Sección ARTÍCULOS
Pilar García Carcedo
La autora es Licenciada en Filosofía y Letras por la Universidad de Deusto, Doctora en Filología por la Universidad Complutense y Diplomada en Français, langue étrangère, en la Université de Bordeaux. Ha impartido clase en las Universidades del País Vasco y de Burdeos. Actualmente pertenece al Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura, como profesora de Escritura creativa y Literatura, en la Universidad Complutense de Madrid.
Entre sus numerosas publicaciones destacamos La Arcadia en el Quijote. Originalidad en el tratamiento de los seis episodios pastoriles (Premio Nacional de Estudios Cervantinos, 1996). La literatura infantil en el ámbito de lo hispano: tradición y renovación (2004), Enseñanza virtual y presencial de las literaturas (2008) y Educación literaria y escritura creativa (2011).
Resumen.
En este artículo se realiza un recorrido comparativo por la mayor parte de las versiones tradicionales del cuento de Caperucita Roja, recuperando sobre todo algunas de las más antiguas inéditas aún en español y prestando especial atención a su simbología: esas encrucijadas entre los caminos de agujas y los de alfileres. Se analiza también una selección de adaptaciones de literatura infantil que recuperan diferentes aspectos de dicho cuento. Todo ello con el objetivo, entre otros, de profundizar en los cambios desde una perspectiva de género.
Palabras clave: Literatura. Cuento de hadas. Escritura creativa. Igualdad de género.
Abstract.
In this article, a comparative review of most of the traditional versions of the tale of «Little Red Riding Hood» is developed, recovering above all some of the oldest ones still unpublished in Spanish and paying special attention to their symbology: those crossroads between the paths of needles and those of pins. A selection of adaptations of children's literature that recover different aspects of the tale is also analyzed. All this with the aim, among others, of deepening the changes from a gender perspective.
Keywords: Literature. Fairy tale. Creative writing. Gender equality.
Résumé.
Cet article realise une visite comparative de la plupart des versions traditionnelles du conte du «Petit Chaperon Rouge», en récupérant surtout certaines des plus anciennes versions inédites encore en espagnol et en accordant une attention particulière à leur symbologie : ces carrefours entre les trajets des aiguilles et ceux des épingles. Une sélection d'adaptations de la littérature jeunesse qui reprennent différents aspects du conte est également analysée. Tout cela dans le but, entre autres, d'approfondir les changements dans une perspective de genre.
Mots clés: Littérature. Conte de fées. Écriture créative. Égalité de genre.
─¿Por qué lado vas a ir?
─Yo paso por el lado de los alfileres y ¿usted, por qué lado pasa?
─Yo voy por el de las agujas.
El lobo se echó a correr el primero…
(La niña y el lobo. Versión auvergnat de Chaperon rouge, recogida por Velay en 1874. BnF. Traducción de la autora)
Los cuentos tradicionales acompañan a los seres humanos desde el principio de los tiempos, transmiten sin descanso la sabiduría de nuestros ancestros y, entre otras virtudes, se convierten en ritos de iniciación que ayudan a los oyentes a identificarse con las protagonistas y, en cada recodo del camino de la vida, a tomar decisiones valientes como ellas. En estas páginas, se hablará de esa elección simbólica entre «el camino de las agujas y el de los alfileres», así como del astuto engaño que se le ocurrió a Caperucita para escaparse ella sola del lobo. Cuando me han propuesto un artículo para esta revista, la idea inicial era que presentara mi último libro sobre los cuentos tradicionales más universales, titulado Cenicienta cumple cuatro mil años. Princesas activas en las versiones comparadas de los cuentos (García Carcedo, 2022). Sin embargo, al tratarse de un ensayo tan extenso, que analiza y confronta más de doce tipos de cuentos en sus centenares de versiones locales, he tenido que elegir (porque la vida son opciones) centrarme solo en uno de los capítulos del libro, el dedicado al interesante cuento de Caperucita Roja. Para conocer el estudio comparativo de las versiones de los otros cuentos (Cenicienta, La bella durmiente, Blancanieves, La bella y la bestia…) habrá que arriesgarse a recurrir al ensayo original; ahora vamos con Caperucita.
¿Quedará alguien en este planeta que no haya oído hablar de Caperucita Roja? Y, sin embargo, ¿la conocemos en toda su complejidad? Desde una sencillez solo aparente, el globalmente difundido cuento de esta niña inocente enfrentada con un salvaje lobo trata la quintaesencia de las relaciones humanas y opone frontalmente temas tan trascendentes como los instintos animales contra los humanos, el bien contra el mal o, incluso, el hombre contra la mujer. Caperucita Roja se ha convertido sin duda en uno de los relatos más estudiados del mundo y está cargado de los más variados simbolismos; interpretaciones mitológicas, sexuales, freudianas, sociológicas, feministas…, que se han ido acumulando sobre esta famosa caperuza roja 1 (o chaperon rouge, que más bien era una cinta que las burguesas se ponían para sujetar el sombrero 2 ). Sobre el título del cuento, Le petit chaperon rouge, nos parece interesante la teoría de que podía tratarse también de un juego de palabras francés con 'grand chaperon' (Gheeraert, 2021), que es el nombre que se le da a la obligatoria acompañante de las doncellas, ya que no era honesto que se pasearan sin ella. Esta explicación del título francés cuadraría bastante con la temática simbólica del cuento (y con la desobediencia de Caperucita) al menos en la versión de Perrault del siglo XVII. De hecho, la caperuza roja no aparecía en las versiones primigenias del cuento, aunque entre los antecedentes hay excepciones antiguas en las que ya se vestía de rojo, como se verá.
