Sección ARTÍCULOS
Ángel Luis Sobrino
Catedrático de Lengua y Literatura, desempeña desde 2019 la función de asesor de Humanidades en la Red de Innovación y Formación Permanente del Profesorado de la Comunidad de Madrid. Es doctor en Filología Hispánica y Premio Extraordinario de Doctorado por su tesis doctoral Las revistas literarias en la II República. Ha publicado diversos artículos sobre prensa cultural y literaria del siglo XX en revistas especializadas, y el facsímil de la revista Floresta de Prosa y Verso en el grupo editorial Renacimiento. En 2018, comisarió por encargo del Instituto Cervantes la exposición Poeta en un tiempo sombrío sobre la figura y la obra de Leopoldo de Luis con motivo de su centenario. En el ámbito de la historia local, ha colaborado en el programa «Memoria de los barrios» de la Biblioteca Digital Memoria de Madrid y preparado en 2017 una exposición sobre la historia de Aravaca con el patrocinio de la JMD Moncloa-Aravaca (Ayuntamiento de Madrid) y publicado en 2022 Antonio Machado Álvarez. Apuntes sobre el folclore y la historia de Aravaca (Entrelíneas).
Resumen.
El artículo se acerca a un episodio curioso de los primeros momentos de Revista de Occidente no suficientemente conocido ni aclarado en sus detalles. Ofrece información sobre el homenaje a Mallarmé, las circunstancias en que se celebró y una explicación de lo sucedido. El episodio nos permite conocer también el desdén de Ortega y Gasset por la poesía de aquellos años y asomarnos a su relación con los poetas del 27, nunca exenta de tensión a lo largo de la primera época de la revista.
Palabras clave: Revista de Occidente, Mallarmé, Ortega y Gasset, Generación del 27, Juan Ramón Jiménez, Alfonso Reyes.
Abstract.
The article is about the tribute to Mallarmé celebrated in Madrid in 1923, a curious episode of the first moments of Revista de Occidente not sufficiently known or clarified in its details. It also allows us to know the disinterest of Ortega y Gasset for the poetry of the twenties and the character of his relationship with the poets of the Generación del 27.
Keywords: Revista de Occidente, Mallarmé, Ortega y Gasset, Generación del 27, Juan Ramón Jiménez, Alfonso Reyes.
La nueva oralidad canalizada por los medios audiovisuales y las redes sociales aporta su intrincado tejido sonoro, trufado de charlatanería, banalidad, falsedad y engaño, a la maraña atronadora de estímulos del mundo que habitamos. ¿Cuál es el lugar del arte y la poesía en este presente en que un insaciable consumo voraz y la sobreestimulación de los sentidos alivian engañosamente nuestra existencia de seres amenazados por el vacío, incapaces de adentrase en su mundo interior o de penetrar con la mirada más allá de lo aparente?
Hace ahora ciento cincuenta años, en circunstancias que mantienen cierta semejanza con las del mundo presente, los poetas simbolistas abrazaron el silencio como gesto ético y estético frente a un mundo materialista dominado por el mercantilismo y el utilitarismo burgués. En el entorno hostil de ciudades sometidas por la industrialización a una actividad frenética y al ruido incesante, ese silencio expresivo que anhelaban debía permitir la interiorización de la mirada y su proyección hacia una realidad esencial refugio de la Belleza. Buscaban para ello un nuevo lenguaje que se apartara de la vileza de la comunicación práctica y aspirase a alcanzar la pureza expresiva de la música. Las palabras se interponen con su carga semántica negociada en el tráfago de la vida ordinaria entre la realidad sensible y nuestra percepción, y era por ello necesario «donner un sens plus pur aux mots de la tribu», como dejó por escrito Mallarmé en «Le tombeau d’ Edgar Poe».
Nada mejor que un expresivo silencio, pues, para recordar a Mallarmé en el vigesimoquinto aniversario de su fallecimiento, y así lo consideraron los principales hispanistas franceses del momento cuando tuvieron noticia del homenaje de silencio ideado por Alfonso Reyes para la ocasión. Conviene conocer, no obstante, en qué circunstancias fue convocado el homenaje madrileño y cómo discurrió su celebración para poder distinguir cuánto hubo en él de propósito puro y cuánto de forzada adaptación a condiciones ineludibles.
