Enrique Ortiz Aguirre
Es Doctor en Lengua española y sus Literaturas por la Universidad Complutense de Madrid, ha obtenido el D.E.A. en Literatura hispanoamericana y es Profesor Asociado en la misma Universidad (Facultad de Educación-Centro de Formación del Profesorado), donde imparte asignaturas relacionadas con la Didáctica de la Lengua y de la Literatura, además de ser funcionario de carrera y jefe de Departamento en un IES de la Comunidad de Madrid. Ha participado y organizado Congresos y Seminarios Internacionales en distintas Universidades (UAM, UCM, Universidad de Sevilla, Universidad de Salamanca, UIMP, Universidade do Minho) y ha publicado ediciones críticas, artículos (sobre Juan Ramón Jiménez, Darío, Manuel Reina o Cervantes y la Literatura comparada) y monografías (Literatura hispanoamericana, Literatura Universal y comparada). Su ámbito de investigación se enmarca en la Literatura finisecular española, en la Literatura comparada, en las relaciones entre Literatura y erotismo, entre Literatura y Cine, y en la Didáctica de la Lengua y Literatura. Participa en Grupos de Investigación universitarios y es socio de la Asociación de Profesores de Español Francisco de Quevedo (forma parte de la Junta Directiva y del consejo editorial de su revista) y de la Sociedad Española de Literatura General y Comparada (SELGYC).
Ensoñaciones deshilachadas
ensartan la realidad desde el temblor de las astillas,
temple en el azogue
de una herida sumergida en la noche.
Figura en escorzo, carne
derrotada, renuncia a la certeza aparente de la luz.
En las mazmorras mentirosas de la sangre
fluyen los límites; entonces
la entropía de los haces
amanece tras los manantiales secretos
en la piel gemebunda,
vencido ropaje por el salivazo
de los alhelíes desmayados.
Un imaginado pétalo en la solapa
como un ademán que invoca el miedo;
la sonrisa congelada
que ahuyenta el duelo de los maizales.
Al espantapájaros
le nace una llaga entre los trapos;
ese pálpito mentiroso
en las grietas de un todavía:
rezuma la verdad entre los escombros.
Y ese faro en el mar como una brújula borracha de luz,
barbería repleta de sueños nadadores e
n la costa de tus pechos.
La linterna submarina
desde los acantilados;
mirador cilíndrico descalzo
plantado en las nostálgicas arenas
escarpadas en el olvido de las piedras.
En hilera, redonda,
adoctrina los instantes de lo efímero,
les instruye los misterios sempiternos
del vientre de la tierra.
Y el faro amontona sus raíces eléctricas
en el humus de tu abdomen.
Se suceden los ombligos siderales
en la marejada de la piel,
las mareas secretas de tus cavernas habitadas.
Mil caricias en los senos plateados
de las sirenas de aquella primera juventud.
Sus suspiros rosas entre escamas
y cinturas de corales cristalinos.
Las montañas salinas que amanecen
helicoidales
en los giros asombrosos
de los fósiles resurrectos.
En pie, memorable,
semisólido poroso al desaliento,
como un coloso melancólico,
proyecta orgías de sombras y de ecos.
Y el vacío de las caracolas abandonadas
que sostienen la oquedad
en espirales de la nada.
Marítimas, las delicias
son bivalvos dormidos
sonrisas calcáreas
habitan las profundidades
pretéritas cuando jóvenes.
Las perlas escondidas
reveladas por la respiración
entrecortada del faro.
Los baños de la luna en el mar,
el expolio de las almas sin las góndolas.
Siempre estelas moribundas
en las atalayas solitarias donde
sueñan estrellas
sobre los senos encendidos
de unos astros de ceniza.
Lo sueño enhiesto y fantástico, cayado errabundo de los dioses,
bamboleándose
y vomitando esperanzas trémulas
en medio de la devastación de todos mis naufragios,
como un cíclope gigante oteando en los ocasos de tu nombre.
Alberto Hilario Silva (1964-2018)
El grupo de haikus que ofrecemos aquí pertenece al libro póstumo Desde el silencio (2018). En él, este zamorano, nacido en 1964 y afincado en tierras valencianas desde hacía más de 25 años, estudioso de filosofía, acupuntor, fotógrafo, diseñador gráfico, escritor de relatos y, sobre todo, lector, lector incasable, buscó recuperar las esencias de esta milenaria expresión poética para ofrecernos unas composiciones cargadas de naturaleza y espiritualidad, en las que la tradicional voluntad de ordenamiento del mundo de la composición clásica se alía, de forma fluida, con el asombro y la emoción ante la vivencia transcendente de lo sencillo y lo cotidiano.