Las casi infinitas versiones de Caperucita Roja corresponden al tipo 333 de la clasificación de A. Aarne (1961). Delarue, junto con la folclorista Marie-Loise Teneze, recopiló ya en su libro Le conte populaire français (1976) treinta y cinco versiones orales de Caperucita solo en las tierras galas. Y Jamshid J. Tehrani (2013) lo estudia a nivel internacional en busca de los orígenes de este arquetipo, descubriendo que el cuento tipo AT 333 aparece en algunas regiones mezclado con el cuento tipo AT 123 (El lobo y los siete cabritillos), del que ya se encontraba una versión entre las fábulas de Esopo. En todo caso, es uno de los cuentos que mejor representa la esencia variable de la narración popular, porque, al no aparecer Caperucita en una de las películas famosas de Disney, cada persona suele recordar una versión diferente del cuento (que se come a la abuela o que ella se esconde en el armario, por ejemplo, por no hablar de los diferentes finales posibles).
Caperucita se sigue narrando con las variaciones propias de la tradición oral en su plena vitalidad. Además, cumple la mayor parte de las conocidas funciones de Propp (1998): Caperucita va y se aleja por el bosque (alejamiento); su madre le prohíbe hablar con desconocidos (prohibición); ella conversa con el lobo (transgresión); el lobo le indica el camino más largo (engaño); se come a la abuelita (fechoría)… Continúa siendo, sin embargo, el cuento más enigmático de todos los cuentos, como afirma Almodóvar 3 :
...al tiempo que atrae todas las miradas. Etnógrafos, psicoanalistas, semiólogos, antropólogos, y de las más variadas tendencias, se disputan tan suculento manjar.
De hecho, es tan especial que, a diferencia de otros cuentos como Cenicienta o La bella durmiente, se puede decir que Caperucita Roja apenas es un cuento maravilloso: sin hadas y sin objeto mágico, el único elemento sobrenatural es el lobo parlante. Además, su temática, muy de actualidad desde una perspectiva de género, se puede relacionar con la del cuento siguiente en la recopilación de Perrault, el de Barbazul, en el que el antagonista es también un abusador de mujeres que inicialmente ha logrado disfrazar su monstruosidad, como el lobo; ambas historias, por tanto, pueden parecer advertencias contra las seducciones engañosas. Así se puede ver en esta imagen la moraleja en verso de Perrault («y no resulta causa de extrañeza / ver que muchas del lobo son la presa»), justo antes del cuento de Barbe bleue:
(Fig. Moraleja original de Perrault para Le petit chaperon rouge)
Antes de llegar a la recopilación escrita, nos ha parecido crucial recordar el cuento en las desconocidas versiones orales de la tradición francesa, donde fue su principal foco de difusión, porque, cuando lo recogió Perrault en el siglo XVII, su ámbito de narración oral se centraba en la región del Loira, al norte de los Alpes, entre Francia e Italia.
Había una vez una niña trabajando en el campo que se enteró de que su abuela estaba enferma; se puso en camino al día siguiente para ir a verla; pero, cuando se había alejado bastante, en un cruce de caminos, no sabía cuál escoger. Allí se encontró con un hombre muy feo, que conducía una cerda, al que le preguntó qué camino coger, explicándole que iba a ver a su abuela enferma. Tenéis que coger el de la izquierda, le dijo él, porque es el camino mejor y más corto, y así llegaréis pronto. La niña siguió por ese camino; pero era el peor y el más largo, de forma que le llevó mucho tiempo llegar a casa de su abuela.
(Traducción de la autora a partir de la versión de M. Légot. Revue de l’Avranchin, 1885 . En BnF 4 )
(Fig. Ilustración en blanco y negro de la niña y el lobo)
Estas versiones mucho menos conocidas las hemos recuperado de la BNF (Biblioteca Nacional Francesa) y traducido personalmente del francés en la mencionada obra Cenicienta cumple cuatro mil años (García Carcedo, 2022). En ellas descubrimos que la Caperucita, a pesar de ser una niña estaba trabajando según las antiguas costumbres, y aparecía sin nombre en casi todos los casos. Tenían un papel más importante las mujeres, y especialmente su progenitora; de hecho, algunas se titulaban El cuento de la abuela. Todas las versiones consultadas conservan la estructura básica del cuento, aunque algunas terminan pronto (con la muerte de la niña) y otras añaden un final desconocido para los lectores actuales, y muy interesante desde una perspectiva de ruptura de los estereotipos de género. Lo más trascendente es que en la mayoría de ellas la niña ni acaba muerta (como en Perrault) ni era salvada por un hombre (como en los Grimm), sino que se salva por sí misma gracias a su astucia. Además, no se suele mencionar el color rojo en estas versiones orales, mientras que en algunas lleva un vestido de hierro, en francés «habit de fer» (V. 8 Nivernais et V. 24 Velay). Según nos recuerda Verdier, esta vestimenta de hierro, que, en ocasiones, incluye también zapatos de hierro, tiene que desgastarse para que la heroína pueda volver al hogar; se convierte así en una heroína más activa que tiene que pasar esa prueba.
(Fig. Ilustración de Gustavo Ortega. Versiones con Caperucitas astutas)
En el comienzo de estos relatos orales franceses, se repite casi siempre el extraño motivo de la elección entre los caminos de las agujas y de los alfileres (o pasadores). En algunos no se explican en absoluto estos dos raros caminos, mientras que en otros se justifican con breves referencias el simbolismo de dos pequeños objetos en apariencia tan similares. Sin explicaciones se incluía esa elección de sendas en el cuento titulado La niña y el lobo que mencionábamos al comienzo del artículo (en versión auvergnat recogida por Velay. BnF):
─Yo paso por el lado de los alfileres y ¿usted, por qué lado pasa?
─Yo voy por el de las agujas.
En otros casos, los símbolos sí que se razonan de forma explícita en el propio cuento. Así, en la versión de Forez, por ejemplo, la niña deja claro que se trata de que le gusta más ponerse guapa que trabajar (Verdier, 1978, Traducción de la autora):
J'aime mieux le chemin des épingles avec lesquelles on peut s'attifer que le chemin des aiguilles avec lesquelles il faut travailler.
Me gusta más el camino de los alfileres, con los que te puedes emperifollar, que el camino de las agujas, con las que solo se puede trabajar.
