada por el conjunto de la comunidad, sin imposiciones ni exclusiones.

En la entrevista para La Voz del Sur (2024), Alana S. Portero afirma que ser trans implica afrontar dificultades similares a las de cualquier persona.

Lo trans es, bueno, una tensión entre quién te dicen que eres y quién eres. Y ya está, y es la lucha por serlo, supongo.

(La Voz del Sur, 2024).

Se trata de una lucha que también tiene que ver con habitar un cuerpo con el que se ha de convivir, un cuerpo que conlleva numerosas frustraciones y que, según el testimonio de la voz protagonista, está repleto de incomprensiones pero también de momentos de aceptación:

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3. Najat El Hachmi

Lo primero que leí de Najat El Hachmi fue en 2020, en plena pandemia, cuando me topé en eBiblio con el ensayo Siempre han hablado por nosotras (2019).

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Más tarde, cuando la escuché en la entrevista con motivo del Premio Nadal por El lunes nos querrán (2021), no pude evitar relacionarla con otra escritora: Leïla Slimani (1981), autora francomarroquí que me había atrapado por aquella misma época con En el jardín del ogro (2019), una reivindicación del cuerpo propio desde una sexualidad sin concesiones al «qué dirán».

Desde su identidad como árabe española, Najat El Hachmi, que colabora con distintos medios de comunicación, denuncia la marginación que aún sufren las mujeres árabes, su doble lucha como mujer y como árabe en un país que sigue identificando lo religioso como la única manera de ser, no como una elección íntima que debe dejar espacio para la igualdad en todo lo demás, como el derecho a la educación, respeto a otras culturas y autonomía para decidir sobre la propia vida sin justificar constantemente quién se es.

En Los lunes nos querrán, Najat opta por una voz narrativa confesional que se dirige a otro personaje en segunda persona. Este «tú» establece una complicidad inmediata con la lectora y la implica emocionalmente en la historia.

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Pero la crítica de Najat no es solo hacia la sociedad mayoritaria no árabe; también es profundamente incisiva con el machismo arraigado en la cultura de sus ascendientes, que le prohíbe ponerse pantalones cortos, pintarse los labios o salir con alguien sin la compañía de sus hermanos (aunque estos fueran menores que ella).

(…) querer gustar era simplemente de putas. Cortarse el pelo, teñirse, depilarse, maquillarse, todo eran tentaciones del diablo. (…) Todo porque nos habían salido esos bultos por todas partes y cada mes nos bajaba un flujo de sangre que sabíamos que era normal por las clases de educación sexual, pero que no nos dejaban vivirla con normalidad porque esa sangre de mierda que nos salía del cuerpo había alterado nuestras libertades. Como si fuera el cerebro lo que se nos escurría entre las piernas. Lo más humillante de todo era que a partir de entonces debían acompañarnos hermanos más pequeños solamente porque eran varones. Hermanos a los que habíamos ayudado a criar y que ahora nos vigilaban

(p.31-33).

En este contexto, la figura de la madre emerge como ejemplo de sometimiento de la mujer en el seno de familias donde son ellas quienes soportan el peso de la casa, además de los abusos físicos:

Mi padre a mí me había pegado poco, pero sabía de lo que era capaz por las palizas que había descargado sobre mi madre y mis hermanos a lo largo de los años. Era su forma de educar. Algo que, por otro lado, no sorprendía mucho en el barrio.

(p.109).

Pero también aparece como una figura protectora.

Las feministas me enseñaban que mi destino de mujer no era necesariamente el mismo que el de mi madre, pero era ella la que todas las noches le susurraba a mi padre al oído: déjala, que no hay nada malo en ello.

(p.35).

El Hachmi es especialmente crítica con la imposibilidad de afirmar la propia sexualidad y de tener el control de su propio cuerpo. Sus personajes transitan el camino de reconocimiento corporal propio de la adolescencia, junto con las preguntas esenciales que surgen durante esa época: quién soy, quién quiero ser, qué deseo realmente.