Pasión y fuego.
Y, sin embargo, al fondo,
Cumbres nevadas.
Leve amapola,
Como un beso de amor,
El trigo incendias.
Sol y camino,
El tiempo es mi cárcel.
Me siento libre.
Corto una rosa.
Nieva en primavera.
Corazón roto.
La mariposa
Mancha de color
El crisantemo.
Cae la lluvia,
Florece el corazón,
Es primavera.
Beso de amante,
Noche de luna llena,
Sake caliente.
Un grillo canta,
Presiente las tormentas,
Llega el verano.
Tortuga gris,
En el lago reposa,
Tus sueños de años.
En Yokohama,
Mientras estás conmigo,
Todo atardece.
Luis Cañizal de la Fuente
El autor es catedrático de Lengua española y Literatura del Instituto San Isidro de Madrid, donde ha sido docente desde 1976 hasta 2006. Recientemente ha publicado en línea el poemario Notas para la próxima existencia.
Amó siempre mi alma este collado
árido, y la cortina baja de verdor
que cierra a la mirada el salto a lo lejano.
Mas por cuanto me aquiete y que me vuelque
afuera de la nada y del silencio extraño
y la quietud tranquila, no consigo
ir más allá del fondo de mi alma.
Y al igual que oigo
el viento que murmura en esas verdes frondas,
me pongo a comparar, con la quietud que digo,
esta voz que susurra eternidad
y susurra recuerdos de otros tiempos...
y del tiempo presente, tan vivaz
y su sonar. Y de este modo en tal
inmensidad se sume el pensamiento,
y qué dulce me sabe
en un mar tan dichoso naufragar.
Recitado del poema por el propio traductor.
Teodoro Álvarez Angulo
El autor es profesor titular del Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid y coordinador del Grupo Didactext. Entre sus publicaciones podemos destacar El resumen escolar. Teoría y práctica (Barcelona, Octaedro, 1998); Cómo resumir un texto (Barcelona, Octaedro, 1999); Textos expositivo-explicativos y argumentativos, (Barcelona, Octaedro, 2001); Los procesos de escritura y el texto expositivo en la mejora de la competencia escrita de los escolares de sexto de Educación Primaria (En colaboración. Madrid, Editorial Complutense, 2005); Didáctica del texto en la formación del profesorado (Madrid, Síntesis, 2005); Competencias básicas en escritura (Barcelona, Octaedro, 2010) y Géneros discursivos y estrategias para redactar textos académicos en Secundaria (en colaboración. Barcelona, Octaedro, 2017).
El presente texto está encabezado por la cita
Me he vuelto canalla con el tiempo, ya no le tengo respeto.
(Julio Cortázar)
y rematado con la fecha 21 de marzo de 2018. En una primavera invernal.
Mariángeles sufría males de sueño desde hacía meses. Ni médicos, ni psicólogos, ni boticas, ni los brebajes varios que tomaba conseguían reducirle los dolores y molestias de cabeza que tenía cada vez más frecuentes. Hasta el punto de que se sentía incómoda en reuniones de amigos y familiares. Le costaba arrancar la risa que hasta hace bien poco le caracterizaba, ella que siempre se había mostrado como una persona cordial y próxima.
En una conversación entre amigos, casi por casualidad, se enteró de una clínica montada recientemente en una de las torres de la zona financiera de la capital en que trabaja como docente de literatura. En este centro aplican una técnica puntera diseñada por un equipo interdisciplinar compuesto por prestigiosos neurólogos, psiquiatras, psicólogos, informáticos y lingüistas.
El proyecto en que se inserta la técnica está creando furor y se presenta como el bálsamo para enfermedades de memoria y de cabeza, en general. La actividad consiste en interpretar los sueños almacenados en el cerebro, en la vida reciente de un individuo (los dos últimos años transcurridos antes de hacerse la prueba). Va más allá de la teoría freudiana de la interpretación psicoanalítica de los sueños, si bien suscribe el principio freudiano de que el sueño es la satisfacción de aquellos deseos que en la vida de la vigilia no se cumplen, lo que es tanto como decir que los deseos satisfechos no se sueñan, y, en consecuencia, viene a suscribir el principio aristotélico de que los sueños son producto del trabajo incesante de la imaginación.