En Le petit Chaperon Rouge recogida en Ellenberger y Tenêze (1960: 129) se explica de otra manera, aunque no se llegan a aclarar los simbolismos:
El lobo le dice:
─Pasa por el camino de los alfileres, que yo voy a pasar por el camino de las agujas.
Y, después, el lobo llega antes que la pequeña, como es lógico, porque él había pasado por el camino que era todo recto, y ella por el camino de los alfileres, que daba toda una vuelta.
(Cuento narrado en Angles por Mme Sivaux. Traducción de la autora).
En esta versión muy popular el final coincide con el de Perrault, el lobo se come a Caperucita sin final feliz.
En otra versión que le fue narrada a Joisten por Armand, en la zona de los Alpes en la que más frecuentes eran las caperucitas 5 (transcrita en inglés por Zipes, 2014b: 5), se especifican más detalles sobre la elección realizada por la protagonista cuando en esa encrucijada 6 el lobo le pregunta qué trayecto va a tomar. Sorprende que, en este caso, la niña escoge el camino contrario al de la versión anterior (traducción de la autora) :
─Elijo el camino de las agujas para remendar mi vestido, que tiene un agujero.
El lobo se alejó de la pequeña niña y tomó el camino de los alfileres, que era más corto.
Esta versión sí que tenía un final feliz, también termina con Caperucita escapándose del lobo mediante su astucia.
La protagonista debe elegir entre el placer y el trabajo, una difícil decisión. En todo caso, parece claro que las agujas siempre se relacionan con el trabajo más arduo de coser y con la pubertad de las jovencitas, según la especialista Yvonne Verdier 7 . Además, el tema del aprendizaje de la costura iba unido en las sociedades antiguas con el rito de iniciación de las mujeres, que se iniciaban en el arte de coser con las agujas; mientras que los mencionados alfileres o pasadores eran un regalo frecuente en los noviazgos, y empezaban a sujetarse el pelo con pasadores cuando llegaban a la pubertad. Pero también se ha indicado que el hecho de pasar de los alfileres a las agujas podía equivaler a pasar del estado de joven doncella al de mujer casada. Lo que es evidente, es que son muchos los cuentos en los que se muestra una relación directa entre la feminidad y los objetos punzantes 8 (así también en el huso con el que se pincha la bella durmiente) como una iniciación a la sexualidad de la mujer.
Aparte de la difícil elección en la encrucijada de las agujas y los alfileres, estas antiguas versiones francesas incluyen otras diferencias importantes. En la recogida en Touraine par M. Légot, el antagonista no es exactamente un lobo, sino un diablo u hombre malvado montado en una cerda, pero su intento de comerse a la niña es similar, aunque en este caso ella se salva huyendo con estratagemas y, finalmente, es ayudada por unas lavanderas, mujeres (sororidad femenina se diría hoy en día):
El malvado diablo se levantó furioso y montó sobre su enorme cerda, que había dejado cobijada y corrió tras la niña para atraparla; llegó a un río en el que unas lavanderas estaban lavando. Y les dijo:
─¿Habéis visto pasar a mi niña, niñita
con un perro de aguas
que seguía a la muchachita?
─Sí, contestaron las lavanderas, nosotras hemos extendido una sábana sobre el agua del río y ella ha pasado por encima.
─¡Ah!, dijo el malvado, extended una de nuevo para que yo pase.
Las lavanderas tendieron una sábana sobre el agua y el diablo empezó a cruzar sobre ella montado en su cerda, que se hundió inmediatamente (…) y la niña, niñita (fillon fillette) se salvó.
(Versión de Touraine de la BnF. Traducción de la autora)
En otra de las versiones galas, la de Auvergnat, el antagonista vuelve a ser un lobo, pero no se disfraza de la abuela sino de la madre, que es a la que se ha comido en este caso. Se encuentra a la niña cuando esta vuelve a casa de su madre, tras haber estado trabajando fuera de casa; porque en aquella época era común que los niños tuvieran que ayudar trabajando desde muy pequeños. En cuanto a los elementos truculentos, que tampoco estaban ideados para niños, tanto en esta versión como en la de Touraine anterior, se incluye un episodio de canibalismo, en el que la pobre niña, sin saberlo, tiene que comer partes de su abuela preparadas por el insidioso lobo 9 . La violencia y el miedo eran una parte intrínseca de los relatos, probablemente porque producían un efecto catártico. En todo caso, la intensidad de los conflictos y de emociones como el miedo conduce a una liberación de los propios temores de los oyentes. Y los finales casi siempre felices de los cuentos, que ayudan a superar definitivamente esos miedos. Porque aunque, excepcionalmente, se ha visto una de las versiones orales que acababa mal, lo más probable es que dicha versión oral estuviera influida por el propio Perrault.
Finalmente, para los lectores actuales, sin duda lo más interesante de estas versiones primigenias son esos finales felices que aparecen en la mayoría, en los que Caperucita se enfrenta a su destino mediante argucias y se convierte en su propia salvadora, sin necesidad de que ningún cazador la rescate:
─¡Ay!, abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!
─-Son para comer mejor hija mía, son para comer mejor.
A Jeannette le entró miedo y dijo:
─Ay!, abuelita, ¿sabes lo que tengo mucha necesidad de hacer?
─Hazlo en la cama, mi niña, hazlo en la cama.
─Eso es muy sucio, abuelita, si tenéis miedo de que me vaya, atadme con una hebra de lana a la pierna, cuando os aburráis de que yo esté fuera, tiráis del hilo y veréis que sigo allí, eso os tranquilizará.
─Tienes razón, hija mía, tienes razón.
Y el monstruo ató una hebra de lana a la pierna de Jeannette, y sujetó el otro extremo en su mano. En cuanto la joven estuvo fuera, rompió la hebra de lana y se escapó…
(Traducción de la autora. Versión de M. Légot 10 )
En resumen, numerosas son las versiones arcaicas francesas en las que la protagonista femenina toma decisiones, se libera y escapa del lobo por sus propios medios. El camino que elige Caperucita es una prefiguración simbólica del inicio de su rito de paso hacia la pubertad y la feminidad.