Ese cuerpo era mío, pero me estorbaba hasta resultarme asfixiante porque no sabía muy bien cómo desprenderme de él.

(p.15).

La pubertad y la adolescencia son territorios de cambio, espacios de transición que, en la autora, se convierten en momentos cruciales donde se concentran las tensiones entre deseo y prohibición, entre las expectativas familiares y el impulso de autodeterminación.

¿Cómo habían conseguido inocularnos la idea de que nuestro deseo, por el simple hecho de ser el nuestro, era algo oscuro, turbio, sucio y malvado? ¿A quién le vamos a pedir cuentas por habernos expropiado el goce jovial y libre? Puede que te escriba por esto mismo, porque no sé a quién recriminarle que nos robaran la alegría de crecer, de convertirnos en adultas capaces de disfrutar de su propia existencia. Aunque yo era muy consciente de la necesidad de sacrificar cosas, como salir con chicos, para poder seguir con los estudios, de vez en cuando el pasado me devuelve el regusto amargo de la estafa.

(p.39).

Lo único que queríamos era ser amadas. Tal como éramos, sin más. Sin tener que recortarnos ni adaptarnos ni someternos. Ni tapadas ni hambrientas ni perforadas por mil agujas ni embadurnadas de cremas ni embutidas en telas. Solo con nuestros cuerpos, que somos nosotras, con nuestro carácter, que también somos nosotras, con nuestros pensamientos y nuestras emociones y nuestras heridas, las cicatrizadas y las abiertas. Nada más.

(p.206)

Existe en Najat una voluntad sólida y originaria de ser escritora. Lo confiesa en sus obras de ficción, donde el acto de escribir es, en sí mismo, un acto de reivindicación, rebeldía y reconocimiento, una suerte de supervivencia y emancipación. Esto se aprecia en la última propuesta destinada a un público adolescente: Los secretos de Nur (2025).

El testimonio de sus personajes merece leerse porque no solo habla de cómo se reduce a un gueto a las «minorías» culturales de un país, sino que revela cómo, precisamente en esos ambientes, la represión y la exigencia de amoldarse sin cuestionamiento a las normas consuetudinarias, a ese «siempre ha sido así» desemboca en una violencia de la comunidad contra quienes osan transgredirlas, ejerciendo un castigo destinado a «reconducirlas al camino correcto».

No poder hacerse fotos, ni saludar a los hombres mirándolos a los ojos (…) por esa mentalidad antigua de la que tú te burlabas y que dictaba que las mujeres decentes no podían dejarse fotografiar por desconocidos, aunque fueran otras mujeres las que enfocaban con el objetivo, porque luego, en sus casas, a saber quién podría ver a la esposa de otro, a la hija de otro. Decían que era para preservar nuestra intimidad, que la que no ha sido nunca vista vale más que la que se ha exhibido impúdicamente, pero en realidad lo que hacían era borrarnos.

(p.49)

 

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4. Melibea Obono

A la última autora de este breve artículo, Melibea Obono, la conocí a raíz de las II Jornadas impartidas por el grupo de investigación Voces Africanas en 2021, a las que tuve la fortuna de acudir durante mi doctorado. Allí pude acercarme a la obra de esta autora ecuatoguineana, licenciada en la Universidad de Murcia, politóloga y periodista que da voz a las minorías sexuales en Guinea Ecuatorial. Su defensa acerca de la necesidad de la emancipación de la mujer es constante, tal y como se desprende de sus comparecencias en radio, prensa, seminarios y cursos a los que asiste.

En el pódcast Wisteria Lane (RTVE, 2023), Trifonia Melibea Obono reflexiona sobre la realidad de las mujeres LBT en Guinea Ecuatorial [desde el minuto 10].  En esta entrevista habla de las leyes en vigor que permiten las represalias y las torturas contra los colectivos LGTBIQ+ como la ley franquista de 1954 de Vagos y maleantes.