El homenaje a Mallarmé, réplica del celebrado el mismo día en Valvins, reunió en el Jardín Botánico de Madrid a un reducido grupo de colaboradores de la Revista de Occidente convocados el día anterior mediante nota anónima entregada en mano. El acto duró poco más de cinco minutos y discurrió en absoluto silencio, sin muestra alguna de admiración por el poeta francés. La revista publicó en su número de noviembre de 1923 una crónica del encuentro en la que se alteró deliberadamente la fecha de celebración.
El 14 de octubre de 1923, con motivo del vigesimoquinto aniversario de la muerte de Stéphane Mallarmé, se colocó una placa conmemorativa en la que había sido su residencia de veraneo en Valvins. Había fallecido allí por un ataque de asfixia el 9 de septiembre de 1898, dos años después de haber sido coronado como príncipe de los poetas a la muerte de Verlaine, su predecesor en tan pomposa como inútil dignidad de las letras vecinas. Desde 1874, pasaba sus vacaciones a las afueras de Valvins, en una casita de huéspedes a orillas del Sena que había servido en otros tiempos de modesto albergue para los barqueros que trasladaban a los viajeros que se dirigían a Fontainebleau desde la capital. A partir de 1893, tras su retiro anticipado como profesor de Inglés, Mallarmé había alargado las estancias en ese lugar a todo el periodo de bonanza, de mayo a octubre.
Édouard Manet, Retrato de Stéphane Mallarmé, 1876. Wikimedia.
Allí continuó recibiendo a los amigos parisinos que disfrutaban de su descanso estival en el entorno de Fontainebleau como traslación veraniega de Les mardis de la rue Rome, la célebre tertulia que reunía cada martes en torno a Mallarmé, en el saloncito de su piso de París, a un selecto grupo de escritores y artistas de diferentes disciplinas junto a visitantes ocasionales y jóvenes talentos de obra incipiente (Debussy, Odilon Redon, Manet, Gide, Valéry, Wilde, Whistle…), cuyas disquisiciones y obras contribuirían a remover los cimientos de los lenguajes artísticos y levantar los accesos por los que entrarían en tropel los movimientos de vanguardia durante las primeras décadas del siguiente siglo. Allí, en Valvins, Mallarmé había retomado durante los últimos años de su vida la composición de Herodiade y entregado a la imprenta una primera versión de Un coup de dés jamais n’abolira le hasard (Cosmopolis, mayo de 1897), cumbre de la exploración del lenguaje poético y de sus posibilidades expresivas, incluso en terrenos aparentemente apartados de lo estrictamente literario. Allí también, en Valvins, había seguido trabajando durante el último año de su existencia en la versión definitiva de este poema, versión que dejó preparada para enviar a la imprenta poco antes de su inesperado fallecimiento, pero que no vería la luz hasta dieciséis años después.
'Cinco minutos de silencio en homenaje a Stéphane Mallarmé, Jardín Botánico, Madrid. 11 de septiembre de 1923'. Fotografía incluida en el catálogo de la exposición Revista de Occidente o la modernidad española en la Biblioteca Nacional de España, 2023.