Il était une fois une petite fille de Village, la plus jolie qu’on eût su voir; sa mère en était folle, et sa mére-grand plus folle encore. Cette bonne femme lui fit faire un petit chaperon rouge….
(Perrault, 1999, Gallimard: p. 70)
(Fig. Caperucita Roja, grabado de Gustave Doré)
Este apartado será más breve, ya que las versiones de estos dos recopiladores son sobradamente conocidas. El cuento de Caperucita Roja fue modificado, elaborado literariamente y publicado por Charles Perrault en la Francia del siglo XVII, cuando ya eliminó algunos elementos truculentos de las versiones populares, como el mencionado canibalismo, así como la elección entre el camino de alfileres y el de agujas. En otros cuentos pudo seguir el modelo de recopiladores anteriores, como el italiano Basile con su Pentamerón (2006), pero Caperucita no aparecía en antologías previas y no parece tener ninguna fuente escrita directa 11 , así que probablemente el primer recopilador francés partió de las leyendas orales. Contrariamente a la mayoría de los cuentos, la versión de Perrault no tenía un final feliz 12 , sino que, siguiendo el espíritu moralizador del escritor francés, el cuento termina cuando el lobo se come a Caperucita, que muere sin salvación ninguna, como ejemplo y castigo para que las jóvenes no tengan relaciones con desconocidos. Este famoso recopilador introduce una transformación sustancial en la simbología del cuento, que pasa de ser una historia claramente femenina hacia una visión patriarcal admonitoria (Verdier, 1978 13 ), porque sustituye una historia de mujeres (abuela, madre y nieta) por el tema de la metafórica violación, y, además, Perrault culpa a la propia Caperucita del ataque sexual por salirse de las normas. Sin embargo, en esta versión la madre no había advertido a la niña de nada y, además, no se le concede a ella la oportunidad de elegir los caminos, sino que los escoge el lobo, siendo consciente de cuál es el más corto y corriendo para llegar antes: «Le loup se mit à courir de toute sa force par le chemin qui était le plus court». Caperucita, por su parte, se demora, se entretiene, se divierte con mariposas, flores y nueces, y ese es su único pecado. O tal vez no, porque, en la versión de Perrault, la protagonista todavía se desnuda y se mete en la cama del lobo sin ocultar del todo el trasfondo sexual, como vemos también en el francés original: «Le petit Chaperon rouge se déshabilla et alla se mettre dans le lit» (1999, p. 72). Como Perrault escribía para las muchachas de la corte de Versalles, introdujo también una explícita moraleja al final del cuento, en la que hacía clara referencia a la peligrosidad sexual de los hombres, es decir, esos otros lobos dulzones que persiguen a las chicas y son mucho más peligrosos: «…Mais hélas! Qui ne sait que ces Loups doucereux,/ de tous les Loups sont les plus dangereux» (1999, p. 73) 14 . El miedo a ser devorado por lobos de las versiones populares se sustituye en Perrault por el temor a la pérdida de la honra, se convierte en un cuento con moraleja sobre la seducción y el autocontrol de la sexualidad.
La gran recopiladora coetánea de Perrault, Mme. d’Aulnoy, que fue la que inventó el afortunado término de cuentos de hadas (contes de fées), no escribió desgraciadamente una versión de Caperucita Roja, pero sí que se pueden encontrar ecos de sus motivos en varios de sus cuentos. En particular hay ciertas similitudes con La Princesse Printanière: cuando la princesa se escapa enamorada del malvado Fanfarinet, que se metamorfosea gradualmente en un lobo («la quería matar para comérsela», p. 154). La princesa, muy inocente como Caperucita, no es capaz de identificar al falsario que tan mal la trata, sino que se muestra siempre enamorada y generosa con él, le da toda la leche, como en la imagen siguiente; por otra parte, el Hada del Desierto, en ese mismo relato, lleva «una capucha de terciopelo rojo» (Aulnoy, 1698, p. 224).
(Fig. Muestra la protagonista de «La Princesse Printanière»)
Casi dos siglos después, Caperucita vuelve a evolucionar y a suavizarse en Alemania de la mano de los hermanos Grimm, adaptándose ya de forma explícita para niños, sin referencias sexuales y con grandes cambios en el final, aunque el comienzo sea muy similar:
(Fig. Álbum con adaptación a partir de Grimm, ilustrado por Kveta Pacovska)
Érase una vez una dulce muchachita a la que todo el mundo quería solo con verla, y la que más su abuela, que ya no sabía qué más darle a la niña. Una vez le regaló una caperuza de terciopelo rojo, y como le quedaba muy bien y ella ya no quería ponerse otra cosa, ya solo la llamaban Caperucita Roja…
(Primera versión de los Grimm, 1812, en Cortés Gabaudán 2019, p. 151)
Este era el inicio del cuento en Alemania, con una muy probable influencia francesa; tal vez una reelaboración a partir de la versión escrita por Perrault (traducida al alemán ya en 1790). Según la recopiladora Cortés Gabaudán (2019), los hermanos Grimm lo escucharon de las hermanas Hassenpflug; que a su vez podrían haberlo conocido de sus niñeras francesas, porque este cuento tenía una difusión más francesa. En todo caso, la primera versión de los Grimm de 1812, ya había sido adaptada para niños, y con final feliz añadido para no dejar a Caperucita devorada por el lobo como hacía Perrault. Los recopiladores...
tras quitar los elementos populares auténticos, añaden e inventan luego otros de su propia cosecha, pero bien dosificados y escogidos. Y como la copia gusta más que el original, el resultado es la recreación artificial de un idealizado mundo popular nunca existente.
(Cortés Gabaudán, 2019, p. 22).