Entre sus obras destacan el relato La negra (2015), la novela La bastarda (2016) y su último trabajo La hija de las Mitangan (2023).

Su narrativa se centra en el estatus de la mujer en la comunidad fang de la que ella procede y a la que critica duramente por la invisibilización sistemática de la realidad que implica la existencia de identidades que incomodan a la comunidad.

En su relato La negra (2015) aborda los estereotipos que, como mujer negra, tiene que soportar en la sociedad española, aquellos con los que tropieza constantemente en su vida social, en los espacios comunes de ocio y en el trato con los jóvenes con los que se relaciona cotidianamente:

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En La bastarda (2016), relato de iniciación y descubrimiento sexual, la joven protagonista toma conciencia de su homosexualidad y se enfrenta por ello a una realidad cruel: en su pueblo esa realidad no existe y ni siquiera hay palabra para designarla. Sin palabra, esta realidad se niega de la vivencia colectiva y se condena al silencio y a la exclusión a los individuos. Veamos cómo lo refleja la autora en el siguiente diálogo de la novela:

─Tu nieta es una mujer-hombre.

Mi abuela preguntó qué era eso.

─Se acuesta con otras mujeres, con Dina, para ser más exactas ─dijeron a la vez.

Silencio.

─La mujer-hombre no existe en la tradición fang ─argumentó mi abuelo que asistía a la escena junto a su primera esposa.

(p.100)

Su posicionamiento contra la invisibilización de estas realidades incómodas le ha llevado a sufrir persecuciones en su país y su obra es difícil de encontrar en los circuitos editoriales convencionales. Desgraciadamente, el mundo editorial tradicional es aún demasiado estrecho de miras como para darle voz y su lucha queda relegada a los márgenes del mercado editorial confirmando la hipocresía de que solo se apoyan aquellas historias de mujeres que perpetúan los estereotipos y justifican sus prejuicios: Si eres mujer y negra pero tus personajes mantienen relaciones heterosexuales con escenas de sexo explícito, no hay problema; sin embargo, si la misma historia incluye sexo explícito entre mujeres, entonces debes conformarte con editoriales «especializadas» en temática LGTBIQ+. Se trata de un reflejo de la doble moral que aún pervive en la sociedad actual.

Sus personajes, a pesar de las restricciones, se muestran como son, libres para elegir qué quieren ser. El conflicto surge de las represiones de facto que la sociedad le impone, y ese es el motor de su narración. Por eso, su literatura, a pesar de narrar situaciones de violencia y represión, resulta luminosa. El individuo (la mujer o el hombre) se reconoce en su identidad y la vive con todas sus consecuencias.

Hay, por todo ello, un trasfondo esperanzador en su obra: a través de la Literatura, Obono es capaz de conseguir lo que hoy por hoy resulta casi imposible, representar de manera plena a las identidades negadas, visibilizar lo que se pretende ocultar, nombrar lo que se condena al silencio.

 

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5. Yo no puedo cambiar ser una mujer, te toca cambiar a ti

En la base de su narrativa, estas mujeres plantean una misma pregunta: ¿Es la identidad individual una cuestión de la comunidad? La respuesta es compleja, ya que todo lo que concierne al individuo afecta al grupo. Sin embargo, la comunidad debería reconocer, aceptar e integrar todas las individualidades que no generan odio ni miedo ni violencia, que tan solo quieren ser ellas mismas. Ese objetivo se condensa de manera precisa en la dedicatoria con la que Obono abre La bastarda:

A todas las personas que sufren o reivindican una forma de vida adaptada a las libertades individuales y colectivas. 