Poco le costó a Mariángeles entusiasmarse con la idea y de inmediato se interesó por contactar con este equipo, capitaneado por el doctor Oniris, mezcla bien lograda de patriarca, gurú y sabedor de tribus indígenas, y a la vez de yupi informático y vendedor de sueños almacenados. Ofrece en su consulta, siempre nocturna, ayudado por un sofisticado programa informático celosamente custodiado, monitorizar el cerebro durante toda la noche, mediante cables conectados al ordenador para interpretar los sueños almacenados por los clientes que acudan a la consulta.
La sesión comienza con una breve sesión de información acerca de la prueba y de sus consecuencias, que finaliza con la firma de consentimiento del cliente. Se le muestran la sala donde se realiza la prueba, dotada del material informático requerido, a la par que acondicionada de un ambiente sobrio para acoger al cliente. Preparado éste por los asistentes, con el cableado y sus terminales conectados en distintas partes de la cabeza y de la cara, se llega a obtener la información reciente almacenada en el cerebro. En la información proporcionada figura como principal aval del equipo su pertenencia a una red internacional que investiga sin descanso en proyectos que persiguen descifrar la información almacenada a medio y a largo plazo. Los logros obtenidos internacionalmente permiten atisbar caminos de esperanza fundada.
Advertida de todo ello, Mariángeles se dio perfectamente por enterada y quiso saber de su pasado reciente, de su presente actual y de su futuro inmediato, a través de sus sueños, por si, como se decía, pudiese aliviar sus constantes cefaleas inexplicables hasta aquí. En este empeño, no podía olvidar la cantidad de veces que ella misma había tratado el asunto de los sueños, de la imaginación y del deseo, al comentar en sus clases La vida es sueño de Calderón de la Barca. ¡Cuánto le resonaban en su memoria aquellos versos de Segismundo cuando decía:
Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
A esto es a lo que, sin saber muy bien cómo, se quería someter Mariángeles: a ver qué soñaba y comprobar hasta qué punto podría entender las zozobras que atormentan su cabeza. Para ello autorizó a actuar en consecuencia al doctor Oniris y a aplicar el programa informático correspondiente. Mariángeles se mostraba excitada y emocionada, a la vez que preocupada por los posibles resultados. Eso es lo que había consentido, y a ello se disponía.
Ahora tenía que colaborar con el personal asistente, quienes le prepararían las conexiones necesarias para realizar la prueba, a lo largo de toda la noche, hasta el amanecer del día siguiente. Hasta entonces dormiría como mejor pudiera, con tanta incomodidad como cables le recorrían el cuerpo. Consiguió dormir, más bien a ratos, conforme a la respuesta que le dio al equipo, a la mañana siguiente, mientras le desconectaban el cableado que le habían puesto. No fue un sueño reparador, les confesó. Parecía que recuerdos y experiencias vitales andaban recolocándose en el programa informático del ordenador. Eso es lo que pretendía Mariángeles: descargar el pasado reciente, vaciarlo para limpiar su presente vital y orientar el futuro inmediato para comprobar si su vida estaba lo suficientemente ordenada como parecía.
Tuvieron que transcurrir unos días para que el doctor Oniris, en persona, la citase para darle los resultados y su interpretación. En este caso el secreto de confesión y el juramento hipocrático juntos se quedaban cortos. Desvelar la intimidad, incluso desconocida por inconsciente, podría sumir a la interesada en dudas existenciales, negaciones o excitaciones importantes para su vida. Ningún caso era igual a otro, según confirmaba el historial de las actuaciones del equipo. Era parte del juego, y a eso se arriesgaba.
Tras los saludos de cortesía, el doctor inició el relato verbal, basado en el informe que le entregaría por escrito, si fuese su deseo.
El doctor comenzó destacando una serie de secuencias reiterativas que el programa resaltaba con insistencia; se trata, añadía el doctor, de frecuentes episodios de escenas sentimentales de conquista a una mujer. Todo indica que podría tratarse de una vecina alemana afincada desde hace unos cuantos meses en el inmueble en el que usted reside. Desde entonces, al poco de llegar al inmueble esta persona, aparecen en el almacén de las experiencias del cerebro insinuaciones constantes de usted hacia ella, generalmente no correspondidas, con escenas permanentes de un caballo a galope montado por usted, como indicador inequívoco ─dicen los freudianos─ de su fogosidad sexual, además de manifiestas entregas pasionales con orgías en paraísos de ensueño, en los que se mostraba usted con ella, sin que existiesen impedimentos de ningún tipo.