Empieza por desaparecer la elección entre el camino de las agujas y el de los alfileres, de hecho, Caperucita no tiene que tomar decisiones, sino que es animada por el lobo a entretenerse 15 :
Y así, ella se salió del camino y se fue a cortar flores. Y cuando cortaba una, veía otra más bonita, y otra y otra, y sin darse cuenta se fue adentrando en el bosque…
Adiós a los ritos de iniciación que nos enseñaban a tomar decisiones para poder madurar. Pero, además, el cambio más importante de todos consiste en que, a partir de los Grimm, Caperucita será ya casi siempre salvada por un cazador o leñador; aunque en la primera edición de 1812 la salvan después de ser devorada, abriendo la tripa del animal:
…Entonces cogió las tijeras y le abrió la barriga y nada más dar un par de cortes ya vio relucir la caperuza roja y en cuanto abrió un poco más, la niña saltó fuera de la barriga exclamando: «¡Ay, qué asustada estaba, hacía muy oscuro allí dentro de la barriga del lobo!»; y luego también salió viva la abuela de adentro. Entonces la Caperucita cogió un montón de piedras grandes y le llenaron al lobo la barriga con ellas.
(Grimm, 1812, Cortés Gabaudan, p. 153).
Una niña que muere en el vientre del lobo, para volver a renacer al salir de la oscuridad 16 , parece hacer referencia a los ancestrales ritos de paso. Así lo explicaba Propp (1999), al considerar que los cuentos suelen ser testimonios de los ritos primitivos de las sociedades antiguas que se dedicaban a la caza. Caperucita en el bosque, en la casa y en el estómago del lobo, son símbolos de las tres fases de la iniciación a la edad adulta; la niña abandona su casa y se independiza de su madre, recorre el bosque salvaje, se enfrenta con lo más siniestro del corazón humano, con canibalismo incluido, y derrota a la muerte en el vientre del lobo. Los hermanos Grimm añaden, por último, un segundo final, en el que Caperucita se encuentra con otro lobo tiempo después, pero como ya ha aprendido a cuidarse, lo derrotan antes de entrar en casa de la abuela. Lección aprendida. Así, según Colomer (1999), el cuento continuó de forma aleccionadora, aunque el tema sexual dejara de estar en primer plano. Caperucita Roja se había alejado de las formas populares para convertirse en un cuento definitivamente infantil, con un final feliz y un mensaje educativo sobre la obediencia. En el fondo se trataría todavía de un rito de iniciación, pero en este caso de un rito fallido, y ella es castigada precisamente por no haberlo conseguido (Méchoulan, 1992).
…Quam lupus inuadens siluestria lustra petiuit
Et catulis predam tulit atque reliquit edendam.
(Egberto de Lieja: Fecunda ratis, 1022-1024).
El precursor más lejano conservado lo encontramos en Fecunda ratis 17 , un poema escrito en hexámetros latinos en el siglo XI por Egberto de Lieja, en el que ya aparece una niña vestida de rojo en compañía de lobos. En aquella versión, el lobo entregaba la niña a sus cachorros para que se la comieran, pero ella sale ilesa y no es devorada por los lobeznos. Se suele afirmar que el título y la caperuza roja fueron un acertado invento de Perrault, para destacar el carácter de advertencia sexual del cuento, lo desmiente el hecho de que esta antiquísima versión latina ya incluye el color rojo, como se puede comprobar en estos versos de Lieja (traducidos por Rafael León, en Málaga 1964). El milagro de la salvación de Caperucita ocurre precisamente en Pentecostés, cuando los niños solían llevar túnicas rojas, lo que puede ser una explicación de este color en el cuento 18 :
…Al sacar en la iglesia a una niña de pila
le regalaron una caperucita roja.
La santa quincuagésima se celebró el bautizo,
cuando al alba la niña cumplía cinco años.
Después mientras andaba sin cuidado ninguno,
le salió al paso un lobo que se la llevó al bosque
y dejó por comida la presa a sus cachorros,
que la acosaron juntos y, no pudiendo herirla,
mansamente empezaron a lamer su cabeza.
«No me rompáis, ratones —dijo entonces la
niña—, esta caperucita que me dio mi padrino.»
(Fecunda Ratis, La nave fértil, 2, 478, en CLIJ, n 158: 17 19 )
Varios son los especialistas, como Gerardo Fernández San Emeterio (2020, p. 88) y González Marín (2005, p. 64), que subrayan la importancia simbólica del rojo de la caperuza desde los mismos orígenes de este cuento. Un colorido que pone en relación el cuento con antecedentes mitológicos que conllevaban ese rojo o azafranado en la vestimenta, en los mitos en que las jóvenes eran sacrificadas. En la mitología griega, es el caso de Polixena, a la que el hijo de Aquiles, Neoptólemo, decapitó sobre la tumba de su padre; o de Ifigenia, a la que el oráculo exigía sacrificar para que las naves pudieran seguir navegando, cuando los barcos de Agamenón quedaron inmóviles al detener Artemisa el viento. Así también estaban las que tenían que entregarse a los monstruos, como Andrómeda, atada a una roca ofrecida como esposa al monstruo Ceto, que, como la Caperucita de los Grimm, fue liberada del monstruo por Perseo (que usó para ello la cabeza de Medusa). En muchos de estos ritos mitológicos de sacrificio 20 las muchachas eran vestidas con túnicas rojizas o color azafrán antes de ser sacrificadas, o también en los ritos matrimoniales en los que el rojo tenía una clara relación con el desvirgamiento. Aunque, en las variantes antiguas del cuento en la zona francesa, no se introduce ese color rojo, como indicaba el recopilador Delarue (1957, p. 59):
Las versiones orales independientes (…) muestran que el tocado rojo de la niña es un rasgo accesorio, peculiar de la versión de Perrault, no un rasgo general en el que uno puede confiar para explicar la historia.
En esas versiones orales francesas de las que habla el recopilador ya hemos profundizado en el primer apartado, descubriendo las simbólicas elecciones de la protagonista, junto a rasgos tan sorprendentes como el canibalismo.