El homenaje, organizado por la Societé Mallarmé, entidad creada en junio de 1923 por Édouard Dujardin con el apoyo de los herederos del poeta y algunos de los que habían sido en su tiempo jóvenes asiduos de las reuniones mallarmeanas, tuvo su réplica en Madrid ese mismo 14 de octubre por iniciativa del mexicano Alfonso Reyes secundada por Revista de Occidente. Queda como testimonio del homenaje madrileño una fotografía de aquel encuentro en el Jardín Botánico tomada por el escritor y diplomático cubano José María Chacón y Calvo. Tuvimos ocasión de verla en la exposición conmemorativa del centenario de Revista de Occidente comisariada por Juan Manuel Bonet en la Biblioteca Nacional y se puede ver aún en el folleto de la exposición disponible en su web. Llama la atención la fecha del encuentro indicada en la leyenda que la acompaña: 11 de septiembre de 1923. Sabemos con certeza que el homenaje madrileño se celebró el mismo día que el de Valvins. El número 4 de Revista de Occidente, correspondiente a octubre de 1923 y publicado a la finalización de aquel mismo mes, como era habitual entonces, incluyó una crónica del acto con indicación del 14 de octubre como fecha de celebración. Se informaba allí del compromiso de Revista de Occidente de publicar en el siguiente número las respuestas de los reunidos a qué habían pensado durante aquellos «Cinco minutos de silencio en recuerdo de Mallarmé». La de Alfonso Reyes, la primera de ellas, incluyó un texto preliminar a modo de crónica del encuentro en el que se refería el 11 de septiembre como fecha de celebración. No parece que fuera un descuido del promotor y cronista del homenaje, aunque el propio Reyes, quince años después, diera como errata esta última fecha en Mallarmé entre nosotros.
Detalle con la cabecera y el artículo «El homenaje de silencio» de Edgar Neville del 19 octubre de 1923 en el diario La Época. Facsímil en la Hemeroteca Digital de la BNE.
El homenaje apenas tuvo repercusión en la prensa. Tan solo ABC y el decano de los diarios madrileños de aquellos años, La Época, publicaron crónica del evento, el 18 y el 19 de octubre respectivamente (la del primero, por cierto, con la firma de Eugenio d’Ors, uno de los asistentes). Más que de la escasa proyección del acto en la esfera pública, se podría hablar, incluso, de su carácter semiclandestino. Se había convocado la víspera mediante esquela anónima entregada en mano a un grupo reducido y selecto de escritores —vinculados todos en mayor o menor grado a Revista de Occidente— que se reunieron en una de las entradas del Jardín Botánico a las once de la mañana del domingo 14 de octubre y se internaron a continuación en aquella floresta urbana en busca de un lugar recogido y discreto para la celebración. Ni antes ni después de los cinco minutos de silencio —cronometrados rigurosamente por Enrique Díez-Canedo— se pronunció discurso alguno ni se mentó para nada al gran poeta francés. Mediada la ceremonia, la aparición inesperada de un guardia, que se quedó observando por unos instantes a tan docta y silenciosa concurrencia con asombro y como sin saber qué hacer, infundió entre los asistentes cierto temor a que el recogimiento exigido por la convocatoria quedara perturbado con su actuación.
Se debe saber al respecto que las garantías constitucionales relativas a la libertad de expresión y a los derechos de reunión y asociación, entre otras muchas, habían quedado suspendidas mediante decreto publicado por el Directorio Militar un día después del golpe de Estado encabezado por el general Primo de Rivera el 13 de septiembre, circunstancia que podría explicar tanto el carácter semiclandestino del acto como el cambio de fecha introducido en el número de noviembre de Revista de Occidente. Alfonso Reyes había sido nombrado el año anterior encargado de negocios de la embajada de su país, un cargo diplomático que exigía escrupuloso respeto y neutralidad respecto de las medidas adoptadas por el Directorio Militar. Tampoco el fundador y director de la flamante Revista de Occidente, don José Ortega y Gasset, otro de los asistentes al acto, tenía interés en incomodar al nuevo gobierno ni por lo más mínimo; es más, el 27 de noviembre, coincidiendo con la salida del número de la revista correspondiente a ese mes por tanto, afirmaba en un artículo publicado en El Sol que el propósito del Directorio de acabar con la vieja política era tan excelente que no cabía ponerle reparos (Ortega y Gasset, 1923). Debemos matizar en su descargo, no obstante, que en ese mismo artículo consideraba también que la solución a la crisis que vivía el país no se hallaba en la persecución de los viejos políticos, sino en la formación de una minoría selecta capaz de influir con su ejemplaridad y guía en la entraña nacional, idea coincidente con el propósito principal con el que había fundado Revista de Occidente solo unos meses antes.