Prosiguió el doctor Oniris refiriendo escenas con pormenores aparentemente desconocidos por la clienta y recibidos con gran sorpresa. Nada le hacía suponer a ella muestras de infidelidad conyugal, ni siquiera de insatisfacción afectiva y sexual con el hombre con quien convivía. Revisando en su cabeza, a velocidad del rayo, las escenas de la película de su vida reciente, se veía feliz en su matrimonio, con la pareja de hijos que habían traído al mundo y en la vida acomodada que llevaba la familia, con el orden que ella se encargaba de imponer a todos. E
l doctor detuvo el relato de la interpretación de los sueños almacenados para comprobar el interés y la consistencia de la clienta y para increparla por si ella deseaba aportar algún dato o detalle que pudiera evocarle lo referido hasta aquí. Fue en balde el propósito: Mariángeles solicitó querer saber con pormenores el final de la interpretación de sus sueños almacenados, en línea con su Segismundo calderoniano cuando dice:
…Válgame Dios,
qué de cosas he soñado!
para finalizar apostillando a continuación:
Decidme, ¿qué pudo ser
eso que a mi fantasía
sucedió mientras dormía,
que aquí me he llegado a ver?
…Cielos, si es verdad que sueño,
suspendedme la memoria,
que no es posible que quepan
en un sueño tantas cosas.
El doctor Oniris, un tanto extrañado por el recurso permanente de la clienta a la ficción, no tuvo reparo en continuar el relato de su informe verbal, a pesar de haber percibido cierta sorpresa preocupante en la clienta. Y así continuó refiriendo escenas de encuentros provocados, coincidencias premeditadas, provocaciones indisimuladas por excitaciones pasionales que llegaban a alertar el sueño e interrumpir el descanso.
En la grabación informática son manifiestas y bien visibles las mencionadas escenas, insistía el doctor, con claras muestras de delicadeza al transmitir sus comentarios a la clienta. Incluso solían acompañar a sus sueños expresiones obscenas abundantes, que aludían a deseos de posesión no atendida. El clímax de las relaciones pretendidas unilateralmente solía finalizar con sensación de fracaso. Por eso, recolocar estas vivencias en su cerebro le suponía contrariedad y dolor, lo cual no era inconveniente para que volvieran a repetirse con variaciones de manera casi obsesiva, le refería el doctor, conforme al historial de los sueños almacenados y a la persistencia de los dolores de cabeza, referidos por la clienta.
De nuevo el doctor Oniris consideró el interés de interrumpir el relato para interrogar acerca de lo reparador que pudo haber sido el sueño-descanso en determinados momentos de sueños-liberación en que, conforme a los datos registrados, los episodios y escenas se mostraban más claras y más excitantes afectiva y sexualmente.
Pero la actitud de Mariángeles siempre fue sorprendente y esquiva. ¡Qué me dice! No lo puedo creer. Nada me dice que yo haya deseado semejante relación. El trato con mis hijos y con mi marido, a mis cuarenta y un años, es correcto y respetuoso. Mi vida afectiva de pareja se mantiene razonablemente atendida, y no tenemos problemas familiares ni económicos, ni laborales. Somos lo que podría denominarse una familia normal, concluía en su descargo.
Aquí no encontró mejor recurso Mariángeles que echar mano de la «verdad de las mentiras» de Vargas Llosa y del papel intermediario de la literatura para comprender la vida de manera más profunda y vivirla en su plenitud ya que los instintos del mal y del inconsciente desaparecen solo en la superficie de la vida; desde allí pujan para salir a la superficie y reintegrarse a la existencia. Todo ello para que la vida en sociedad no sea un manicomio ni una hecatombe permanente.
El doctor sintió cierta incomodidad con las palabras de su clienta. No terminaba de ver clara su actitud; dudaba entre si era de aceptación, de rechazo o de juego de ficción literaria. Y no pudo por menos que añadir:
─Permítame que le diga, señora, que lo que le vengo refiriendo es fruto de cuanto aparece almacenado en su actividad cerebral, en la más profunda libertad que tiene el ser humano, que nada ni nadie puede condicionar, de lo cual frecuentemente, como se está viendo aquí, ni el propio individuo es consciente siempre de todos sus deseos, sueños y fantasías, temores y reprobaciones. En consecuencia, y porque usted misma lo solicitó, le hago conocedora, en la confidencia a la que el ejercicio profesional me obliga, de la información que forma parte de su ser y de su vivir. Hágase cargo de ello y actúe como mejor considere. Seguiremos gustosos a su disposición siempre que nos lo requiera.
─Muchas gracias, por su información y por sus sabias palabras y buenos consejos. No obstante, permítame que le diga con mi maestro Calderón que
Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida?, un frenesí;
¿qué es la vida?, una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
Adiós, buenas tardes.