Volviendo a los antecedentes, también se puede encontrar cierta similitud con el que se ha llamado el padre de todos los cuentos (García Carcedo, 2022), nos referimos al de Psique y Cupido, recogido ya en el siglo II por Apuleyo. De hecho, así lo ha afirmado la especialista Ute Heidmann (2010), en Le Petit Chaperon rouge palimpseste, supone que el cuento se hace eco del de Psique, en el que Venus carga a la heroína con una tortita y la envía al infierno custodiada por un perro feroz. El parecido es mucho menos marcado en el caso de este cuento de Caperucita que en el de otros como La bella y la bestia, pero podría haber una ligera influencia. A continuación, podríamos seguir el rastro del relato brevemente por otros continentes, como Asia y África.
En otras latitudes también se encontraban cruentas versiones orales antiguas similares en algunos aspectos. Wolfram Eberhard (1989), por ejemplo, estudió en profundidad en la tradición oriental La historia de la 'abuela tigre'. Documentó y analizó alrededor de 241 cuentos de Taiwan que incluyen el mismo canibalismo de las de Delarue, con la diferencia de que, en lugar de un hombre-lobo (o bzou), en oriente era un tigre el que se ocultaba en la cama de la abuelita. En el siglo XX, contamos con algunos cuentos que retoman este antagonista tigre, como el álbum ilustrado El tigre que vino a tomar el té (1968), de Judith Kerr. En algunas versiones orientales, la tigresa, que puede convertirse en una mujer, le entrega a la niña un dedo humano para que se lo coma, y ella asustada se escapa de la misma forma que en las versiones francesas:
La niña saltó aterrorizada y dijo: «Tengo que salir a hacer mis necesidades». La mujer respondió: «Hay una gran cantidad de tigres en el bosque. Podrías encontrarte en sus fauces. Ten cuidado.» La niña dijo: «Ate una gruesa cuerda alrededor de mi pierna, y tire de ella para devolverme si [el peligro] se vuelve urgente». La mujer estuvo de acuerdo. Ató una cuerda alrededor de la pierna de la niña y tomó el otro extremo. La chica partió y (…) rápidamente se lo quitó de la pierna y se subió a un árbol para poder escapar.
(Chih-Chun, 1993, p. 519. Recuperado a su vez de Guangyu chuxinzhi Hdeuang Chengzeng, Vol. 10, Ch. 19, pp. 12A-13B).
En la narrativa China tradicional, se encuentra también un relato relacionado con nuestro cuento, con el título de Gold Flower and the Bear (de Mi Chiang, 1979. Véase Ting, 1978), en el que una niña muy valiente defiende a su hermano de una terrible bestia, un oso devorador de niños que se había disfrazado de su abuelita; y, en esta versión oriental, aparece también el truco de salir a hacer pis para escaparse y liberar a su hermano del monstruo (Zipes, 2014b, p. 2).
No deja de ser un maravilloso misterio la extensión universal de los cuentos en lugares tan distantes que no parecían tener influencias directas. En otras latitudes, aparecen asimismo jóvenes muchachas desobedientes devoradas por monstruos que no siempre son lobos. Así, por ejemplo, son muchas las que podemos encontrar entre los cuentos de las tradiciones africanas, que no corresponden exactamente al tipo de Caperucita 21 , pero coinciden en ser castigadas por su desobediencia, es decir, por haberse salido del camino marcado para las mujeres. Así, en un cuento africano titulado La muchacha desobediente, la protagonista no quiere realizar las tareas tradicionales de las jóvenes, entre ellas la de llevar la comida a sus padres en el campo; y su rebeldía será finalmente castigada cuando la niña es devorada en el bosque por un monstruo:
─¿Dónde vas niña? ¡No temes ir sola por el bosque!? (...) ¿Qué llevas jovencita?
Al final el enyogonyogo (monstruo cíclope-dragón) tragó a la niña, y la madre de la niña traviesa esperó a su hija en vano.
(Bolekia Boleká, 2021: 41-47).
Por último, para seguir profundizando en los antecedentes de este cuento, se puede recurrir a los estudios de Zipes (2014 y 2014b), que, en la mencionada obra The Trials and Tribulations of Little Red Riding Hood, ya recorría la genealogía del cuento anterior a la versión de Perrault, ofreciendo 35 versiones diferentes de Caperucita. Según algunos de estos mitos y leyendas primitivas, la prenda roja que llevaba Caperucita se asociaba simbólicamente con el sol 22 , mientras que el lobo personificaba la oscuridad, aunque, curiosamente, en la tradición cuentística oral, el color rojo estuviera ausente, como hemos visto (Zipes, p. 6-8).
¿Cómo se atreve a dar por hecho que las mujeres y los lobos no son capaces de resolver sus propias diferencias sin la ayuda de un hombre?
(Garner, 2010)
En la tradición española no parecía haber Caperucitas (o al menos no se han conservado hasta su recopilación escrita), aunque sí numerosas leyendas de lobos y hombres-lobo (que, a veces, eran los verdaderos antagonistas del cuento de Caperucita). El maravilloso libro Leyendas españolas de todos los tiempos (2010), de José María Merino, recoge algunas, como la de las tierras gallegas en las que el hombre-lobo se denomina El lobisome. En ella descubrimos que el hombre se ha transformado en lobo por la maldición de su propio padre (2010, p. 213):
el padre lo maldijo, invocando con rabia a Dios para que le hiciese ir detrás de las lobas con el mismo ahínco con que iba detrás de las mozas.
Termina recuperando su apariencia humana cuando el padre le corta la piel de lobo. En otra de las leyendas, titulada Del ome choto, no es exactamente un lobo, pero ya presenta las relaciones con una joven (2010, p. 216):
tuvo la desdicha de enamorarse de una joven dama (…) la dama descubrió el continuo acecho de aquel extraño ser, y que, como era tan curiosa e intrépida como caritativa, acabó permitiendo que el ome choto se acercase a ella. Se hicieron amigos.