Con todo, lo más extraño del homenaje no fue ni el cambio posterior y deliberado de la fecha ni su carácter semiclandestino. Asistieron al encuentro solo nueve de los doce convocados: Antonio Marichalar, Bergamín, Moreno Villa y Mauricio Bacarisse junto a los ya mencionados Ortega, Ors, Díez-Canedo, Reyes y José María Chacón. Azorín excusó la ausencia por su participación en un acto oficial y Gómez de la Serna, por su presencia a esa misma hora en un entierro. Juan Ramón Jiménez, por su parte, aunque alegó un enfriamiento que lo retenía en casa, confesó al convocante días después que había acudido a la cita con puntualidad y seguido la ceremonia escondido cual espía en la arboleda. 1 Desde luego, no todos los convocados acompañaban a Alfonso Reyes en su fervor por la poesía de Mallarmé. El propio Reyes confesaría en la «Encuesta sin trascendencia» de Revista de Occidente que se había sentido reconfortado y agradecido por la celebración del acto sin ironía ni doblez en medio de aquel escepticismo.
La recepción de Mallarmé en nuestro país se había iniciado tardíamente si la comparamos con la difusión y reconocimiento alcanzado en otros países de nuestro entorno y hasta en la América hispana antes incluso de su fallecimiento. La primera traducción en España, el poema en prosa «Lamentación de otoño», se publicó en la revista barcelonesa Pluma y Lápiz en 1903. Luego llegaron espaciadas en el tiempo nuevas traducciones sueltas en otras publicaciones periódicas y su inclusión en antologías de poesía francesa contemporánea. Raros fueron los críticos españoles que le dedicaron algún escrito y, cuando lo hicieron, fue para censurar su hermetismo o compararlo negativamente con Verlaine (Delpirou, 2015, 13-14). En La poesía francesa moderna, antología publicada en 1913 por Enrique Díez-Canedo y Fernando Fortún, se decía de Mallarmé que había sido decisivo para la evolución de la poesía francesa en la nueva generación más por sus ideas estéticas que por sus obras, que no habían llegado a ser, en opinión de los editores, «sino esquemas de las que acaso hubiera realizado su anhelo de perfección absoluta» (p. 148). El verdadero reconocimiento de Mallarmé en España llegaría poco antes del homenaje y de la mano de una nueva generación literaria que se estaba dando a conocer imitando y asimilando los postulados e innovaciones temáticas y formales de las primeras vanguardias. En una de las primeras revistas que sirvieron de altavoz al incipiente ultraísmo hispano, Cervantes, se publicó en el número de noviembre de 1919 por primera vez la traducción de Un coup de dés…, en cuyas 'Palabras liminares' dejó escrito Rafael Cansinos-Assens, director de la revista y traductor del texto, que lo esencial de la nueva lírica —en referencia a la de aquella nueva generación— se hallaba ya en la médula de la obra mallarmeana (Cansinos, 1919, 65). Es de suponer que, dadas las circunstancias en que debía celebrarse el acto, Alfonso Reyes contara solo con personas de su máxima confianza y vinculadas al círculo de colaboradores de la primera hora de Revista de Occidente, de ahí que no participara ningún escritor representativo de aquel movimiento ya entonces en desbandada.
Compaginación con inicio del poema «Una jugada de dados», de Mallarmé, con traducción de Rafael Cansinos-Assens. En la revista Cervantes, noviembre 1919, pp. 73-81. Facsímil en la Hemeroteca Digital de la BNE.
Primera página del índice del tomo II de la Revista de Occidente, noviembre 1923, con algunas 'Respuestas'. Scribd.