Ser una mujer trans es estar en lucha constante. Alana S. Portero enfoca sus trabajos desde el lugar que ella misma habita, el de la lucha por el reconocimiento de los derechos de las mujeres trans. Najat El Hachmi denuncia no ser libre para disfrutar de su propio cuerpo y de la ausencia de una educación sexual que eduque en el respeto. Y, en Guinea Ecuatorial continúa en vigor la Ley de Vagos y maleantes de 1954 que, en nuestro país, hoy se considera un atraso legal e intelectual.

Su lucha común es porque les dejen ser, nada más. Reivindican la normalidad de sus vidas: que ser una mujer, aun cuando tus órganos genitales sean los de un hombre, amar a una mujer cuando eres mujer, o ser parte de una sociedad mayoritariamente blanca, católica, con distintos orígenes, familia y cultura no sea visto como algo extraordinario (véase repudiable, criticable o censurable).

Además, en estas tres autoras el tono literario se aleja del drama y de la supuesta mirada trágica de las mujeres que envuelve a todas las mujeres inventadas por los hombres en la Literatura.

El mito de la mujer trágica es un invento del patriarcado. La mujer no es trágica, lo que es trágico es el sometimiento al que tiene que plegarse por la fuerza y las humillaciones de un sistema que no le permite romper con los cánones impuestos, especialmente los referidos al cuerpo y la sexualidad que condicionan su rol social. En estas autoras, sin embargo, vemos el reflejo de una mujer fuerte que, a pesar de las dificultades, las dudas y los demás, se busca y se construye a lo largo del camino y que no se olvida de honrar la memoria de las mujeres de generaciones anteriores que con su ejemplo fueron abriendo esa senda de libertad.

 

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6. Conclusión. La literatura como forma de estar en el mundo

Posicionarse ante las injusticias, como las diferencias artificiales organizadas, se puede hacer desde muchos ámbitos más o menos públicos y la Literatura es uno de ellos. Es un camino que se recorre, no un lugar de llegada. Por eso escritoras y lectoras se hacen, se construyen con cada párrafo, capítulo, libro… en una obra viva.

Yo no soy negra ni árabe ni trans, pero como mujer también he sufrido en mi cuerpo las humillaciones, las «recomendaciones» sociales para ser aceptada o la soledad de la exclusión como castigo por no atenerte a ellas. El desasosiego de ser mujer en una sociedad que convierte tu cuerpo en una cuestión pública sobre la que cualquiera tiene poder de decisión menos tú. Mientras la diversidad no sea considerada la norma, mientras no haya un canon ni una «buena manera» de ser o estar en esta sociedad, su lucha no solo es necesaria, sino que es imprescindible compartirla.

Y la lectura de sus obras es una buena manera de hacerlo porque acercarse a ellas es abrir la mente a todas las posibles narrativas (también a las que aún no pueden ser libremente). Estas tres autoras son solo un ejemplo de las voces narrativas que en la actualidad se abren un hueco para combatir el silencio y la imposición que la ignorancia, el odio y la falta de respeto continúan determinando qué debemos leer por «nuestro propio bien».

Espero que, tras la lectura de este artículo, decidan no solo acercarse a la obra de estas tres escritoras sino que salgan a buscar más autoras. Indaguen y amplíen esta lista de nuevas voces. Aunque el sistema no lo va a poner fácil, merece la pena transgredir la norma que reprime, que constriñe, que asfixia.

Este artículo está dedicado a todas esas mujeres que escriben para ser y luchan para que otras muchas puedan existir en plenitud.

 

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7. Referencias

7.2. Bibliografía

 

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7.2. Créditos del artículo, versión y licencia

PÉREZ HERRERO, Olga:(2025). «‘Dejadme ser’. Tres autoras en lucha por su identidad». Letra 15. Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo». Año XII. N.º 15. ISSN 2341-1643 [URI: https://www.letra15.es/L15-15/L15-15-18-OlgaPerezHerrero-Dejadmeser.html]

Recibido: 13 abril de 2025.

Aceptado: 3 de mayo 2025.

 

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