Existen otras extrañas leyendas con cierto parecido con el cuento de Caperucita, como la que recogen tanto Merino (2010) como Camarena (1995) en tierras leonesas titulada La muchacha lobo. En ella, como se puede suponer desde el mismo título, es la niña la que se convierte en lobo, cuando sus padres la expulsan al bosque y la maldicen para que se la coman los lobos. Una vez convertida, ella se come a los habitantes de la aldea cada vez que se acercan a la casa de las castañas; hasta que un valiente muchacho descubre que cuando el animal se quita la piel de lobo se convierte en una muchacha muy hermosa. Por lo que él conseguirá amansar o desencantar a la loba feroz quemando su piel:
─Mira, si un pelo me quedara de la piel, lo más grande que te iba a quedar a ti era una oreja. Y luego, pues como la piel la quemó toda, pues se casó con ella.
(Camarena, 1995: 233).
Es este un ejemplo excepcional de loba femenina y salvaje.
En todo caso, la presencia del lobo en el refranero popular 23 y en la poesía tradicional 24 , permite reconocer la huella indeleble que ha dejado en el imaginario colectivo español y europeo. El miedo a los lobos y las muertes en los bosques estaban a la orden del día en esos tiempos, aunque parece que, en algunas ocasiones, se utilizaba a los lobos como excusa para ocultar un caso de violación y asesinato de una adolescente.
Dejando ya las leyendas y los refranes, llegamos hasta el siglo XXI, en el que el cuento de Caperucita Roja y el lobo sigue muy vigente, incluso en España donde no aparecía en la tradición oral, y es probablemente el que ha sido objeto de mayor número de adaptaciones en la época contemporánea 25 . Uno de los motivos de la pervivencia de este relato es precisamente la indisoluble relación entre Caperucita y el lobo; en palabras de Fernández San Emeterio (2019, p. 86):
el caso es que los dos protagonistas forman una pareja inseparable, en tensión permanente. Tanto es así que con frecuencia se da la vuelta al relato convirtiendo la oposición entre ellos dos en atracción.
Aunque no era el objetivo de estas páginas, nos ha parecido interesante incluir al menos dos ejemplos de la transformación del cuento en los tiempos modernos. Recordaremos, en primer lugar, la ya clásica adaptación de Finn Garner, Politically correct bedtime stories (1994-2010, Cuentos políticamente correctos), en la que Garner utiliza un lenguaje satírico por lo explícitamente inclusivo, que puede resultar cómico, pero que no parecía destinado a los niños. Además, en este caso también se ha eliminado la elección de los caminos (de agujas y alfileres) por parte de la protagonista, no se le concede la oportunidad de elegir (Garner 26 ):
Caperucita Roja enfiló nuevamente el sendero. Pero el lobo, liberado por su condición de segregado social de esa esclava dependencia del pensamiento lineal tan propia de Occidente, conocía una ruta más rápida para llegar a casa de la abuela. Tras irrumpir bruscamente en ella, devoró a la anciana, adoptando con ello una línea de conducta completamente válida para cualquier carnívoro.
En el final de esta adaptación Caperucita se rebela de forma contundente ante la visión patriarcal protectora del leñador (o cazador añadido por los Grimm) (Garner, 2010, s. p.):
...tanto el lobo como Caperucita Roja se detuvieron. ¿Puede saberse qué cree usted que está haciendo? ─inquirió Caperucita─. Sexista, Racista. ¿Cómo se atreve a dar por hecho que las mujeres y los lobos no son capaces de resolver sus propias diferencias sin la ayuda de un hombre? ...y juntos vivieron felices en los bosques para siempre.
El segundo caso de adaptación que comentaremos es la clara inversión de los roles en Lobo rojo, Caperucita feroz (El Ateneo, 1991) de Elsa Bornemann, en el que los lobeznos están muertos de miedo ante la terrible niña:
¡Ay, qué desgracia! ¡La Caperucita Feroz andaba ahora suelta en el bosque de Zarzabalanda! ¡Y se comentaba que su mayor deseo era conseguir pieles de lobitos para confeccionar sus capas!.
En esta ocasión, el final feliz consiste en que Caperucita es vencida por las lobitos y a ella le prohíben regresar al bosque.
Generalizando, podríamos concluir que la mayoría de las adaptaciones de Caperucita en el siglo XXI tienden a incluir inversiones de los estereotipos de protagonista-antagonista, como esta de Bornemann, que fue una de las pioneras. En todo caso, no hay que olvidar nunca «el carácter subversivo de la buena literatura juvenil, ya que sus ideales no son siempre los del mundo convencional de los adultos» (García Carcedo, 2018b).
Finalmente, es importante no llegar al extremo de que las claves del cuento se diluyan sin sentido, como en los numerosos lobos vegetarianos que se han ido multiplicando en el siglo XXI; así, por poner un ejemplo, en El lobo y Caperucita: La historia jamás contada de Ayesha Rubio (2017), en la que aparecen hasta las recetas del pastel de frambuesa, porque:
Era un lobo peculiar al que nunca le había gustado cazar,
y por eso algunos animales se burlaban de él.
Prefería alimentarse de raíces y plantas…
(Fig. Portada del álbum de Ayesha Rubio, 2017)
Caperucita también ha llegado hasta las pantallas en las más originales adaptaciones, como la del estudiante sueco Tomas Nilsson; una curiosa versión en vídeo infográfica y detalladamente explícita, que comienza a partir de Perrault, pero incluye el final de los hermanos Grimm (se puede ver en el blog Algún día en alguna parte, 2 de febrero de 2010). Todas esas novedades digitales darían para un futuro artículo, pero ahora no seguiremos con las adaptaciones contemporáneas, porque el objetivo principal de estas páginas era comparar las versiones tradicionales del cuento.
Desde temprana edad
los dioses me destinaron
a las encrucijadas.
Así mi vida ha sido la constante bifurcación de los caminos.