La falta de entusiasmo de la mayor parte de los reunidos para con el homenajeado trasluce en los textos reunidos por la revista en «El silencio por Mallarmé. Encuesta sin trascendencia». Iban precedidos de una introducción de Alfonso Reyes en la que se mencionaba la obra de Mallarmé como la más poderosa influencia en la literatura occidental del momento, «la aspiración más absoluta hacia la belleza pura e intacta de toda realidad humana» (p. 238). La mayor parte de las respuestas recogidas se ciñeron a la pregunta planteada por Fernando Vela, secretario de redacción de la revista, y contienen observaciones de aquel momento, pensamientos al vuelo en aquella mañana otoñal, sensaciones, algún recuerdo evocado por el lugar… Mallarmé no parece en ellas más que el pretexto de aquel insólito encuentro de un grupo de intelectuales y amigos. Solo Bergamín y Ortega escribieron sobre el homenajeado y su obra. El primero, con su característico estilo paradójico, desconcertante, afirmaba que habían bastado unos pocos años para tener de Mallarmé la imagen de puro clasicismo, un ejemplo de perfección y claridad en la poesía lúcidamente enigmática de su última época, «claramente ininteligible como la luz» (p. 255). Ortega, que iniciaba su escrito afirmando que «la poesía es ante todo una valerosa fuga, una ardua evitación de realidades...» (p. 252), lo que ejemplificaba con versos de Dante, continuaba luego con una rotunda opinión sobre Mallarmé: «un fracasado, un pájaro sin alas, un poeta genial sin dotes ningunas de poeta, escaso, torpe, balbuciente...» (p. 253). Este acerbo juicio no era, como se podría pensar, una ocurrencia extemporánea en el curso de la asociación de ideas recreada en la ficción de la respuesta, sino la expresión de una cruda opinión en la que Ortega no se hallaba solo. Juan Ramón Jiménez, en carta a Alfonso Reyes fechada el 11 de noviembre, tras excusar de nuevo su ausencia en el homenaje por su aversión a los actos públicos, le confesó inmediatamente después con toda franqueza su opinión sobre Mallarmé: «Un exactísimo, culto y digno señor de mal gusto, que escribe —fumando— los domingos, en papelitos del Japón, el alfabeto enigmático de la poesía pura». 2
Sorprendentemente, sin embargo, aquel extraño homenaje celebrado en el Jardín Botánico de Madrid, tan falto de fervor y sometido a las singulares circunstancias del momento histórico, fue recibido entre los hispanistas franceses como el mejor homenaje posible, el que seguramente habría preferido el propio Mallarmé, el gran poeta francés que había tenido en el silencio, precisamente, el fundamento de su genio. «Quelle leçon! Et combien mallarméen, cet exemple!», escribió en las páginas del Mercure de France Jean Cassou, y añadía después, a propósito de la nueva poesía española, que rendir homenaje a Mallarmé era para los jóvenes poetas españoles, entre los que mencionaba a Jorge Guillén, rendir homenaje a Góngora. 3
La «Encuesta sin trascendencia» incluyó un poema sin título enviado por Juan Ramón Jiménez sobre la muerte y la eternidad de la obra 4. En la breve nota que le servía de marco, a modo de carta dirigida a Alfonso Reyes, escribía para los lectores de la revista que se había quedado en casa la mañana del homenaje trabajando en la depuración de ese poema de 1913 5. Formaba parte de El silencio de oro, libro escrito originariamente entre 1911 y 1913 que proyectó publicar en 1926, aunque ha permanecido inédito como tal hasta fecha reciente 6. Fue a la postre su última colaboración en Revista de Occidente, para cuya puesta en marcha Ortega le había pedido que le indicara potenciales colaboradores entre los escritores jóvenes de que se rodeaba. Según el testimonio recogido por Juan Guerrero Ruiz, la desvinculación de Juan Ramón Jiménez de la revista fue debida al rechazo de Ortega a publicar poesía de la nueva generación literaria en sus páginas (Guerrero, 1998, 373). 7