Escoge –me dicen-…
(Gioconda Belli, en El pez rojo que nada en el pecho, 2020, p. 16)
Escogiendo entre caminos más largos o más cortos, entre bifurcaciones simbólicas como la de las agujas y de los alfileres que hemos analizado en estas páginas, los cuentos nos ayudan a madurar y a aprender a decidir en las encrucijadas de la vida. La capacidad de escoger de la protagonista nos parece uno de los símbolos más interesantes y olvidados del relato que nos ocupa, y no solo en esos cruces de caminos sino también al final del cuento, cuando se libera de su destino al escaparse del lobo. En todo caso, la sencilla Caperucita se esconde en un verdadero bosque de símbolos, evoluciona con los tiempos, se adapta, pero sigue siempre viva y con fuerza. En resumen, se puede afirmar que las interpretaciones de este cuento de Caperucita Roja han sido tan numerosas como las disciplinas que se han acercado a su análisis. En ese sentido es importante recordar que esa ambigüedad interpretativa es un signo de la profundidad del texto y de la calidad literaria, como ya se afirmaba en la conocida cita: «Una historia que no se puede interpretar al menos de tres formas, no es una buena historia» (Noguerol, 2011).
En cuanto a las versiones, como se ha podido comprobar, son también variadísimas. Quizá la constante principal del relato, el motivo más recurrente, sea el famoso diálogo sobre las partes del cuerpo del lobo, con esos paralelismos y repeticiones que han sabido conservar la tradición oral, y que hemos querido reservar para el final como resumen del cuento en esta mencionada versión francesa:
─¡Ah! Mamá, ¡qué peluda eres!
─Es por la vejez, hija mía, es por la vejez.
La pequeña le tocó las patas:
─¡Ah!, mamá, ¡qué uñas más largas tienes!
─Es por la vejez, hija mía, es por la vejez.
─¡Ah! Mamá, ¡qué largos se han hecho tus dientes!
─Es por la vejez, hija mía, es por la vejez. Mis dientes son para comerte, ─y se la comió.
(Versión auvergnat. Traducción de la autora. Contes de Nanette Lévesque. BnF)
Excepto este diálogo, que suele conservarse, se ha visto que el cuento de Caperucita Roja se ha ido alejando de las versiones tradicionales, con sus elecciones de extraños caminos y sus elementos violentos o sexuales, para convertirse a partir de los hermanos Grimm en un relato infantil y moralista. Es una pena, porque me parece que el tema de la encrucijada, del cruce de caminos en el que la protagonista tiene que elegir, es fundamental en la simbología de este cuento. Se trata precisamente de un rito de iniciación, que, a su vez ayudará a los lectores u oyentes a tomar decisiones y, por lo tanto, a madurar. En todo caso, el análisis de las versiones orales más antiguas de Caperucita, aquellas anteriores a las modificaciones introducidas por los recopiladores, enseña mucho sobre los valores de este cuento universal. Una de las principales conclusiones que hay que destacar es que, en esas versiones francesas que he traducido y comentado, la protagonista se salvaba sola del hombre malvado o del lobo gracias a su astucia y, a veces, con ayuda de otras mujeres, pero sin ningún cazador masculino. Era un cuento femenino, de tres generaciones de mujeres y sus ritos de iniciación. Las versiones escritas han ido despojando a este cuento tradicional tan difundido en la tradición oral francesa de casi todos sus elementos constitutivos. Perrault eliminó no solo el canibalismo y el final feliz de la muchacha que se salvaba por sí misma, sino todas las referencias a ese universo femenino de la costura, de las agujas y los alfileres, y la constatación social de que los niños se iban del hogar para trabajar en la infancia. Suavizar en exceso los cuentos tradicionales puede vaciarlos de sentido y de su efecto catártico, porque la intensidad de los conflictos y de las emociones (el miedo incluido) conduce a una liberación. Por todo ello, sigue siendo necesario recuperar los cuentos originales, con su tensión emocional y con la participación activa en la fuga de la propia Caperucita y otros elementos olvidados en la actualidad.
Muchos han sido los que se han enamorado de Caperucita en sus diferentes versiones desde la infancia, entre ellos terminábamos el capítulo de Cenicienta cumple cuatro mil años (2022, p. 232) citando a Charles Dickens, que ya en el siglo XIX proclamaba:
La Caperucita Roja fue mi primer amor. Sentí que si me hubiera podido casar con la Caperucita Roja, habría conocido la felicidad absoluta.
(Christmas Stories, 1898, p. 8).
De hecho, junto a este artículo, se ofrece la posibilidad de escuchar completas las grabaciones de varias de las desconocidas versiones de Caperucita analizadas, incluso la traducción de las de la BnF, realizadas específicamente para este artículo. Las lectoras son mis estudiantes de la asignatura de Lectura y escritura creativa, perteneciente al Grado de Magisterio de Educación Primaria de la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid, a los que quiero agradecer ahora su generosa participación. Muchas gracias.
1. Caperucita Roja, de Charles Perrault, versión publicada por Alianza editorial, en 2001. Leído por Diana Alonso, Elena Casillas, Olga Valdivieso de la Facultad de Educación de la UCM.
2. Caperucita Roja, de los hermanos Grimm, 1ª versión, publicada en 1812, según traducción recogida en la obra de 2019 Los cuentos de los hermanos Grimm tal como nunca fueron contados, editada por Helena Cortés Gabaudán. Leído por Marta Bote, Marian Fernández, Alejandra Fuentes y Carolina Castrillo de la Facultad de Educación de la UCM .
3. Caperucita Roja, versión de M. Légot, de 1885, conservada en la Bibliothèque Nationale de France. Traducida al español por la profesora Pilar García Carcedo. Se trata de una versión para adultos, sin título. Leído por Pilar García Carcedo, Elena Casillas y Clara Domínguez.
4. Recitario APE Quevedo 339. Roald Dahl (1916-1990): Caperucita Roja, incluido en Poemas en verso para niños perversos, traducción de Miguel Azaola (1982), recitado por Pilar García Carcedo.
(Elegía)
(El lobato y la borrega)
GARCÍA CARCEDO, Pilar (2023). «Caperucitas tradicionales, variadas y sorprendentes». Letra 15. Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo». Año X. N.º 13. ISSN 2341-1643
URI: http://letra15.es/L15-13/L15-13-16-Pilar.Garcia.Carcedo-Caperucitas.tradicionales.variadas.y.sorprendentes.html
Recibido: 18 de abril de 2023.
Aceptado: 26 de abril de 2023.