Aunque en la historiografía literaria se suele señalar como hecho incontrovertible la favorable acogida que el grupo del 27 halló en las páginas de Revista de Occidente 8, el desdén manifiesto de Ortega por la poesía de aquellos años lo debería poner en cuestionamiento. Estaba convencido de que la poesía no era entonces más que un mero hipo de arte agónico. Lo dejó por escrito en su respuesta a la «Encuesta sin trascendencia» y se lo había dicho personalmente a algunos de los más señeros poetas de la joven literatura, como Gerardo Diego o Jorge Guillén. El primero, colaborador desde los inicios de Revista de Occidente como ensayista y crítico de poesía, le pidió por carta en 1921 una recomendación para la publicación de Imagen en la editorial Calpe. No halló satisfacción a su demanda. En su carta de respuesta, Ortega se mostró complacido de haber recibido por extenso las ideas poéticas del joven escritor al tiempo que, con delicadeza, se disponía a devolverle el original remitido. Le confesaba también que había seguido sus colaboraciones en las revistas con interés y «para curiosear el porvenir», pero, frente a la opinión recibida, pensaba que la poesía se hallaba todavía «en la hora de los gallos prematinales». 9
Otro testimonio nos lo ofrece la correspondencia cruzada entre Fernando Vela, como secretario de redacción de Revista de Occidente, y Jorge Guillén 10. En la primera de las cartas de este epistolario, fechada el 22 de septiembre de 1923, Fernando Vela, como expreso portavoz de Ortega, le pidió colaboración para la revista con indicaciones precisas sobre lo que querían de él: trabajos de cierta extensión y notas sobre libros españoles interesantes. No conocemos la respuesta de Guillén a esta primera comunicación, pero parte de la misma queda implícita en la carta de Vela del 6 de octubre siguiente, donde hizo referencia a una colección de estampas, a un trabajo de cierta extensión sobre Rubén Darío, nunca publicado en las páginas de la revista, y, sobre todo, «a los versos…». Hallamos aquí de nuevo la voz de Ortega por intermediación del secretario:
Ortega me apunta esta respuesta al párrafo de su carta: que piense Vd. un poco a qué puede ser debida nuestra parquedad poética; la respuesta que Vd. se dé, esa es la razón nuestra.
Ortega dirigía la revista con unas claras orientaciones editoriales que determinaban los contenidos que se incluían en sus páginas y los que quedaban excluidos de ellas. Quiso contar desde el primer momento con la colaboración de los más destacados miembros de la entonces denominada Joven literatura, pero dando preferencia a la publicación de sus ideas en ensayos o crítica literaria y a una nueva prosa narrativa o lírica que favorecería más tarde en la colección Nova Novorum de la editorial homónima surgida como proyección de la revista.
Hasta el número 15, de septiembre de 1924, Revista de Occidente no incluyó en sus páginas obra poética original de un autor de la nueva promoción, y lo hizo precisamente con poemas de Jorge Guillén 11. Hacia esa fecha, según reveló Gerardo Diego en una extensa carta a José M.ª de Cossío, Enrique Díez-Canedo preparaba una antología de poetas contemporáneos que se editaría como suplemento de Revista de Occidente, un proyecto que nunca llegó a realizarse 12. A partir del número de mayo de 1925, en que se publicó una segunda serie de poemas de Jorge Guillén, la revista comenzó a publicar poesía de los jóvenes autores con una regularidad que no volvería a repetirse. 13
Fue, sin embargo, un tardío reconocimiento que llegó meses después de la aparición del número extraordinario 23-24 (abril-mayo de 1924) de la revista parisina Intentions dedicado a «La Jeune Littérature espagnole». 14
El cambio de criterio en la orientación editorial de la revista no sirvió para que Juan Ramón Jiménez reconsiderara su desvinculación ni acabó con el recelo que siempre presidiría la relación del grupo del 27 con Ortega a lo largo de la primera época de Revista de Occidente (1923-1936), una relación que nunca estuvo exenta de tensión, como se vería, por ejemplo, tres años después con motivo de la conmemoración del centenario de Góngora.
SOBRINO, Ángel Luis (2024). «El extraño homenaje a Mallarmé de Revista de Occidente (con golpe de Estado al fondo y el 27 a la vista)». Letra 15. Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo». Año XI. N.º 14. ISSN 2341-1643
URI: https://www.letra15.es/L15-14/L15-14-15-Angel.Luis.Sobrino-El.extrano.homenaje.a.Mallarme.de.Revista.de.Occidente.html
Recibido: 8 de mayo de 2024.
Aceptado: 12 de mayo de 20243.